Marche un enlatado por ahí…
Victoria.- Había una serie en la televisión de los noventa que dejaba paralizado a medio país frente a la tele: ‘V’ invasión extraterrestre, donde literalmente unos lagartos escondidos tras una piel de humano llegaban sin mayores dilaciones a la tierra para conquistarnos, quedarse con nuestros recursos naturales en base a un speech convincente de cooperación, se comían nuestros ratones y hasta se enamoraban de esta raza inferior.
Aclaremos que se podía ver un capítulo por semana, ese era el concepto de serie que teníamos hasta que llegaron las plataformas como Netflix, entre las tantas más que hoy están a un clic de visualización.
Esa regularidad temporal valía para esta serie como para otros enlatados como Kit – el auto fantástico, el Hombre Biónico, Flash, