“Querés falopa”
Victoria.- Un grupo de chicos de entre 13 y 14 años se juntó en Plaza San Martín, algo habitual desde épocas históricas en nuestra ciudad, lugar de encuentro, de juntadas de adolescentes para compartir las vivencias propias de la edad. En general esto se produce a última hora de la tarde, especialmente los fines de semana y días feriados. Allí la entrada de la noche los encuentra disfrutando de los juegos y charlas que se dan entre adolescentes.
En este caso, alrededor de las 21,30 del sábado, una noche gélida con poca gente en la calle, se desconcentraron pero no en grupo; dio la casualidad que todos se dirigían a distintos lugares y uno de ellos, que vive a 5 cuadras del mencionado paseo público, se fue caminando solo por calle Maipú.
Con solo 13 años comprobó que tres muchachos mayores, que le pareció eran alumnos de 2° año, se acercaron sigilosamente, lo que le generó nervios y aprensión, porque lo venían siguiendo desde que salió de la plaza.
“Queres falopa, acá tenemos”. Obviamente la respuesta fue un contundente no, pero como se acercaban bastante comenzaron las amenazas. Por suerte esto ocurrió a menos de dos cuadras de su casa y siguió caminando, temblando de miedo. Además estaba listo para correr pero con temor de disparar, ante la posibilidad de que los más grandes lo alcanzarían.
Los “ofertantes” comenzaron a amenazarlo y por supuesto Alberto (nombre figurado), había guardado entre el pantalón y la ropa interior el celular, porque sospechó que el próximo paso que darían los perseguidores sería quitarle este aparato.
Hubo gritos de ambas partes, corridas y finalmente el chico llegó a su casa, contó que estaba temblando y con una taquicardia que le golpeaba el pecho, muy nervioso -seguramente producto del estrés-, relatando lo sucedido a la familia.
Es dable aclarar que el protagonista de este episodio es hijo de una familia de clase media, bien constituida, con padres presentes, que se dedican a darle formación y apoyo en los estudios.
Esto ocurrió en pleno centro, con un grupo de adolescentes ofreciendo drogas a menores y en base a lo que conocemos es un mecanismo propio de la logística de los narcos; primero le dan un paquete por 10 pesos para que pruebe, o gratis, y a medida que la adicción crece llegan los problemas para el chico que consume y por supuesto aún más grave para la familia.
Es muy común que en esta franja etaria se conozcan por los nombres o apelativos, se da entre adolescentes pero no tienen idea del apellido de los que se juntan con ellos o los que los acechan, tampoco donde viven, y esto imposibilita identificar, reconocer e investigar estas cuestiones. Esto es importante porque ahora hay una Ley de Narcomenudeo que le dio un arma más a la justicia para combatir este flagelo. Claro que tratándose de menores aparecen las limitaciones para los procedimientos. En definitiva, esta historia real pretende ser un alerta para los padres de chicos de corta edad. Esto ocurrió el sábado 21 aproximadamente a las 22 horas.