Juan Coassolo: Una experiencia impresionante
Mi experiencia en la Antártida
Confesiones de un ultramaratonista que en enero correrá la prueba más exigente del mundo con bajas temperaturas extremas (-40º). Será el único argentino. Si la cumple, habrá participado en las tres ultramaratones más exigentes en el término de un año calendario.
En mi entrega anterior conté sobre esta oportunidad de viajar a la Antártida, como parte de mi preparación para la prueba AH135. Explorar la Antártida como Argentino, como deportista y amante de la naturaleza y corredor de Ultradistancia, es una experiencia única y desafiante. Poder entrenar en un entorno extremo, enfrentando condiciones climáticas severas y terrenos difíciles, añade una dimensión intensa a la preparación física y mental.
La vastedad del paisaje polar y la sensación de aislamiento ofrecen una perspectiva surrealista, convirtiendo cada momento en un desafío épico y memorable.
Las sensaciones que te imponen las bajas temperaturas en la Antártida son implacables. El frío penetra hasta los huesos, desafiando la resistencia y requiriendo una preparación meticulosa y equipo muy específico, que como corredor uno no está acostumbrado a llevar consigo.
Este tipo de viajes extremos (en este caso por la Antártida), se convierte en un camino intrépido hacia la autoconfianza. En cada paso sobre el terreno helado, en cada enfrentamiento con el viento cortante, se teje un tapiz de resistencia que fortalece no solo el cuerpo, sino también el espíritu.
La autoconfianza se nutre de la superación de desafíos aparentemente insuperables, y en este escenario polar, cada logro se convierte en un pilar de seguridad interior.
La Antártida, con su frialdad imperturbable, se convierte en un espejo que refleja la propia capacidad de enfrentar lo desconocido.
Cada día en este paisaje blanco es una oportunidad para descubrir la propia resiliencia, y con cada desafío superado, por más pequeño que nos parezca, la confianza crece como un faro en medio del vasto y helado horizonte. Así, el camino hacia la autoconfianza se pavimenta con huellas de coraje dejadas en la gélida superficie de la Antártida, transformando no solo la perspectiva del corredor extremo, sino también su creencia en sí mismo.
¿Existen los límites?
Ante la magnificencia y desafíos que la vida presenta, reconocer que existen límites es parte de nuestra humanidad. Sin embargo, es en el trabajo arduo, la responsabilidad y la dedicación, donde hallamos la capacidad de trascender esos límites aparentes. La esencia humana no se pierde en la búsqueda de lo extraordinario, sino que se encuentra en el punto de quiebre, donde la fortaleza se mezcla con la vulnerabilidad.
En la Antártida, esa grandiosidad helada se convierte en un recordatorio de nuestra propia magnificencia y fragilidad.
Enfrentar esos extremos no solo nos desafía físicamente, sino que también nos permite explorar nuestra propia esencia humana, donde la determinación se encuentra con la humildad.
Así, ante tanta magnificencia, descubrimos que nuestra capacidad de superar límites reside en la autenticidad de ser humanos, con todas nuestras fortalezas y limitaciones.
¿Y si Fracasamos?
El miedo y la posibilidad de no lograrlo son sombras que a menudo se entrelazan con los desafíos. Prepararnos para enfrentar estos temores es una parte esencial de la travesía. Es en la preparación mental, tan crucial como la física, donde construimos las herramientas para desafiar la incertidumbre.
En la Antártida, donde la grandeza del entorno puede desencadenar dudas, el corredor extremo encuentra en la preparación para el miedo una fortaleza adicional.
Visualizar el éxito, entender la magnitud del desafío y aceptar la posibilidad de fracaso, se convierten en bloques de construcción emocionales.
Así, mientras la Antártida despliega su vastedad, la preparación para el miedo se convierte en un ancla emocional, permitiendo al corredor no solo enfrentar el frío extremo sino también los temores internos. En este equilibrio entre el deseo de conquistar y el respeto por los desafíos, se forja una fortaleza que trasciende el hielo, enfrentando no solo la naturaleza implacable sino también las sombras internas.
Balance interno:
Hacer un balance reflexivo es fundamental en mi preparación para desafíos como la Arrowhead 135 en Minnesota, donde enfrentaré temperaturas extremas.
Reconocer los puntos fuertes que me llevaron a este punto es esencial; son las herramientas que me respaldarán en los momentos más difíciles. Al mismo tiempo, identificar las áreas débiles me brinda la oportunidad de fortalecerlas y minimizar los obstáculos. En carreras tan exigentes, conocerse a uno mismo, sin filtros, es la clave.
Las bajas temperaturas, como las que enfrentaré, son un recordatorio constante de la necesidad de preparación física y mental. Con cada kilómetro en condiciones extremas, me adentraré en un terreno donde la sinceridad conmigo mismo se convierte en un aliado invaluable.
La experiencia acumulada hasta ahora creo que me ha sumado mucho auto conocimiento sobre mis capacidades y límites. Este conocimiento auténtico ojalá se convierta en mi brújula en los 217 km que me esperan en el mes de enero en EEUU.
La línea de llegada se dibuja no solo por la resistencia física, sino por la capacidad de confrontar la verdad de mis fortalezas y debilidades, permitiéndome superar cada desafío con una visión clara de quién soy y de lo que soy capaz.