‘Salvador Paz y otros cuentos’, el nuevo libro de Claudio V. González
(Nicolás Rochi – Paralelo 32).- En este quinto libro de su autoría, el periodista, redactor de diario La Mañana y coordinar del Museo Anadón, Claudio V. González, nos invita a vivenciar una serie de sensaciones que van desde la emoción a la risa. No faltan los textos breves y contundentes, la cocina del fútbol y la pasión que despierta, lo laberíntico de Borges, la huella de Cortázar o pinceladas del Lovecraft, pero si hay una descripción de esta literatura ‘rantesca’ bien podría emparentarse con la entretención y la fluidez.
A las palmas se las lleva ‘Salvador Paz’, por la contundencia del texto, la historia que habilita, y las descripciones que logra sobre las islas en las primeras horas del día: “túnel de sauces y aguaribays sobre los que se veía el vapor con que el sol comenzaba a llevarse el rocío”, y cuyo final no vamos a contar para no spoilearlo, pero emociona.
Con prólogo de Sandra Buchardo e ilustraciones de Rubén Tealdi y Christian Ramírez, esta quinta esencia de Rantés, denominada “Salvador Paz y otros cuentos”, muestra esa impronta de aquel que siente la necesidad de escribir sobre lo que vive, con quienes comparte presente y recuerdos, desandando un abanico de situaciones donde quizás la realidad no supere a la ficción, más bien sirva de complemento.
— Un libro debe tener muchas razones, pero ¿cuál de ellas es la de más peso en este caso?
— “En primer lugar es la suma de trabajo de mucho tiempo, no es que uno se sienta un día y dice: A ver… ¡¿qué puedo hacer ahora?! En la medida que vas viviendo surgen ideas, la mayoría de las cuales terminan olvidadas, escritas en algún lado, o como boceto en las redes sociales.
En este caso, busqué que fueran invitaciones a la lectura. No porque uno pretenda decir algo en particular, en definitiva quien termina dándole sentido a lo escrito es la persona que lo lee. Simplemente traté de hacer que la lectura sea agradable, y lo comento en la contratapa: trabajo en la literatura con la esperanza del que lea alguno de mis textos pueda sentir los mismo que al mirar una película que le gusta, escuchar una canción, o contemplar una pintura, no para que sea específicamente lindo, sino un poco también buscar la complicidad del lector, de la que hablaba mucho Carlos Sforza. De esa ficción que uno pueda ofrecer justamente, con momentos sorpresivos, que inviten a reír, o a dejar pensando sobre alguna cosa”.
Algunas devoluciones
“En el sitio ‘Loscuentos.net’, subí ’La Llamada’ (último de los cuentos del libro —N. de R.), y uno de los comentarios es que más allá de ser un chiste, el cuento estaba bueno como pieza de terror. Hoy muchos me recuerdan por un cuento que se llama ‘El Maldito’, que lo tengo también publicado en mi canal de Youtube, y la referencia es a esa risa que les provocó el desenlace. Realmente me halaga, porque en definitiva es como cuando uno hace una canción y de repente escucha a alguien tararearla. Estas son experiencias que la vida me ha regalado”.
Sobre ese mundo de imaginación y creación en el que muchos siguen sumergiéndose, González añadió: “Leer es una de las cosas que te abre puertas en la vida, en todos los sentidos”.
— ¿Por qué incluiste primero el cuento más extenso y trabajado, si se pudiera clasificar así?
— “Salvador Paz” es un cuento que en algún momento quiso ser novela. Tiene mucho de emotivo para mí, particularmente. Sobre todo porque me recuerda a un vecino de la casa de mis padres (Melitón Zalazar) que era un hombre que leía el Martín Fierro, tenía varias ediciones del mismo libro, y lo recitaba apasionadamente. Además siempre fue una situación que me llamaba mucho la atención, y lo quise homenajear desde el afecto escribiendo acerca de estas particularidades.
Pensé mucho sobre el orden de los textos, y finalmente decidí comenzar con este en el que muchos me han dicho que lo terminaron de leer entre lágrimas. Y continué con ‘La pesada’ (en referencia a una hinchada donde todos están excedidos de peso y lo utilizan para alterar el nivel del campo de juego) porque la idea es que la lectura sea también un ejercicio divertido, además de una cosa emotiva y trágica.
— No son pocos los periodistas que anhelan escribir literatura, pero no siempre cruzan esa línea entre la realidad y la ficción, si es que lo podríamos decir así.
— “Cada uno tiene su idiosincrasia y su propia temática. Hubo, hay y habrá señores periodistas que publican trabajos periodísticos, como Enz en Entre Ríos, y varios más en Buenos Aires, pienso en Lanata pero hay una veintena más. El periodismo es algo que te forma en la observación. Vos no podés ser buen periodista si no tenés dos cosas: la primera es capacidad de observación, y la segunda es empatía. Es mi opinión al menos”.
El entrevistado menciona que al leer a Roberto Arlt u Osvaldo Soriano, estas dos cuestiones se cumplen notablemente. “Borges mismo, al que tomo como disparador de uno de los cuentos al hablar de los laberintos, si bien juego y saco de contexto algunas cosas para traerlas a una realidad más cotidiana”.
