El borrador de la historia
La fundación de la Abadía del Niño Dios en Victoria: Un proyecto con múltiples motivos y perspectivas
Profesora Ana María Balbi
La fundación de la Abadía del Niño Dios en la ciudad de Victoria, Entre Ríos, a fines del siglo XIX, es una historia que entrelaza diversos factores históricos, sociales, religiosos y políticos. Para comprender por qué este monasterio benedictino se estableció en nuestra ciudad, es fundamental entender el contexto de la época y los diversos actores que participaron en este proceso.
Un contexto de cambio
A fines del siglo XIX, Argentina vivía bajo el gobierno de Julio A. Roca, quien implementaba un modelo de Estado Liberal-oligárquico y agroexportador. En Entre Ríos, el gobernador Salvador Maciá (luego reemplazado por Leónidas Echagüe en 1899) lideraba un periodo marcado por el avance de las infraestructuras, como el ferrocarril, la inmigración, y la expansión de las tierras productivas. Sin embargo, también se enfrentaban a desafíos, como las plagas y las inclemencias climáticas que azotaban a la región.
Victoria, por su parte, era una ciudad en crecimiento, aunque aún pequeña. En 1899 contaba con unos 8.000 habitantes en la ciudad y 16.000 en su zona rural. A pesar de su dinamismo económico, la ciudad se encontraba aún aislada, con pocas y lentas comunicaciones, lo que reflejaba un contexto de transición hacia un modelo económico más moderno, pero con diversas dificultades.
Los inicios de la Fundación
La génesis de la Abadía del Niño Dios está ligada a un encuentro crucial en el Santuario de Nuestra Señora de Luján. En mayo de 1898, el obispo de Paraná, Mons. Rosendo de la Lastra, pidió a la Virgen su intercesión para conseguir una comunidad religiosa en Entre Ríos. En este contexto, se encontró con el sacerdote vasco Juan Pedro Arbelbide, quien le sugirió que contactara con el Abad Agustín Bastres, líder de la Abadía de Belloc en los Pirineos Atlánticos, Francia.
El P. Arbelbide, quien conocía bien la situación religiosa y social de los inmigrantes vascos en Argentina, vio en este pedido una oportunidad para consolidar una presencia benedictina en la región. Así, en una serie de intercambios de cartas, el obispo de Paraná y el P. Arbelbide comenzaron a concretar la posibilidad de traer a los benedictinos a la Argentina, con la intención de evangelizar, administrar una parroquia y fundar un colegio en la ciudad de Victoria.
El rol de la Sociedad Protectora de la Enseñanza Cristiana
En paralelo, en Victoria, un grupo de personas comprometidas con la educación y la religión comenzó a trabajar en la viabilidad del proyecto. La Sociedad Protectora de la Enseñanza Cristiana, presidida por Abrahán Bartoloni, fue clave en este proceso. Bartoloni, un educador destacado, se encargó de gestionar con el obispo de Paraná el pedido formal a la comunidad benedictina, además de movilizar recursos locales para la adquisición de tierras y la organización de la futura fundación.
La Sociedad ofreció un terreno de aproximadamente 20 hectáreas, conocido como la "Quinta del Dr. Bavo", en una ubicación estratégica, lo que fue esencial para que el monasterio pudiera establecerse. En un momento crítico, el senador entrerriano Lorenzo Anadón intervino ante el gobierno nacional para facilitar la compra del terreno, demostrando cómo las esferas políticas locales y nacionales se alinearon para apoyar la llegada de los benedictinos.
Motivaciones diversas en la elección de Victoria
Los motivos para la elección de Victoria como sede de la Abadía del Niño Dios fueron múltiples. Desde el punto de vista religioso, el deseo de crear un centro de oración y apostolado en la región fue central. Sin embargo, también existían expectativas educativas, ya que los benedictinos planificaban fundar un colegio de agricultura y misiones, alineado con el proyecto pastoral del obispo Rosendo de la Lastra. Además, había un fuerte componente económico, dado el interés en la enseñanza agrícola y la potencial contribución de los benedictinos a la comunidad local.
Los "exploradores" enviados por el Abad Bastres a Victoria en 1899 confirmaron la viabilidad del proyecto, al conocer el terreno, la comunidad local y la situación política y económica de la ciudad. A pesar de las dificultades iniciales, como la incertidumbre sobre la ubicación definitiva del monasterio, la perseverancia de las partes involucradas permitió superar estos obstáculos.
Un sueño hecho realidad
Finalmente, el 9 de septiembre de 1899, se colocó la piedra fundamental para la construcción del monasterio, que se convertiría en el centro de la Abadía del Niño Dios. La llegada de los primeros benedictinos marcó un hito en la historia de Victoria y la región, y su influencia no solo se limitó a lo religioso, sino que también dejó una huella significativa en el ámbito educativo y cultural.
En resumen, la fundación de la Abadía del Niño Dios en Victoria fue el resultado de un proceso complejo en el que confluyeron factores religiosos, educativos, políticos y sociales. La colaboración entre los benedictinos, el obispo de Paraná, la Sociedad Protectora de la Enseñanza Cristiana y diversas figuras locales permitió concretar un sueño que sigue siendo un pilar de la identidad de la ciudad.