Tiempo de vendimia en el pago chico
Crespo– El último fin de semana de febrero estuvo dedicado a la vendimia en el pago chico. Los productores vitivinícolas de Crespo, algunos con producciones en otras zonas del departamento Diamante o Paraná, o lindantes a la ciudad como es el caso del viñedo de “Tincho” Girbich y Ana María Jacobi, ubicado en Aldea Jacobi, a 2 km de Crespo, aprovecharon el buen clima y el punto óptimo del nivel de azúcar en la vid indicado en el refractómetro, para realizar su cosecha.
A la mañana temprano, del miércoles 1º de marzo, en la media hectárea del viñedo J/G Juan Girbich, el dueño de casa, Tincho; su hermano Germán, su sobrino Federico y un amigo de la familia, don Lito Guaita, de Aranguren, un nuevo emprendedor vitivinícola que quiso tener su primera vendimia, salieron a sacar las medias sombras que protegían los racimos Marselan del ataque de los pájaros, primeros catadores de la uva cuando se produce el envero, punto en que la uva cambia de blanco a tinto. Con todo listo, pusieron manos a la obra. El viñedo Juan Girbich se define como la cuna del Marselan en Entre Ríos, tiene más de 500 plantas, todas de esta cepa, y este año hizo su segunda vendimia oficial. Esta cepa creada por el INRA en Francia en 1960, combina uvas Cabernet Suavignon y Garnacha, y es con la que se quieren identificar los vitivinicultores de Entre Ríos, explica el dueño de casa.
El sol partía la tierra, pero había que hacer el trabajo. Primero de un lado de la planta hasta terminar la hilera y luego del otro, iban cosechando los racimos dentro de baldes con destino a ser volcados en inmensos tachos colocados en la caja de una camioneta. A la tarde esperaban refuerzo de colaboradores para terminar de levantar las hileras que quedaban y así trasladar el fruto de la vendimia hasta el lugar de despalillado y molienda, en la misma casa de campo de los Jacobi-Girbich. Ahí se hace todo el proceso, el envasado y etiquetado del vino como también la venta. “El Instituto Vitivinícola encargado de habilitar los viñedos y supervisarlos, caracterizó nuestro producto como vino casero artesanal” -explica Ana.
La vendimia es el momento más esperado de todo el proceso. “Empezamos a la mañana y se tiene que hacer en un día, preferentemente de mañana, es determinante en la calidad del vino”- afirma Tincho quien realizó diversas capacitaciones y mantiene fluido intercambio sobre el tema con otros productores. La familia, los amigos, son parte esencial del programa, con empanadas o asado mediante. Mientras tanto, en el campo de recolección, el agua fría en un bidón térmico aplaca los efectos acuciantes del calor.
Ellos forman parte de un grupo de más de 60 emprendedores que aprendieron a conocer la actividad, enfrentar sus desafíos y reflotar la vitivinicultura que tuvo su pujanza en nuestra provincia entre fines del siglo XIX y principios del XX, cuando una Ley de la década infame otorgó exclusividad a la región de Cuyo para esa producción. La medida fue derogada en diciembre de 1993 por iniciativa del senador entrerriano Augusto Alasino y dio lugar al resurgimiento a los viñedos y bodegas de la provincia, casi un siglo más tarde.
1.638 plantas en media hectárea
Con la guía de Tincho y Ana, Paralelo 32 recorrió el viñedo unos días antes. Los invadía una dualidad de sentimientos, la inestabilidad climática y la imperiosa necesidad de que la uva alcance el nivel de azúcar necesario, antes de que caiga una lluvia y retrase todo. “Después de una lluvia necesitamos por lo menos 5 días para que se recupere la planta” –dijeron sobre las condiciones climáticas y su preocupación por cortar los racimos.
En 2011 empezaron a tejer este sueño, sumándose al proyecto con una plantación de más de mil Malbec. Después agregaron algo más de 500 Marselan. “Las Marselan son las vedetes nuestras, la variedad que queremos imponer en Entre Ríos” – define Tincho y calcula un rendimiento de más o menos una tonelada de uvas. “Nos van a quedar unas 600 a 700 botellas de vino” –estima sobre la producción.
Ahí empieza la explicación sobre la altura de las plantas, la poda que reciben cada año. “Cada gajo de la planta es un sarmiento y da entre dos y tres racimos. La idea es que quede una hilera de uvas a una misma altura para trabajar con comodidad al momento de la cosecha” – muestra.
“Esta es una planta, un pie americano – indica- y lleva injertada la variedad Malbec. El pie americano está libre de filoxera, una peste que atacaba y mataba plantas en Europa por eso lo tomaron y arriba injertan la variedad”– sigue explicando sobre las primeras plantas que compró en Mendoza en 2011; luego incorporó otro lote en 2012 y el tercero en 2013.
- ¿Podés hacer tus propias plantas?
- Sí, pero sin pie de injerto, a raíz desnuda. Hay mucha gente que hace así. La planta queda más vulnerable a las pestes y no tiene tanta fuerza como con el pie americano que le da mucho vigor. Pero, como es una planta prestada, por así decirlo, porque no tuvo costo, hay quienes corren el riesgo; si no, cada planta cuesta un dólar y medio.
- ¿Y éstas? – preguntamos por cinco largas hileras ubicadas a continuación.
- Estas son las famosas Marselan, la uva insignia que queremos hacer en Entre Ríos. Somos pocos por ahora los productores, hay algunos en Concordia, también trajo la familia Jacob a Colonia Ensayo.
- Hay dos cosas que nos sobran en la provincia, agua y suelo. Estas vides están en la arena y piedra en Mendoza. El único problema que tenemos y lo tiene también Mendoza, es el Niño y la Niña.
- Queremos imponer las Marselan en Entre Ríos, porque nos interesa hacer una variedad que no compita con Cuyo y distinga a la provincia, se adapta mejor a la humedad. Hablamos de hacer las cosas bien, sacar un buen producto, para lograr el reconocimiento del vino entrerriano.
La fumigación se hace con productos naturales como el azufre o cloruro de cobre porque se trata de hacer un vino natural. “El azufre es fantástico, su uso es milenario”- dice Tincho. Pero las últimas lluvias que sumaron 126 mm le jugaron una mala pasada. “Volaron las esporas de la soja y a mis plantas, lavadas enteras por la lluvia, se le metieron esas esporas y no quedó otra solución que usar fungicida” –se lamenta, sabiendo que es el riesgo que presenta esta tierra sojera.
Del viñedo a la molienda
Ya durante la cosecha empieza la selección de los racimos que van a molienda, previo despalillado y otra serie de pasos que llevan transformarla en vino.
“Esto que se ve como empañado de la uva (NdelaR: a simple vista parece una película de tierra sobre el hollejo), es la levadura. Adentro está el azúcar. Esa levadura –explica Tincho- se tiene que comer el azúcar, cuando sucede y las uvas ya están en los tachos, empieza a levantar temperatura y hay que controlar que no pase los 26 grados. Se hace con un aparato, pero yo lo hago de modo artesanal, congelo agua en botellas y las tiro adentro, voy midiendo y bazuqueando, dándolo vuelta para que la levadura comience a comerse el azúcar. Y se empieza a sentir olor a vino, mientras se desprende dióxido de carbono”.
- Es el mosto…
Ahí se hace el mosto. Después se prensa, compré una por internet, se extrae lo último del vino y se pasa a otra fermentación maloláctica y viene luego un proceso de 6 a 8 meses de estacionamiento, donde se producen las decantaciones, la levadura abajo, pepitas, se empieza a colar. Con la tradición francesa se tardaba una eternidad. Los yanquis le dieron a las universidades para que les resuelvan el tema y cambiaron los barriles de madera por tachos de acero inoxidable. Para dar el sabor que aporta el roble de los barriles se hace un chispeado de roble (una especie de pimienta que se le echa al guiso). Se consigue en Mendoza y la mayoría son importados.
Pero hay quienes no le echan nada, porque quieren tomar vino, jugo de uva, no madera. Tratan de hacer que sea uva y nosotros también. El roble tapa la uva. Es otro vino. Está muy de moda en Francia donde hacen los vinos boutique, de garage. Así como hacemos las carneadas en nuestra zona, allá compran sus 7 o 10 cajones de uvas y cada familia hace vino para las fiestas. Son vinos jóvenes, muy buenos.
Viñedos J/G
Los viñedos Juan Girbich, nombre del hijo de Ana y Martín, integran un sistema de Cambio Rural II, del Ministerio de Agroindustria de la Nación, con la Ing. Agr. Sabrina Imbert como promotora del grupo, responsable de la supervisión de las plantas y a quien un grupo de diez productores recurren ante cualquier duda o consulta.
Los análisis del producto son realizados por Instituto Nacional de Vitivinicultura, a través de la subdelegación de Santa Fe. “Nuestro viñedo está homologado e inscripto en INV bajo el Nº de viñedo T00005, Registro N TVC026. Está puesto con GPS, controlado, se midió con agrimensores, se definió cómo van ubicadas las especies, vino la directora de la subdelegación del INV, hablamos muchísimo, nos ayudaron” –cuenta Tincho sobre la seriedad con que se lleva adelante el emprendimiento.
Las muestras se sacan antes de cada encorchada de vinos. “Si no es considerado apto para ellos, se descarta todo y se pierde toda la cosecha, si reúne las característica del vino otorgan el certificado que autoriza la venta. Así lo aclararon el primer día” –señala el entrevistado.
“Estamos hablando de consumo humano como cualquier producto. De mi parte lo tomo y cuando le doy a alguien quiero estar tranquilo de lo que ingiere”- sostiene. “Mi vino no provoca dolor de cabeza porque no tiene metabisulfito. Es natural, y está autorizado su consumo dentro del año”.
“Este es el primer vino que se hace en Crespo para venta” –afirma Tincho, satisfecho con el logro-. Es algo que entra perfecto. A las mujeres les gusta mucho, me han encargado maestras amigas para reuniones. Tiene buen brillo y ningún aditivo”.
“Nos llena de satisfacción que lo lleven de a seis botellas y lo veo en los cumpleaños. Es como que se va generando todo un circo alrededor. Nuestros clientes y amigos mandan fotos tomando vino en el patio, en Punta del Este y es muy gratificante, para que otros se prendan” -agrega Ana.
Orgullo familiar
“A la etiqueta –dice- me la hizo mi primo Esteban Seimandi”.
Esteban es un reconocido publicista, radicado en Buenos Aires, ganador de innumerables premios nacionales e internacionales y quiso darse el gusto de diseñar por primera vez una etiqueta para vinos. “Le dijimos un nombre y dijo me gusta J/G, Juan Girbich. El J/G es porque la gente que no se va acordar de mi apellido, que es raro, pero también significa Jacobi Girbich”.