Complejidad vs perplejidad
“Somos seres complejos. Envidio sinceramente la gente que se puede dedicar a una sola cosa toda su vida. Yo no podría aunque lo intentara, es que tengo vocaciones tan disímiles que si me decido por una, lamento perder las otras. El hecho que seas músico no quiere decir que no puedas leer o pintar; es una dicotomía falsa eso de o nos gusta el arte o nos gusta el deporte. O somos intelectuales o deportistas de elite. Y pienso que parte de aquella premisa que nos quisieron vender de realización a través de… y en realidad nuestro fin en la vida es desarrollarnos como seres humanos”.
Modernidad vs posmodernidad. No nos vamos a meter en esto, pero González advierte que los paradigmas con los cuales uno ve la realidad son cambiantes.
—Uno ve guiños a personas y lugares cercanos; además esta leyenda de ‘El escritor se descubre cuando escribe’ está casi todo el tiempo presente.
—“En esto tengo que caer en una cita clásica inevitablemente: toda autobiografía tiene mucho de ficción, y toda ficción de autobiografía. Y esta es una ficción. La anécdota de la puerta de la iglesia (donde su pareja Silvia, que está con una lesión en la mano, le pide si puede abrirla – N. d R.) es real, básicamente el hecho ocurrió, y fue una anécdota muy trivial; lo mismo que Ema, mi hija del corazón, sí me preguntó ¿qué comen los unicornios? cuando tenía 5 años, y no pasó todo lo que ocurrió después en el cuento, pero ojalá que el lector pueda disfrutarlos. El destinatario del libro siempre es el lector”, insistió.
Claudio González menciona en varios momentos que la vida lo ha llevado por caminos bastante contradictorios, “eso también me da cierta singularidad al momento de escribir”.
Se remite aquí a esos últimos 12 años de la vida de Beto (Sforza) y las charlas literarias que sostenían a menudo. “Eran comunes en la redacción de La Mañana, él escribía porque sentía la necesidad visceral de hacerlo. Pero ambos coincidíamos en que esa necesidad nos surgió a partir de las lecturas juveniles: Verne, Salgari, literatura de aventuras. Que abren las puertas al universo literario, que en las generaciones actuales podría ser Harry Potter”.
Entre los escritores actuales ponderó a Rafaela Balbi. “De igual modo, alguien puede querer contar hechos de los que es testigo o crear algo totalmente nuevo, en todos los casos me parece genial”.
— ¿Qué incidencia tiene el dinero en todo esto?
— “Bienvenido sea en primer lugar, porque esto también es un negocio, más bien acotado. A menos que vendas un millón de libros… mi expectativa es 200 el año que viene y no sé si llegaré.
— ¿Pero ese no es el motor de tu escritura o sí?
— Me gustaría vivir de lo que escribo, pero ahí también tenemos que considerar lo que estamos capacitados para escribir.
— De eso también va el periodismo, en cierto modo…
— “Sí, hay señores escritores —con los que no pretendo compararme ni cerca— que han surgido del periodismo, y han sido escritores exitosos. Recuerdo el día que leí ‘A sus plantas rendido un león’, de Osvaldo Soriano, no podía parar de reírme. Me parece un librazo. Y siempre comento acá con los muchachos de la sección Deportes la historia que hace Soriano sobre Obdulio Varela, el capitán de la selección Uruguaya de fútbol en oportunidad del Maracanazo de 1950, pero le llama tanto la atención este personaje que en vez del partido termina contando la historia del jugador”.
— Decía Ray Bradbury que fumar le mejoraba la sintaxis, sé que vos fumás hace tiempo, cuándo escribís, ¿Se retroalimenta ese ‘placer’ también?
— Jajaja, ¡andá a saber qué estaba fumando! No, no tiene nada que ver eso. Capaz que estoy viendo un texto y prendo un cigarrillo, pero cuando me puse a escribir te puedo asegurar que ni lo toco. Trato de controlar mucho eso, no sin trabajo, pero cuando te encontrás en la vorágine de la escritura te olvidás del cigarrillo, café o mate. Y lo habitual es esto y no aquello.
— Esto de los cuentos breves, ¿está atravesado por la lógica de una redacción que obliga a cerrar a diario, y hay que resolver con premura determinados temas?
— No, tiene que ver con aquello de si es breve dos veces bueno. Y con que me encanta la literatura de este tipo de relato.
— Los cuentos breves bien podrían incluir la temática de la tecnología, para captar ese público que está en las redes sociales o en la Web misma, pero no lo hacés en ningún momento del libro.
— “No lo había pensado, pero es una cuestión casual. Se podría decir que cuando el protagonista de Salvador Paz lleva la máquina de escribir a la isla, ahí sí habría algo de tecnología, porque la tecnología también es una herramienta, no es la vida.
En esa línea, de captar el interés, el Quijote o el CID no son libros para brindar a un joven o chica que está pensando cómo llamar la atención de sus pares; o con la sed de aventuras que irían mejor de la mano de Poe, Quiroga, Mujercitas de May Alcott, o cualquiera de las obras del mismo Julio Verne. Quizás en otro momento, aquellos textos canónicos de la literatura puedan conmoverlos, seguramente cuando emprendan otro recorrido, pero a los 14 años me parece que desalientan la lectura más que promoverla. Hablamos de varias cosas más, una entrevista nos acota el espacio pero no las ideas, que para Claudio V. González están en todo tipo de situaciones que le acontecen a diario, las observa con ojos de periodista, y las refleja con la pluma de un escritor.