Rompiendo el paradigma del experimento de los monos
Por Alejandro Gamero
Parábola de los monos
Desde hace bastante me vengo encontrando cada cierto tiempo con la historia del experimento de los monos condicionados con chorros de agua fría, una parábola viral que circula a diestro y siniestro por Internet en páginas, correos electrónicos, redes sociales, blogs, foros, etc. Tanto el texto ‒traducción directa del inglés‒ como las imágenes que ilustran la historia se suelen repetir casi idénticos en todas partes. Existen algunas versiones, evidentemente posteriores, con diferencias muy poco significativas, como puede ser adaptar la parábola al formato vídeo.
La versión que pongo de la historia a continuación proviene de Microsiervos: «Un grupo de científicos encerró a cinco monos en una jaula, en cuyo centro colocaron una escalera y, sobre ella, un montón de bananas. Cuando uno de los monos subía la escalera para agarrar las bananas los científicos lanzaban un chorro de agua fría sobre los que se quedaban en el suelo. Pasado algún tiempo, los monos aprendieron la relación entre la escalera y el agua, de modo que cuando un mono iba a subir la escalera, los otros lo molían a palos. Después de haberse repetido varias veces la experiencia, ningún mono osaba subir la escalera, a pesar de la tentación de las bananas. Entonces, los científicos sustituyeron a uno de los monos por otro nuevo. Lo primero que hizo el mono novato tan pronto como vio las bananas fue subir la escalera. Los otros, rápidamente, lo bajaron y le pegaron antes de que saliera el agua fría sobre ellos. Después de algunas palizas, el nuevo integrante del grupo nunca más subió por la escalera.
Un segundo mono fue sustituido, y ocurrió lo mismo con el que entró en su lugar. El primer sustituido participó con especial entusiasmo en la paliza al nuevo, sin que cayera agua fría sobre ellos. Un tercero fue cambiado, y se repitió el suceso. El cuarto, y finalmente el quinto de los monos originales fueron sustituidos también por otros nuevos. Los científicos se quedaron con un grupo de cinco monos que, a pesar de no haber recibido nunca una ducha de agua fría, continuaban golpeando a aquél que intentaba llegar hasta las bananas. Si fuera posible preguntar a alguno de ellos por qué pegaban con tanto ímpetu al que subía a por los plátanos, con certeza ésta sería la respuesta: No lo sé. Aquí, las cosas siempre se han hecho así».
Historia con gancho, pero…
No se puede negar que la historia tiene su gancho, aunque hay un par de cosas que no me llegan a encajar del todo. Frecuentemente se le suele poner al final un par de añadidos bastante sospechosos. Una moralina simplona que dice «No pierdas la oportunidad de contar esta historia a tus amigos, para que, de una o de otra manera, se pregunten por qué están golpeando y por qué estamos haciendo las cosas de una manera, si a lo mejor las podemos hacer de otra» y una cita atribuida a Albert Einstein: «Como dijo Albert Einstein, ¡Triste época la nuestra! Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio».
Además, la parábola suele aparecer más con un enfoque de libro de autoayuda o para reforzar el éxito empresarial que como un estudio serio del comportamiento animal.
Adivina qué ocurre si tratas de averiguar quiénes fueron esos científicos que realizaron el experimento. Efectivamente: no se encuentra nada. Cualquier página no hace sino repetir la misma historia con idénticas palabras. Como al final del relato se le pone una cita de Einstein he visto alguna página en la que se ha interpretado eso erróneamente y se le ha atribuido el experimento al físico alemán. No me imagino al pobre Einstein lanzando chorros de agua fría a los monos.
¿Experimento científico?
Si se sigue investigando un poco más se empieza a descubrir, por lo menos superficialmente, el origen de la historia. Michael Michalko, consultor creativo del mundo empresarial, contó la historia en su blog y un primatólogo le dejó un comentario diciéndole que el experimento le parecía dudoso y preguntándole en qué estudios se basaba. Michalko le contestó diciéndole que la historia se había originado en un estudio que un tal Stephenson realizó en 1967 titulado Cultural acquisition of a specific learned response among rhesus monkeys. Aunque parece que el experimento de Stephenson fue en realidad bastante distinto a la historia que se acabó contando al final.
En relación con Stephenson, el psicólogo Bennett Jeff Galef puso en duda que en la década de los 60 nadie hubiera podido reproducir un experimento tan complejo como el que se describe en la historia. Según Galef la historia parece más bien una mezcla del experimento de Stephenson con el trabajo de Wolfgang Köhler con los chimpancés, el de Jacob y Cambell sobre la arbitrariedad de las normas a través de generaciones en seres humanos y los estudios de Susan Mineka ‒que revisó el trabajo de Stephenson‒.
¿Por qué no simplemente quedarse con lo bonito del mensaje y seguir insistiendo en saber si el experimento fue real o no? Primero, porque si el experimento nunca se hizo la historia no puede ser completamente fiable ‒y de hecho Mineka demuestra que no lo es‒. Segundo, por la manera en la que se ha difundido y se sigue difundiendo. ¿De verdad hace falta presentarlo como un experimento científico y no como lo que realmente es, un mito? Cuando uno lee una página o un blog en Internet espera, quizá demasiado inocentemente, que la información sea algo más que un copia y pega y que esté mínimamente contrastada.
Nosotros somos aquellos
Y he aquí el punto en que la parábola se convierte en paradoja. Los que reproducen la historia de los monos sin contrastar ni las fuentes ni su veracidad están cayendo en el mismo error en que caen los monos del relato. No es que nadie vaya a echarles un chorro de agua fría, pero sí repiten una y otra vez, por inercia y sin cuestionarse, un comportamiento determinado, un paradigma que podría ser erróneo. Bien podrían decir aquello de «No lo sé. Aquí, las cosas siempre se han hecho así». Por favor, hagamos que el sacrificio de esos cinco pobres monos no haya sido inútil e intentemos ofrecer informaciones veraces y contrastadas.