Infancias
La lactancia materna es un escudo natural que previene enfermedades respiratorias
La lactancia materna es un legado de amor y salud que merece ser apoyado, fomentado y celebrado
En la eterna danza de la ciencia y la salud, la lactancia materna brinda una sinfonía de beneficios que resguardan la vida de los más pequeños. En un reciente comunicado, el Ministerio de Salud de Entre Ríos reiteró su respaldo a las recomendaciones de entidades prestigiosas como la Organización Mundial de la Salud (OMS) y Unicef, que abogan por mantener la leche materna como la fuente de nutrición exclusiva para los recién nacidos durante los primeros seis meses de vida. ¿Por qué este firme apoyo? Los motivos son abundantes y, científicamente hablando, irrefutables.
La lactancia materna es un regalo de la naturaleza cargado de sustancias bioactivas, auténticos guardianes del bienestar infantil. Estas maravillas químicas no solo previenen enfermedades, sino que también estimulan la flora bacteriana, ofrecen nutrientes específicos y desatan un ballet de hormonas de crecimiento que fortalecen el sistema inmunológico de los pequeños, sentando así las bases de una salud robusta.
Más allá de los elogios científicos, la leche materna es una amalgama de amor, protección y seguridad. Es un abrazo nutritivo que se traduce en una mejor digestión y en la protección de los delicados intestinos de los niños contra enfermedades que acechan en la oscuridad. Además, su composición única la convierte en un alimento higiénico, inmune a la descomposición y al riesgo de contaminación.
Pero ¿cuál es el escudo más poderoso que la lactancia materna brinda a nuestros pequeños? La defensa natural contra el temido "virus sincicial respiratorio", responsable de la bronquiolitis, una amenaza común en la infancia. Casi todos los niños, en algún momento, se ven expuestos a este virus. Sin embargo, estudios científicos han demostrado que la leche materna es un baluarte infranqueable frente a estas infecciones, gracias a su dotación de inmunoglobulinas como la IgA, IgG e IgM.
Los expertos de la salud no dudan en subrayar la importancia de mantener la lactancia materna de manera exclusiva durante los primeros meses y, preferiblemente, hasta los dos años de edad del niño. Esta práctica no solo disminuye significativamente las posibilidades de enfermedad en los infantes, sino que también alivia la carga económica y emocional que conlleva el cuidado de un pequeño enfermo.
La evidencia científica, respaldada por años de rigurosa investigación, pinta un cuadro contundente: una reducción del 70 por ciento en el riesgo de enfermedad en niños alimentados exclusivamente con leche materna. Estudios adicionales confirman que una prolongada lactancia materna se correlaciona con una disminución gradual de las enfermedades gastrointestinales y respiratorias, así como con un menor riesgo de hospitalización por infecciones respiratorias durante la infancia.