Nuestra historia
De cuando nuestras aldeas descubrieron su potencial turístico
Cuando en 1974 decíamos que las aldeas de colonia Alvear tienen un enorme potencial turístico, era difícil de entender para propios y extraños. Para los aldeanos resultaba complicado asumir que a otros pudiera interesarles lo que para ellos eran simples y agotadoras rutinas heredadas de sus ancestros, o su música de repertorios muy limitados y músicos autodidactas. Para los extraños –esto es los potenciales turistas- todo eso podría parecer gris y carente de motivación. A lo sumo alguna fiesta patronal muy típica traía de regreso por un par de días a los emigrados; los que habían salido una vez más, como sus ancestros, a buscar oportunidades laborales fuera de su ámbito y extrañaban la cuna.
Pero había potencial, lo sostuvimos en nuestro programa de música e historia de los A. del V. en LT14 Radio General Urquiza, de Paraná, (domingos al mediodía – ‘Álbum de maravillas musicales’, Luis Jacobi y César Benitez), e hizo lo propio posteriormente, y muchísimo más, la Asociación Argentina de los Alemanes del Volga durante los festejos del Centenario de la Inmigración en 1978.
En 1973 nacían los Wendlers Buben pero aún no había grupos de danzas típicas ni músicos (salvo la Bandita Henkel) interesados en ofrecer al mercado de las bailantas la música alemana con influencias rusas que nos llegó a través del Atlántico; valses, polkas, schotis. Las canciones populares estaban reservadas a la intimidad de los bares al caer la tarde, convocando a nostálgicos cantores que concluían en melodías celebratorias con letras picarescas cuando se encendían los ánimos; verdaderas postales de un tiempo ausente y características únicas ¿e irrepetibles? Y por supuesto, el canto alemán en las iglesias, donde se glorificaba a Dios en la lengua materna, la que desde 2024 el patrimonio cultural de Entre Ríos por decisión de la Cámara de Diputados, la que desde la estrecha imaginación de un niño permitía suponer que Dios prefería oír las plegarias y alabanzas en su idioma y su acento, por amor a ellas.
Sin embargo todo, hasta una lengua desconocida para muchos, podía ser de interés turístico para personas cuya razón no entendía las palabras pero su espíritu las sumía en un profundo recogimiento con solo oírlos cantar el himno Großer Gott, wir loben dich (Gran Dios te alabamos) en los templos.
Las calles angostas de Valle María y sus aldeas hermanas, la arquitectura de sus viviendas en la década del 70 cuando aún no habían irrumpido las edificaciones que trajo consigo el progreso, tenían en su escencia la reminiscencia esteparia de las nevadas invernales y el salvaje acecho de kirkisios y calmucos. Siempre hubo mucho para contar a los visitantes acerca de esa historia atesorada hoy en un centenar de libros editados, así como comidas típicas para ofrecer, que no por exóticas eran y son menos deliciosas.
Todo volvió a nuestra memoria cuando Darío Wendler (a cargo de Cultura Municipal en Valle María) nos compartió un video donde muestra a los hermanos Cornelio y Arturo Rohr aporcando un pequeño lote de maíz, con una antigua herramienta tirada por un equino. Es una imagen actual, reciente, que destila dignidad y esfuerzo asociable con los frutos regados con el sudor de la frente.
Lejos de caer en apreciaciones peyorativas, elegimos rescatar sus aspectos valiosos. Uno de ellos es la tenacidad (herencia de un pueblo fuerte) para trabajar y vivir sobre lo poco sin reunciar al esfuerzo para ampararse en la dádiva oficial. Y si pensamos en el costado romántico de esa estampa, tiene el valor incalculable de una representación que ya no veremos por mucho tiempo más y nos remite a lo que realmente vivieron nuestros abuelos dormidos (como los llamaría Romani). Y eso también suma al patrimonio turístico de una localidad que, igual que varias aldeas vecinas, actualmente se vende al país con identidad propia, basada en lo que fue y lo que es, con sus rasgos culturales, como costumbres, valores, creencias y hasta con campings y playas ribereñas.