Sociedad
Maximiliano Vanerio fue ordenado sacerdote y permaneceré en Victoria
El joven diácono que vino este año a la ciudad nos comenta sobre su vocación y brinda opinión sobre distintos temas.
Victoria.- El diácono Maximiliano Vanerio, de 31 años, fue ordenado como sacerdote ayer viernes 19 de mayo en Basavilbaso, lugar donde creció y tiene su familia. Este año vino a Victoria a pastorear y formar un equipo. Por el momento, lo que se sabe es que cuando sea nombrado sacerdote volverá a Victoria, donde permanecería algunos años.
Maximiliano recibió atentamente a Paralelo 32 y dialogó sobre distintos temas de la actualidad de nuestra comunidad; las vocaciones sacerdotales, el perdón de los pecados, la masividad de la Iglesia y el miedo a la muerte fueron los tópicos abordados.
Su vocación
Contó que su vocación no se despertó de un día para el otro, sino que se trató de un camino. “En parte, Dios me fue preparando para mi vocación sacerdotal. Recuerdo que me acerqué a la Iglesia para pedir por mi abuelo, que estaba muy enfermo. Después, en la facultad vi un cartelito chiquito que invitaba a una pastoral universitaria (yo estudiaba veterinaria). Fui a unas misas y ahí formamos una linda comunidad, comenzamos siendo cinco y finalizamos siendo 30. Un día, el sacerdote de esa comunidad me preguntó si quería ser sacerdote y le dije rotundamente que no. Sin embargo, con el tiempo me fui acercando cada vez más. No es que hubo un momento específico, sino que me fui adentrando de a poco. Así, un día llamé a mi madre para decirle que no quería seguir estudiando veterinaria y que quería ser sacerdote. Al principio mi familia no se lo tomó muy bien. También, hablé con la psicopedagoga de la facultad para que me ayudara a discernir. Un día, gracias a la ayuda de este sacerdote y de la psicopedagoga, decidí entrar al seminario. La vocación se va confirmando con el tiempo”, narró.
El perdón
Frente a la cultura de la cancelación, es común encontrar hoy en redes sociales escraches por diferentes motivos. Sin entrar en casos complejos, se pueden mencionar tuits antiguos de celebridades que salen a la luz y no se perdona a la persona en cuestión. Claro que cada caso tendrá sus matices, y el hecho será más o menos execrable.
El punto importante es evitar un salto epistémico entre la metafísica y el derecho. Dicho de otra forma, el perdón de los pecados no tiene que ver con disminución de penas, sino con una dimensión espiritual.
Aclarado lo anterior al lector, comenzamos con el diálogo con el diácono. “Un caso famoso que ha resonado en la Iglesia fue el atentado que sufrió Juan Pablo II. La persona que lo quiso matar tuvo que cumplir su condena en la cárcel. Juan Pablo II lo visitó y lo perdonó. No obstante, esto no quita que está la ley civil”, mencionó Maximiliano.
“En cuanto al perdón de los pecados, es importante, primero, reflexionar que algo se hizo mal ante los ojos de Dios. Tener una consciencia recta lleva toda la vida. Más allá de esto, lo que sigue es el querer pedir perdón por la ofensa a Dios y a un hermano. El pecado daña al otro. Dentro de la Iglesia tenemos un sacramento muy valioso que es la confesión, que no se trata de andar diciendo y escuchando, sino de una herramienta que nos da Dios”, comentó.
La masividad
En su ensayo Los bárbaros: Ensayo sobre la mutación, el escritor italiano Alessandro Baricco demuestra que cuando algo se masifica pierde su esencia. El cristianismo no ha escapado a esta lógica, sobre todo si se compara la cantidad de bautizados con el conocimiento y participación activa que tienen de su religión.
“Quizá que el hecho de que la Iglesia Católica sea tan amplia hace que se licúe la fe. La Iglesia de los primeros tres siglos era combatida, se tenían que esconder porque los mataban. Después, cuando se hizo el edicto que la religión cristiana era la religión del imperio estuvo la conversión en masa, entonces eso generó que no importe la fe. Ahora, la fe ha quedado en la cultura, pero es importante sentirla verdaderamente. Estamos tratando de volver a los principios, a una Iglesia carismática y viva”, dijo.
El miedo a la muerte
Sobre todo durante la pandemia, en nuestra comunidad se ha visto un miedo exacerbado a la muerte. Más allá de la fuerte cultura cristiana, muchos no parecen tener en cuenta que la muerte es el último don de Dios. Sobre esto, el diácono expresó: “La sociedad de hoy le tiene terror a la muerte porque no tiene una fe cristiana que mira hacia el más allá. Siempre que hago responso trato de decir que nuestra fe no tiene sentido si no creemos en la muerte y resurrección de Jesús, que lleva nuestra muerte y resurrección. No tiene sentido si creemos que la muerte es el final. Fuera de la Iglesia nadie te habla de resurrección, sino de muerte”.
La tradición cristiana en Victoria siempre ha sido muy importante. En estas fechas cercanas a la celebración de la primera misa en el oratorio es importante recordar los valores que unieron a los primeros pobladores para formarse en comunidad y soñar una Victoria unida.