Una conversación “al pie del estribo” con el padre Héctor Trachitte

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Victoria.- El sacerdote Héctor Trachitte se trasladará a Gualeguaychú, a la parroquia Sagrada Familia y Santa Teresita, donde también administrará la parroquia de Lourdes. Para muchos esto representa una noticia difícil de asumir debido a la importante presencia que tiene el sacerdote en nuestra comunidad.

Asimismo, se determinó que el Padre Emanuele Zappaterra, vicario de Aránzazu y administrador parroquial de San Roque de Montpellier, pase a Villa Paranacito. Por otro lado, el Padre Marcelo Carraza será el nuevo rector de Basílica Nuestra Señora de Aránzazu, y estará acompañado por el Padre Milton y el diácono Maximiliano.

En este sentido, se hará la despedida del Padre Héctor el viernes 27 de enero en Basílica Nuestra Señora de Aránzazu a partir de las 20:00. Se hará una misa y luego se compartirá a la canasta comida y bebida.

—¿Qué sentís al trasladarte de Victoria luego de tantos años?

_Son muchas cosas… Son muchos años, también. En mi segunda etapa estoy acá hace alrededor de nueve años. Vine como párroco de San Roque siendo cura joven, luego tuve una experiencia en Colombia, estuve dos años en Gualeguaychú y luego regresé a Victoria. Es muy difícil que alguien de la misma ciudad se quede allí y yo tuve dos veces esta posibilidad, así que no me puedo quejar. Siempre tuve el deseo de poder estar en mi comunidad (que es ésta) como párroco. Cambiar es parte de nuestra tarea pastoral y compromiso.

—¿Es difícil este traslado en cuanto a lo afectivo?

_Sí. Pero hay algo especial en esto, que es la fuerza que te da Dios, si no sería imposible. El desarraigo es complicado. Hay limitaciones típicas de la edad. En cuanto a lo afectivo, acá está mi familia. Yo soy de acá, pero sabía que en algún momento me iba a tocar. La parroquia a la que voy a Gualeguaychú es grande”.

Por otro lado, Héctor se refirió a la importancia de la vocación y de escucharse a uno mismo. “Hoy existe mucha crisis con el tema de la vocación, pero no sólo en la vida religiosa, sino en general. Se empiezan carreras y se dejan como si nada, hay gente que está sin hacer nada. La vocación es fundamental y no hay mejor cosa que encontrarse con eso y desarrollarla. Para esto hay que escucharse a uno mismo. Claro, el mundo consumista en el que vivimos a veces nos hace pensar más en el dinero, pero después uno termina siendo infeliz”, dijo.

Su vocación

“Yo hice la primaria y secundaria en Victoria. Siempre fui católico, apostólico, romano. Cuando me recibí me fui a Rosario a estudiar medicina, que es mi gran pasión. Estuve estudiando cuatro años. Iba bien. Trabajaba y estudiaba, fueron hermosos años de mi vida. Pero llegó un momento en el que sentí un vacío dentro. Si yo no hubiese escuchado eso hoy todavía me sentiría vacío. Se trataba de una cuestión interior. Entonces, me ofrecieron hacer un retiro espiritual acá en Victoria y lo hice. Fueron tres días donde la gente me habló de la experiencia que Dios hizo en su corazón. Cuando terminó el retiro, yo seguí con mi vida, pero quedé distinto. Di muchas vueltas hasta que un día me animé a hablar con un cura. Le dije: «Siento que tengo que ser cura, pero no quiero serlo. Yo estoy bien como estoy». Como estudiante de medicina yo hacía pastoral universitaria.

Empecé a identificar más a las otras personas. En el hospital había muchísimas personas esperando, mientras todos pasaban rápido, yo veía: había una mamá con un nene, un viejito esperando desde las seis de la mañana…  Entonces, me acerqué y ofrecí mi ayuda. Ahí me di cuenta. Con el acompañamiento espiritual del sacerdote con el que hablaba, luego de mucho tiempo, entré al seminario a los 23 años. Ahí todo arrancó y no paré más hasta el día de hoy”, narró el Padre Héctor.

Más allá de su traslado, Héctor contó que vendrá a Victoria todas las semanas a visitar a su familia. En la comunidad su presencia se hizo notar y su ausencia seguramente también lo hará. Y es que él sabe muy bien que cada momento es único; cada diálogo, irrepetible. Esa conciencia siempre lo hizo tomarse muy en serio el vínculo con el prójimo. Dentro de poco llevará esa forma de ser a Gualeguaychú.

El viernes 27 de enero en Basílica Nuestra Señora de Aránzazu a partir de las 20:00 todos lo despediremos y compartiremos otro momento único junto a él.

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