Que no nos falte el humor ni el consuelo
** Aun explotando el humor para reírnos de nuestros infortunios, los argentinos estamos un tanto desolados, confundidos, tristes o indignados según el carácter de cada uno frente a situaciones complicadas, y no hallamos quien nos escuche. Tenemos que oír sandeces todos los días pero ¿y quién oirá las nuestras?
** En el cristianismo la confesión es absolutoria; confesar no solo nuestros egoísmos y maldades, es cargarlas a la cuenta del Redentor que pagó por nosotros ante el Padre en la cruz. Pero hay otras cargas que llevamos y se descargan a través de la queja, que necesitan de alguien que nos escuche sin condiciones ni penitencias y se compadezca.
Sí, claro, ¿o no es un tremendo alivio hallar a alguien que se compadece de nuestros males? Está claro, necesitamos un Compadecer Público.
** Estábamos a punto de proponer un Consolador Público, que es casi lo mismo, pero es prudente no incrementar la confusión después de la fama que alcanzó el consolador a batería que sorteaba Cerruti, la portavoz de Alberto Fernández.
¿No lo supo? La portavoza (si quisiéramos ser inclusivos) se anotó en el sorteo de un vibrador personal y a través de su Instagram lo compartió con dos amigas, una de ellas la periodista Nancy Pazos, y ya viste cómo somos los periodistas… se supo.
** Ocurrió el día del ‘Amigue’ bajo la consigna ‘tu clítoris es tu mejor amigue, hacele un regalo’. Nadie se metería con esos arrobamientos tan íntimos y particulares si la funcionaria no lo hiciera justo durante los días calientes del gobierno, con la gilada corriendo a comprar dólar blue a 350 y pico, que ahora tendrán que vender a 320. No vamos a decirle a Cerruti que eso no se hace mientras hay miles de piqueteros copando calles y plazas, porque eso es algo cotidiano, pero sí reprocharle su frivolidad… Es como si en medio de esta crisis económica, educativa, social y moral que quiere remontar pero es un gato queriendo trepar una pared de mármol, Alberto saliera alegremente a inaugurar la restauración de un colectivo. ¿No es cierto?
La figura del Compadecedor público
** Volvamos al Compadecedor Público, y quien quiera llamarle Consolador, llámelo así. Se trata de reclutar a voluntarios y voluntarias ubicándolos luego por turnos en las plazas, bares, e incluso en todas las oficinas públicas y comisarías. La persona angustiada o indignada llega con su carga anímica y la descarga: “¿¡Podés creer!? Mi marido se hizo fan de Milei y ahora el pelado de m… se quiere peinar como Milei y no le sale, eso lo pone cabrero y me lo tengo que bancar yo, justo yo que tengo pies planos y…”
El Compadecedor o Consolador responde: “¿No me diga? ¡Pero qué barbaridad, así no se puede vivir más, entiendo su disgusto y la compadezco, déjeme que le dé un abrazo!…”
** Otro: “Pasé por la verdulería y no se puede creer como te afanan con el precio del rabanito y la acelga, y ¿sabe qué es lo peor?, que no sé a quién echarle la culpa y eso es frustrante”.
El compadecedor: “¡Pero qué locura! ¿qué te pasa mundo?, si no me lo dijera usted no podría creerlo, mire que no encontrar a nadie para echarle la culpa habiendo tanto macrista dando vueltas por ahí…”
En fin, oidores voluntarios que se ofrezcan como puching-ball (bolsa de boxeo) para los sufrientes argentinos que necesitan desahogarse para poder seguir tragando. ¿Es mucho pedir?
Hablemos en serio
** Esta fue una semana en la que se tranquilizaron un poco los memes de humor político, el tik tok y todas esas peligrosas herramientas que el cipayaje cibernético usa para destituir a un gobierno. Solo porque estuvieron lerdos se salvó el atuendo de la hasta ayer ministra de Economía, vestida como para un pijama party durante una reunión con gobernadores convenientemente acorbatados. O quizás se compadecieron. Jardín Florido Batakis hizo acuerdos y promesas con el FMI, y cuando terminó, Alberto o quien se lo haya ordenado, le mandó un Whatsapp diciendo que se quede a hacer temporada en Miami. A esa hora ya había una foto de Alberto con Massita. Si, existió, solo que Cerruti no pudo difundirla porque a Massita le asomaba la punta del serrucho abajo del saco.
** En el país donde el que no aplaude es golpista y destituyente, el humor corre peligro y afloja. No aprenden nunca los humoristas. No pudieron con Menem que les resistió diez años bombardeado por dibujantes conspiradores como Nik y otros de los tantos camuflados bajo la cobardía del seudónimo, como Quino. ¿Quién era Quino? A la hora de su funeral fue revelada imprudentemente su verdadera identidad: Joaquín Salvador Lavado. El propio Quino tenía un apellido para el chiste y los ofendidos no lo sabían. Se perdieron la oportunidad del contraataque, que sí tuvo Brancatelli esta semana tras enojarse con el influencer Santi Maratea y a falta de argumentos más sólidos lo llamó Santi ‘Manotea’ ¿?.
** “¿De qué vive el ganso este?, ¿labura?”, lo cruzó Branca a Maratea en su cuenta de Twitter, enojado porque “comenzó a incursionar en el discurso político” como si eso fuese un delito. Avivate Maratea, atá tu bandera al carro de un ganador; si tu discurso le cayera bien a Brancatelli te elogiaría por Twitter y te ganarías ese bonus track. Hacete amigo.
** El entredicho con Maratea se armó cuando el influencer se indignó porque Máximo Kirchner, al declarar sus bienes, admitió que ‘en blanco’ tiene 400 millones de mangos, que en parte son bienes declarados a valor fiscal, imaginate lo que pueden valer en el mercado real. Branca le erró de chiste al replicarle a Maratea, quedaba mucho más gracioso si decía que Máximo se lo ganó a pulmón, laburando desde los 40 años como diputado nacional. Si vas a hacer humor, hacelo bien Branca.
Ya no da para tinturas
** La batería de memes recrudeció a partir del miércoles de esta semana y materia prima les sobra, incluso se han visto algunos muy tiernos, donde a Alberto, con su mejor sonrisa enmarcada bajo su bigote chamaco, refiriéndose amorosamente a los jubilados le hacen decir: “…Quiero que sean felices, como la Oma, que es feliz con poco, mejor es decir con nada”. Faltó decir que la Oma era rubia y se ve… que ya no le da para tinturas. ** Todo esto mientras la horrible sensación de un estallido social en ciernes, nos quita rápidamente la sonrisa que nos pretenden sacar los creativos de aquel cibermundillo circense. Mientras, un superministro se nos ofrece como la solución definitiva, como si el fruto del árbol envenenado perdiera su letalidad solo porque le cambiarán el agua de riego.