Por Jorge Nicolás Lafferriere.- El pasado 10 de junio de 2019 se dio a conocer el nuevo documento titulado “Varón y mujer los creó. Para una vía de diálogo sobre la cuestión del genero en la educación” de la Congregación para la Educación Católica de la Santa Sede.

El documento, que está fechado el 2 de febrero de 2019 y lleva la firma del Prefecto de la Congregación, Cardenal Giuseppe Versaldi, y del Secretario, Mons. Angelo V. Zani, responde a un creciente desafío que se plantea hoy en todos los ámbitos de la educación católica: la creciente incidencia que tiene la ideología de género.

Los 57 parágrafos del texto se estructuran en tres capítulos, además de la introducción y la conclusión: i) escuchar, que contiene una breve historia de los enfoques que han surgido en las últimas décadas, una síntesis de algunos “puntos de encuentro” y una enunciación de puntos de crítica que “se presentan en la vida real”; ii) razonar, que ofrece argumentos racionales que buscan iluminar los puntos de encuentro y la crítica; iii) proponer, donde se despliegan las propuestas de la antropología cristiana en cuatro ámbitos: la familia, la escuela, la sociedad y la formación de formadores.

En una primera aproximación al documento, podemos ofrecer algunos puntos de reflexión:

En los dos primeros parágrafos se presentan las claves del lectura del documento. Allí se habla de una “desorientación antropológica” que caracteriza a nuestro tiempo, de una “emergencia educativa” por “caminos educativos” contrarios a la fe y a la justa razón, de una opción individualista que deriva en la ideología de género y de un desafío para la misión educativa de la Iglesia.

Prontamente, se advierte que el documento reconoce la complejidad del desafío. Ciertamente hay elementos de confusión y desorientación cultural, pero también hay una ideología que busca “imponerse como un pensamiento único que determine incluso la educación de los niños” (n. 6, citando al Papa Francisco en Amoris Laetitia n. 56).

El camino elegido es el del diálogo, reafirmando con claridad la propia identidad, buscando puntos de encuentro, realizando críticas precisas y claras en base a argumentos racionales y ofreciendo propuestas para el camino educativo. En tal sentido, podemos ver en el documento una hoja de ruta para las instituciones y las personas que están dedicadas al mundo educativo sobre cómo abordar este complejo tema.

El documento abreva en dos líneas del Magisterio eclesial reciente: los documentos referidos a la familia y los que refieren a la educación. Sobresalen las citas de los Papas Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco, en la perspectiva general del Concilio Vaticano II.

El problema de fondo que subyace a esta ideología es “una creciente contraposición entre naturaleza y cultura” (n. 12). Así, la consolidación de que el género depende la actitud subjetiva de la persona, que puede elegir un género que no corresponde con su sexualidad biológica, lleva a que aparezcan las teorías queer (es decir, una dimensión fluida, flexible, nómada), los poliamoríos (n. 13) y el reconocimiento público de la libertad de elección del género y la pluralidad de uniones en oposición al matrimonio entre varón y mujer (n. 14).

Entre los puntos de encuentro que el documento rescata se encuentran: la lucha contra toda injusta discriminación (n. 15), el respeto a cada persona (n. 16), la comprensión antropológica de los valores de la feminidad (n. 17) y la fortaleza de la mujer para “entender la realidad de un modo único”, en una forma de maternidad afectiva, cultural y espiritual de un valor “inestimable” (n. 18).

En cuanto a las críticas, se advierte sobre el proceso de alejamiento de la naturaleza hacia una opción total para la decisión del sujeto emocional (n. 19), un dualismo antropológico que conduce a considerar al cuerpo como materia inerte, manipulable por una voluntad absoluta (n. 20), la utopía de lo “neutro” que consiste en la negación de la diferencia y reciprocidad natural de varón y mujer (n. 21), y la exaltación individualista de la libertad (n. 22).

