Me cacho en todo lo que pasa
** Se lo ha visto a Dylan (el perro de Alberto, por si no lo tenés registrado) huyendo de Olivos el miércoles por la tarde después de apagar la luz y cerrar la puerta, en uno de los centenares de memes post electorales. Memes de los que nacieron hace algunos años como pompas de humor hasta convertirse en munición de guerra. Nos proporcionan salud en tanto nos arrancan alguna sonrisa o carcajada por su creatividad e ingenio. Reímos del que patinó en el barro y quedó revolcado con traje nuevo, faltándonos entender que el barro viene de una vertiente –cuando no cloacal- que amenaza con subir de nivel hasta taparnos.
** Reímos de la fotografía del domingo fatídico del kirchnerismo, con Cristina mirándolo a Alberto como esposa que hace rato quiere irse de la fiesta y él se sirve una birra más. Somos argentinos, y eso no significa ser distintos al resto de los latinoamericanos. Preferimos reír a pensar que Cris no es solo esas expresiones faciales que no sabe disimular, sino que es mujer de acción y de no medir las consecuencias. La cultura de los memes ya se instaló e influye en nuestro razonamiento diario. Si bien lo miramos a la luz de la turbulenta vida institucional argentina, se equipara con que a la tripulación del avión le pegó el Mal de la Vaca Loca y nosotros, los pasajeros, a las carcajadas en las butacas como si sus reacciones raras fuesen actuadas para una sainete.
** Reír al mirar un meme es normal. Anormal es elaborarlo como una celebración sin medir la gravedad de un golpe palaciego en la Casa Rosada. Nosotros reímos, ¿y qué?, aun sabiendo que pagaremos las consecuencias y que seremos los ‘daños colaterales’, porque en estas debacles el dólar invariablemente aprovecha la volteada y ya se sabe que es el gran rector de nuestra endeble economía desde que el general Perón se rió de él. “¿Alguno de ustedes ha visto un dólar alguna vez?”, frase histórica de la que el dólar se tomó revancha y no paró más de hacerse ver en todos los bolsillos.
Pan y partusa
** Algunos dirán que reímos pero sin tragarnos las moscas, porque en las PASO nos pusimos bien serios. Es verdad, pero el problema tiene otra dimensión y es que las crisis institucionales se pagan con dolor. Después está Luis Juez, que es un meme en sí mismo: “Alberto me hace acordar a las empresas telefónicas; lo querés dejar y te tira promos” (por su discurso del domingo por la noche).
** Seamos realistas; cuando Alberto llegó al poder parecía que venía a comerse el mundo; pasaron veinte meses y engordó como si lo hubiese logrado. Es solo un testimonio más de que los políticos no han cambiado mucho en los últimos treinta años cuando la corrupción, la frivolidad y la tilinguería perforaron el techo y el piso de la ética pública. Lo que cambió es la comunicación. Cada ciudadano alfabetizado o semialfabetizado, tiene la posibilidad de decir lo que piensa y siente, incluso de condenar sin derecho a defensa y sin conocer los antecedentes del caso, sobre el que dicta su sentencia a su modo. El ciudadano aprendió a opinar con libertad, y en ese ejercicio puede ser muy cruel. De eso deben cuidarse los políticos.
** También cambiaron los políticos en cuanto a acercar su discurso a la comprensión de la gente más sencilla. No solo se acercaron al habla popular sino que algunos se vuelven chabacanos y vulgares. Otros lo hacen por demagogia, otros (no me hagas decir otres) porque buscan el impacto mediático que los haga conocidos. Es el caso de la candidata bonaerense Tolosa Paz, que en las mediciones muchos declaraban no conocerla, hasta que dijo que “en el peronismo se garcha” y saltó a la fama, no por una propuesta de gobierno sino por una propuesta lujuriosa.
Lo que mata son las selfies
** No fue Alberto Fernández el primero que armó festichola en la residencia presidencial después de haber firmado un decreto ordenando a toda la población a no juntarse con nadie. Solo fue el que no recordó que hoy todos somos fotógrafos y capaces de una traición. Antes de la selfie eso no podía pasar.
** Si, en 1990 lo filmaron al entonces juez Oyarbide (que en paz descanse a pesar de tanto) corriendo por el pasillo de un siniestro club, vestido de conejita mientras era perseguido por machos cabríos, fue porque Jaime Stiuso (ex jefe de la Side, cuando aún no había caído en desgracia) le tendió una trampa instalando una cámara. La treta sirvió para “agarrarlo del cogote”, como el propio Oyarbide confesó a la prensa, exigiéndole pronto sobreseimiento en una causa contra el matrimonio K, por supuesto enriquecimiento ilícito. Video en mano para apretar al protagonista que se avergüenza de sus actos, se le exigió más de un fallo favorable a cambio de no convertirlo en obscena atracción de los informativos televisivos.
** Cada uno es dueño de hacer lo que le plazca; lo que está mal es avergonzarse de ello sin asumirlo, a tal punto de ceder después a los chantajes, convirtiendo a la justicia en una de las instituciones más desprestigiadas y poco creíbles del país, a pesar de los muchos jueces probos. También hay que agregar: los jueces débiles que, como dice la nueva jefa espiritual de la nación, ‘miran más a las urnas que a los expedientes’. ¿Se entiende? Sabia lectura de la realidad, de alguien a quien no se puede negar su astucia.
Las urnas, no los expedientes
** Según esa teoría, las causas judiciales avanzan o retroceden en proporción al nivel de poder político alcanzado o perdido por los actores. No es que el delito no exista o no esté probado, sino que el fallo final puede variar muchísimo. Se vio nuevamente hace pocos días, cuando la AFIP retiró las acusaciones por evasión ante los empresarios del Grupo Indalo –Cristóbal López y Fabián de Souza, dueños además de C5N ¿me seguís?–. Si quien me acusa retira la acusación, no hay más causa.
** No es que López no se haya quedado con 8 mil millones de pesos del impuesto que cada consumidor de naftas paga sobre cada litro, sino que al ya no haber quien lo acuse, puede arreglar. Y arregló pagar con actualización 12,7 mil millones de mangos, en 97 cuotas a la módica tasa del 34% anual. Con la guita que no pagó, invirtió en empresas que le dan mucho más que eso.
** Un dato clave. El abogado del Grupo Indalo que hasta 2019 lo representó ante Comodoro Py, fue Alberto Fernández, el hombre que a estas horas sangra entre un movimiento de pinzas de su vicepresidenta.