¿Por qué Crespo crece a ritmo más lento entre censo y censo?
Si observamos la información de los últimos cuatro censos, es evidente la caída del crecimiento de la población crespense, luego de un empuje inicial en las últimas décadas del siglo pasado cuando se sumaba al crecimiento vegetativo un potente flujo migratorio. Entre 1991 y 2001 la población local creció 28,4%; de 2001 a 2010, 15,8%. Ahora, apenas 5,8% acumulado en doce años. El dato de este año es demoledor: crecemos menos de la mitad frente al promedio del país. Que es bajo a nivel mundial y latinoamericano.
Ni la política ni la corrupción
Lo primero es la veracidad de los resultados. No hay dudas sobre el trabajo de los censistas y el operativo censal. Este año, por ejemplo, no solo se censó arduamente durante la jornada del 18 de mayo. Además, durante cinco días posteriores se siguió yendo a las viviendas pendientes.
Es uno de esos casos donde tampoco se tiene a mano el latiguillo fácil contra ‘la política’ o ‘es culpa de la corrupción’. Con sus más y sus menos, todas las administraciones locales han tenido como objetivo promover la obra pública, apoyar el desarrollo económico y auxiliar a las franjas más desposeídas, en la medida que dan las posibilidades del presupuesto municipal. Tres cuestiones que siempre captan inmigrantes y generan arraigo en los nativos. A las respuestas conviene buscarlas en el mismo desarrollo de la ciudad en los últimos tiempos. Crespo ya no atrae como antes y comienza a expulsar a muchos hijos que parten en busca de otras oportunidades. ¿Por qué?
Los que trabajan
Veamos algunos datos que nos ofrecen las estadísticas y las noticias.
Crespo es una ciudad muy cara. Los informes mensuales de canasta básica realizados por la OME demuestran que mes a mes la inflación local supera los promedios nacionales. Inflación más alta pero con los mismos sueldos de las paritarias sectoriales que se ajustan con el Indec, no con la OME.
Otro punto. El sacrificio para llegar a la casa propia paga un precio muy alto. El principal escollo es el valor de los terrenos, que si bien se pueden pagar a largo plazo, los saldos son rigurosamente actualizados a índices que los salarios no llegan a igualar. Sirvieron en su momento a muchas personas favorecidas por mejores ingresos para el trabajador dependiente o autónomo, pero eso cambió. El modelo local es una caricatura del modelo norteamericano que durante los ‘treinta años gloriosos’ luego de la segunda posguerra, llenó de chalets agradables las periferias urbanas yanquis, en base a crédito bancario barato a treinta años, empleos y sueldos seguros a cuarenta años. Por acá, lo único seguro y para nada barato es el precio de los inmuebles. A esto se agrega el precio de los alquileres. Ya se está dando el fenómeno de familias itinerantes, que cada tanto dejan una casa en busca de otra más barata. Lo mismo le pasa al resuelto emprendedor que quiere abrirse camino, mientras peregrina de local en local.
Aquí, las declaraciones y leyes sobre derecho a la vivienda son letra muerta, a menos que se tengan ingresos tan malos que permitan encuadrar para IAPV en algún lote municipal sobrante. Terrenos que tampoco sobran.
Las jóvenes familias de ingresos medios van clausurando sus esperanzas de casa propia. En otros tiempos: buen empleo, autito, casamiento, hijos, vivienda, mejor cargo. O independencia laboral. Era la línea de tiempo de la clase media en ascenso. Pero ya no.
Agreguemos la saturación de profesionales, comercios y oficios, en casi todos los rubros. Crespo sigue siendo una ‘ciudad de changas’, el comercio sigue vendiendo, muchos universitarios siguen apostando a su estudio propio. Pero es cada vez más difícil sostener con realidades las promesas de la cara más amable y superficial de ‘mi Crespo lindo’.
Las élites
Hasta aquí lo que pasa a trabajadores y clase media. ¿Qué comportamientos tiene la clase alta, las élites locales? ¿Son ‘generadores de mano de obra’ como les gusta presentarse en público?
En general, una empresa local que le va bien se consolida mudándose al Parque Industrial. No son muchas las grandes y nuevas inversiones que impacten de lleno en la demanda laboral. Al contrario. Sagemüller se está desguazando sin nobleza. Cayó Waigel y arrastró a buena parte de nuestra comunidad y sus certezas.
A menudo, las terceras generaciones no están moldeadas con la madera de sus abuelos y padres. La molicie de la vida regalada y la cultura de lo fácil y ¡ya!, que debiera servir como opio para las clases dominadas, ingresó al hogar de muchas ‘familias tradicionales’. Y se nota. Disponer discrecionalmente de la plusvalía que genera el trabajo proletario exige responsabilidades como contrapartida, si se quiere seguir perteneciendo a la clase dominante. Esa verdad pinta al mundo y se dibuja en cada aldea del planeta. Incluida Crespo.
La Agrícola Regional es el contraejemplo irrefutable. Una cooperativa centenaria que se consolida porque cada recambio gerencial se hace buscando entre los mejores, sin importar si no son hijos o sobrinos de los que se jubilan. Y para cada uno, el ascenso está limitado, en primera instancia, sólo por su capacidad. ¿Si la capacidad hubiese sido el fundamento gerencial, cuántos buenos empleados del corralón más importante de la provincia habrían evitado el desastre, tomando a tiempo el timón del barco que hundió la nueva generación familiar hace más de una década?
Ciudad cara, viviendas imposibles, oportunidades saturadas, trabajadores sin piso firme, élites sin templanza. El estancamiento demográfico de Crespo es síntoma del estancamiento argentino que nos está llegando. ¿Y por qué debería ser diferente, si navegamos en el mismo barco?