Navidemia, una Navidad “como Dios manda”
Por Luis Jacobi
Estamos a solo 76 días de la fiesta navideña. Nada. ¿Qué son diez u once semanas? Vistas desde acá, en el punto de largada de este último tramo del año, pueden parecernos un largo camino, pero cuando lo miremos desde el último día del año hacia atrás nos habrá parecido apenas un ligero vuelo de golondrina. Son percepciones, porque ¿qué es el tiempo sino una percepción? El día más deseado tarda en llegar y el día más temido llega presurosamente.
Es octubre y el mañana es incierto y afligente, por eso, es probable que los diletantes del Carpe diem (aprovecha el día) que nos dejó el poeta romano Horacio, estén mejor preparados para controlar ese ácido que corroe las venas del ser humano, llamado estrés.
A solo diez semanas de la Nochebuena, necesitamos de muchos optimistas que nos digan que será una fiesta fantástica de reencuentro y abrazos con familia y amigos. Empiece a buscarlos ya quien los necesite. El periodista –y yo lo soy- no es psicólogo ni maestro de autoayuda, no informa ni opina según sus emociones sino guiado por el conocimiento, la opinión fundada, los hechos, y mejor aún… por la estadística, que es realista, tiene ojos, no corazón. Sin ella correríamos el riesgo de vivir de ilusiones, como cuando en nuestro país fue desmantelado el Indec y se nos decía que el Producto Bruto crecía y la pobreza retrocedía.
Podrá parecer impropio mutar el nombre de nuestra fiesta navideña a ‘navidemia’, pero es solo un dato para la historia. En las próximas décadas, quizás siglos, será más fácil referir a la Navidemia que explicar el contexto de una Navidad inédita.
Seamos realistas. La mesa de fin de año no será como siempre. Se recomendará usar barbijo hasta la hora de cenar, utilizar vajilla descartable y guardar distancia. Recordar además que el consumo de alcohol tiende a relajar el instinto de conservación y en consecuencia habrá que moderarse en el trago. Es altamente probable que se permita el tránsito entre provincias para los que tienen familia lejos, aunque se desaconsejará los traslados. Cada provincia tendrá un protocolo específico para recibir visitantes, como una prueba de PCR negativo para poder ingresar. Al menos para los sensatos no será una Nochebuena ni un Año Nuevo de abrazos.
Quizás sea, al fin y después de todo, una Navidad “como Dios manda”, sin las grandes juntadas, con el dolor de los ausentes y la melancolía de no poder compartir la mesa siempre tan esperada; con una intimidad que quizás obligue a la introspección, en la que el homenajeado Jesús esté presente y no mirando compasivamente desde lejos a los que festejan sin saber muy bien el significado profundo de esa fecha simbólica.