Uno de los ejes centrales del documento es la centralidad del cuerpo, rectamente entendido. Dice el n. 24, con cita a Juan Pablo II en Veritatis Splendor: “hay argumentos racionales que aclaran la centralidad del cuerpo como un elemento integral de la identidad personal y las relaciones familiares. El cuerpo es la subjetividad que comunica la identidad del ser”. Lo corporal a su vez se proyecta sobre el “proceso de identificación” (n. 25) y el documento llama la atención sobre el oscurecimiento de la sexualidad como una calificación estructurante de la identidad masculina y femenina (n. 25). Junto con los argumentos filosóficos sobre la diferencia sexual como constitutiva de la identidad humana, se señala la importancia de la alteridad para la formación de la identidad (n. 27). Esta complementariedad fisiológica también tiene consecuencias en el plano de la procreación (n. 28). En este punto, el documento recuerda que “el uso de la tecnología no es equivalente a la concepción natural, porque implica manipulación de embriones humanos, fragmentación de la paternidad, instrumentalización y/o mercantilización del cuerpo humano, así como reducción del ser humano a objeto de una tecnología científica” (n. 28). Finalmente, en el n. 29 el texto señala la importancia de que en la educación no se excluya la dimensión trascendente de la persona y se realice un verdadero diálogo entre fe y razón.

Las propuestas que ofrece el documento comienzan con la presentación de la antropología cristiana, pues “no es posible estructurar correctamente un camino educativo que sea coherente con la naturaleza del hombre como persona, con el fin de orientarlo hacia la plena actuación de su identidad sexual en el contexto de la vocación al don de sí mismo” (n. 30). Desde el relato bíblico del Génesis (31), incluyendo la unidad de cuerpo y alma (32), la apertura a la relacionalidad con Dios y con los demás (33), la raíz metafísica de la diferencia sexual (34) y el significado del cuerpo en su femineidad o masculinidad (35).

En cuanto a la familia, el documento rescata dos derechos: “El primero es el derecho de la familia a ser reconocida como el principal espacio pedagógico primario para la formación del niño” (n. 37). El otro derecho “es el del niño a crecer en una familia, con un padre y una madre capaces de crear un ambiente idóneo para su desarrollo y su madurez afectiva” (38).

En cuanto a la escuela, destaca el texto que se configure como tal “para la persona y las personas”, como una comunidad educativa. También se refiere a la tarea de los educadores cristianos en escuelas no católicas (41) y a la necesidad de un lenguaje adecuado y moderado.

En lo referido a la sociedad, resulta incisiva la crítica que se dirige a la ideología de género, que no se queda en una condena basada en principios antropológicos, sino que puntualiza las graves consecuencias que esta ideología tiene para las personas, las familias y la sociedad. El documento sigue al Papa Francisco en su intervención en un Coloquio internacional sobre la complementariedad del hombre y la mujer realizado en Roma en 2014: “La transformación de las relaciones interpersonales y sociales «ha ondeado con frecuencia la “bandera de la libertad”, pero en realidad ha traído devastación espiritual y material a innumerables seres humanos, especialmente a los más vulnerables. Es cada vez más evidente que la decadencia de la cultura del matrimonio está asociada a un aumento de pobreza y a una serie de numerosos otros problemas sociales que azotan de forma desproporcionada a las mujeres, los niños y los ancianos. Y son siempre ellos quienes sufren más en esta crisis» (n. 43). El documento aboga por una alianza educativa entre la familia, la escuela y la sociedad y rescata la importancia del principio de subsidiariedad (n. 46).

El documento se detiene a considerar un problema particularmente decisivo: la formación de los formadores. “No se trata solamente de una simple repetición de argumentos disciplinarios” (n. 47). Se trata de acompañar a los alumnos “hacia objetivos elevados y desafiantes”. Luego de hablar de la autoridad del educador (n. 48) y de la comunidad educativa, el documento enfatiza la importancia de la autonomía y la libertad de enseñanza (n. 51).

En las conclusiones encontramos una definición de mucha importancia: “Un Estado democrático no puede, de hecho, reducir la propuesta educativa a un solo pensamiento, especialmente en un asunto tan delicado que toca la visión fundamental de la naturaleza humana y el derecho natural de los padres a tener una opción de educación libre, siempre de acuerdo con la dignidad de la persona humana” (n. 55).

El documento se ofrece como una propuesta para abordar este gran desafío que significa educar para el amor, buscando transformar los desafíos actuales en oportunidades (n. 54), sabiendo que están en juego personas concretas, que tiene por delante su realización en el horizonte decisivo de la complementariedad varón y mujer, bajo la Providente guía de Dios.

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