Para qué hacemos periodismo
Las perspectivas y desafíos del periodismo no se resuelven cada 7 de Junio, quizás solamente tengamos la posibilidad de reflexionar sobre lo que hacemos, aquello que proponemos frente a decenas de miles de opciones que tiene el potencial lector.
Nos valemos de una premisa: fortalecer esa labor que emprendemos desde el interior del interior. Desde pueblos que están al lado de la capital provincial que también opera sus propios discursos frente a la centralidad del país.
Todos necesitamos una cuota de originalidad y de localidad, es fundamental para que no caigamos en esa agenda nacional que nos invisibiliza, a menos que sea inevitable.
En más de una oportunidad, intentando esquivar el lugar común, terminamos en el pasado, casi inmersos en un archivo de papel amarillo que desgasta la vista y nos ayuda a dibujar una sonrisa cómplice: ¡Esto está bueno para traerlo al presente! Pensamos y lo ponemos. Tenemos ese lugar donde volverlo a imprimir, ahora con un sesgo de actualidad, pero también porque entendemos que sigue igual o peor; o por porque cambió y resulta de color tanto como ese papel resistiéndose al paso del tiempo.
Hoy lejos de escandalizarnos por el corte y pegue cómodo y simplista de las nuevas tecnologías, asistimos a la hora de la Cura de Contenidos o selección a conciencia, con criterio de ciertos y determinados materiales, frente a esa infoxicación (definido como una intoxicación de información — N. de R.) que inunda la red de redes. Allí, sobre ese número casi infinito de teorías e investigaciones a disposición, hay que discernir entre lo verdadero y lo falso, lo útil y accesorio, lo actual y aquello que no tiene sentido replicar; porque el gancho o el enlace a lo cotidiano y cercano, depende del que está practicando esa operación de caracteres para volcarla a un nuevo artículo.
Los 7 de junio, como éste próximo martes, vienen ansiosos de certezas, ávidos de buenos momentos. Porque no hay un periodismo bueno y otro infame, hay personas que lo llevan adelante con intenciones distintas.
La cuota de partidismo parece volver a generar tantos sitios amigos como detractores, buscando ese nicho de mercado que hoy alientan las redes sociales. Sí esas que si se lo permitís —y no viene siendo fácil abstraerse— te muestran aquello que coincide con tus gustos y preferencias, sobre la base de tus consumos.
Casi como un mea culpa, adolecemos de diálogo entre posturas volviéndolas antagónicas, y en ocasiones, se las alienta.
También, en este 2022 hay que tener mucha cintura para sortear la crítica de aquello en lo que no estamos de acuerdo, porque vivimos un tiempo de fanatismos por doquier, donde: si es nuevo es bueno. En eso no coincidimos, al menos como afirmación necesitaría de otros argumentos más allá de la novedad.
Por otro lado, sabemos que palabras como segmentación y diversidad marcan una agenda virtual, que pone énfasis en la construcción de públicos que irrumpen a la escena mediática cada vez a más corta edad, dejando de lado aquella noción de Medios Masivos de Comunicación, en los que ya no se trabaja ideológicamente por la Nación, sino donde se moldean usuarios o seguidores; términos que asestan en los pilares mismos de ese universo homogéneo y cautivo de los ‘grande medios’.
Sin embargo, los espacios locales resisten, se atrincheran en esa cuota de cercanía y defienden ese criterio con entereza. Allí, el recurso humano es el eje de su lógica, más allá de lo publicitario, necesita de los que hacen, o se volverá más de lo mismo.
Por éstas y otras tantas otras razones, reflexionar sobre este 7 de Junio obliga a sostener esa cuota local con más fuerza que nunca, y alienta a mirar más allá, poniendo en contexto y sin perderse en la maraña de inacabadas promesas superadoras.
No cualquiera puede ser periodista por el solo hecho de escribir en tal o cual plataforma, hay determinadas cuestiones que hay que respetar. No todo da lo mismo; esta tarea demanda tiempo, criterio, formación, creatividad, ecuanimidad, y una mínima cuota de valentía para hacer.