Todas las familias guardan recuerdos
** –M. Gusto en saludarlo don Leoncio, ¿cómo está pasando este día de la Verdad, Memoria y Justicia?
_L. Primero que nada buenos días. En cuanto a su pregunta, yo los paso bien a todos los días de mi vida menos cuando hay humedad o me cái la factura de la luz. Tantas veces me ha tocado bailar con la mujer barbuda que ya ni me acuerdo, y sin embargo aquí me tiene.
— Aplauso, medalla y beso, pero me gustaría escuchar su respuesta.
_ Hasta la medalla le acepto. Y buhéh, usted saluda y ya me hace preguntas a boca de jarro, pero mire, vea, si me apura, pienso que a la verdad no la tiene nadie y cada gaucho te quiere contar la historia que más pasto le arrima para sus caballos; a la justicia se la dejo a los jueces, y en cuanto a la memoria… ¡laaa pucha que hay cosas para recordar!
** — Ya lo creo, incluyendo las avivadas de muchos y la negación para otorgarles la misma indemnización a familiares de víctimas y soldados inocentes. Fíjese que Nacha Guevara también se presentó y cobró los 300 mil dólares con la historia de haber tenido que exiliarse. Pero no fue en dictadura sino en plena democracia, por amenazas de la Triple A, grupo terrorista criminal con sede en la Casa Rosada, que respondía a José López Rega, Ministro de Bienestar Social del gobierno de María Estela Martínez de Perón. Unos 12 millones.
** _ Hasta ahí no llego mangrullero. Y si dije cosas para recordar, le hablé de tiempos anteriores, cuando uno no tenía más remedio que tener amigos porque celulares no había, ¿me entiende? De cuando el ‘almacén y bar’ jamás cerraba por vacaciones, y cuando el Geniol todavía te quitaba el dolor de cabeza, viniera del aire o del sol, del vino o de la cerveza. La patrona, que levantaba puntos de medias, se hacía amiga de todas las mujeres que les confiaban el trabajo. Y entre matrimonios nos juntábamos para jugar al naipe; chinchón, canasta, el 9, lotería… ¿a qué otra cosa, si la Oca no se había inventado?
Del tiempo e’ ñaupa
** –M. Entiendo perfectamente.
_L. Y si ¿qué no me va a entender? si usted también nació cuando las naranjas y manzanas se despachaban por docena…
— …Y de cuando las mujeres no usaban pantalones ni para andar en bici.
_ Lindos tiempos mangrullero, lindos tiempos, pero ni los nombre para que no vuelvan. Y fíjese que hoy ya no se puede ni mirar Los 8 escalones, donde los tipos caen con polleras, crestas rojas, pestañas postizas y otras mariconadas. Gente graaande. Un día de éstos las mujeres van a usar bigotes postizos. Si yo tuviera un hijo así lo arreo con el rebenque.
— Ese era el caso de esas pobres mujeres que vivieron en un tiempo cuando dominaban los que pensaban como usted. Seguro que la mayoría era buena gente, pero se creían custodios de la decencia y solo ellos decidían qué era decente y qué no.
** — No me venga con remilgos. Póngale que estuviéramos de nuevo en los años ’70 cuando teníamos veinte o menos y las chicas salieron con minifaldas por primera vez, ¿usted saldría a reclamar que se les deje usar pantalones?
_ Minifaldas y mini shorts fue una verdadera revolución de la mujer moderna, que ya había superado el desafío de los pantalones gracias a la diseñadora de posguerra Cocó Chanel.
— Claaaaro, y usted era el Che Guevara que apoyaba todas las revoluciones!
_ No sé cómo llegamos a esta conversación de viejos, don Leoncio, pero si usted quiere meterle para adelante con los recuerdos, metalé nomás.
Aquellos viejos sitios
–L. Ya que invita. No soy de volver seguido al pasado y mucho menos de quedarme bajo esa cubija, pero uno vuelve siempre a los viejos sitios donde amó la vida.
_M. Armando Tejada Gómez.
–L. Esato.
_M. Fíjese que el poeta no dijo que uno ‘ama esos viejos sitios’, porque los lugares, la casa de los viejos, el barrio, el arroyito donde nos zambullíamos… con los años ya no son los mismos. Todo eso cambia. Lo que poetizó el vato es que en esos lugares uno ‘amó la vida’ y eso es lo que lo hace regresar, para recordar ahí mismo sus momentos felices.
** –L. Así es nomás. Hace poco hallé un tazón viejo en mi casa y me alegré de no haberlo tirado aunque no vale nada.
_M. Son reliquias de nuestra historia familiar.
–L. Pero claaaro. Lo tuve en mis manos y me contó en silencio que mi mamá lo acariciaba todos los días con sus gastadas manos. Me recordó que ella tenía tan pocos recursos materiales que esa taza debía ser cuidada porque no había otra. En ella, desteñida y un poco cachuza, tomaba el desayuno a la mañana y la sopa de la noche que era su única cena, y a cualquier hora la usaba como unidad de medida para cocinar. Tantas tazadas de harina, media de azúcar, dos de leche… Esa taza fue parte de mis mejores momentos con mi hermano porque esas manos no necesitaban nada más para prepararnos algo rico cada vez que se podía, y por los secretos que seguramente mi madre le ha contado cuando, sentada frente a su columnita de humo tibio, la veíamos como mirando lejos, más atrás de donde nosotros estamos mirando hoy.
_M. (……..)
Dulces nostalgias
** –M. Todas las familias guardan objetos que las ligan a su historia. Hay que hacerlos hablar para que cuenten a hijos y nietos muchos relatos divertidos, curiosos, costumbres y tradiciones, poniéndole además un telón de fondo a la época en que fueron útiles.
_L. Mesmo pasa con las fotos. Hoy por hoy, como se sacan tantas y con tanta facilidad, se van perdiendo igual de fácil. Mire, vea, no hay nada como llevar a cada tanto algunas para que las impriman sobre papel y guardarlas en un mueble, porque esas son las que nos van a emocionar cada vez que nos haga falta un poco de esa cosa tristonga y feliz, esa mezcla de coca con fernet en el alma ¿vió?…
— Nostalgia quiso decir.
_ Usted lo ha dicho.
** — ¿Se acuerda don Leoncio de las casitas que todos querían tener en una pared porque pronosticaban el tiempo?
_ ¿¡Pero cómo no!?
— De madera muy delgada, simulando paredes de piedra y techo de teja, dos puertitas. El viejo y la vieja se disputaban las salidas: el tipo lo hacía cuando el tiempo era feo, iba a llover o hacer frío, como correspondía en ese tiempo al hombre. La vieja se aparecía por su lado cuando estaba soleado y cálido, entonces a él le tocaba recular. Cuando el tiempo estaba ni fu ni fa, estaban a la par cada uno en su puerta. Ambos flotaban en el aire gracias a un sistema magnético que se movía al ritmo de ciertas condiciones atmosféricas. ¿Adónde habrán ido a parar?
** — Mire en qué terminó nuestra conversación de hoy don Leoncio.
_ ¿Y no es el día de la memoria?