Una jornada que habló de nosotros
Nuestra ciudad celebró 214 años de vida
“Que el recuerdo de aquel 13 de mayo de 1810 nos ayude a construir”
Victoria.- En un acto que tuvo lugar el lunes 13 de mayo en horas de la mañana, se evocó en las Siete Colinas aquella primera misa que se hiciera en 1810 en aquel pequeño oratorio, continuando durante toda la jornada con un desfile, números musicales y discursos conmemorativos.
Durante la mañana, previo al izamiento del pabellón nacional, a las 11:00 se realizó la solemne Misa de Apertura Fundacional en Basílica Nuestra Señora de Aránzazu celebrada por los sacerdotes Marcelo Carraza y Maximiliano Vanerio, junto al diácono permanente Carlos Paniagua y los acólitos Jeremías Barrios, José María Cabello y Enzo Oberti.
Participaron de la misma la intendente Isa Castagnino, el viceintendente Andrés Marchese y la diputada provincial, María Laura Stratta; quienes estuvieron acompañados del staff de funcionarios municipales; cuerpo de ediles; Juez Federal Dr. Federico Martín; Juez de Paz con despacho a cargo Dr. Carlos Pacher; Jefe Departamental de Policía Comisario Mayor Claudio Passadore; ex Combatientes de Malvinas; fuerzas de seguridad y Unidad Penal N° 5 Ramón Febre; Sociedad Italiana presidente Virginia Sosa; instituciones sociales de la sociedad victoriense y demás actores sociales.
"Ojalá que celebrar aquella primera misa nos ayude a vivir en comunión”
En su homilía, el presbítero Carraza hizo hincapié en la importancia de la fraternidad, «el recuerdo de aquella primera misa nos invita a muchas cosas que van mas allá de la religión, lo primero es tener presente a Dios, mas allá de los templos adorar a Dios y amar al prójimo, mirar y tener en cuenta esa relación de hermanos», agregando luego «es en el corazón profundo del hombre donde está la realidad», para sellar su comentario invitando a la empatía y solidaridad para con los más vulnerables.
Al traer a su alocución aquella primer misa celebrada en el entonces oratorio, expuso la bonhomía de la comunidad, «ojalá que aquella primera misa nos haga crecer en comunión, lo que nos ayudará a construir algo distinto», destacando luego la tríada de signos que Dios pide a cada comunidad: paz, justicia y amor; exponiendo luego la belleza que define y sella al templo basilical, «nuestro templo es hermosísimo, debemos estar orgullosos y ojalá siempre podamos mantenerlo…nosotros como victorienses podemos vivir ese espíritu del reino de Dios,…nosotros somos la edificación con gestos, amor y construcción».
«Le agradecemos a Dios que haya estado en medio de nosotros desde aquella primera misa en 1810, podemos ser hermanos y asi hacer realidad que este templo sea un signo que todos podamos construir juntos y sea lo mejor para nuestro pueblo…la palabra templo que no es una palabra del cristianismo, sino de una religión pagana….allí habita la paz, el amor y la justicia de Dios».
Una Victoria “llamada Victoria”
Más de doscientos años de historia, enmarcan la vida de Las Siete Colinas, donde el oratorio, hoy casa basilical, fue el epicentro de las personas de aquella época con Don Salvador Joaquín de Ezpeleta a la cabeza, que bregaban por una organización administrativa; efectivizando aquel objetivo, el 13 de mayo de 1810.
Doscientos catorce años caminados entre «matanzas» y «renacimientos», que hoy se reflejan en un crecimiento vasto y sostenido en el tiempo y que son la siembra y cosecha de aquellos sangrientos días, donde allá por 1750 dieron lugar a lo que hoy se conoce como el Cerro de la Matanza.
El 13 de mayo de 1810 se toma como fundación administrativa, ya que después de la expulsión indígena, deja de ser dispersa, para nuclearse alrededor del oratorio; región poblada por entonces por los indios chanás timbúes en la Costa del Paraná; en tanto que en la del Uruguay se encontraban los charrúas, conocidos por su belicosidad.
Un escenario aquel, donde Don Salvador Joaquín de Ezpeleta (1765-1835), comerciante afincado en Paraná, que venía recurrentemente a Victoria, por sus trabajos en la piedra caliza; cobró estructural protagonismo, siendo quien instaló la advocación mariana vasca, de Nuestra Señora de Aránzazu, estructura y pilar de la religiosidad del entonces Oratorio, hoy Basílica.
El nombre de Victoria fue puesto, por el entonces gobernador Juan León Sola, quien con esa palabra quiso reconocer la victoria de las tropas federales sobre las unitarias , ya que él adhería a la causa federal.
Un 13 de mayo de 2024 que hizo espejo en aquel 13 de mayo de 1810, cuando el oratorio, hoy casa basilical, era el epicentro de arengas de muchas personas de aquella época con Don Salvador Joaquín de Ezpeleta a la cabeza, que bregaban por una organización administrativa; la que finalmente se efectivizó.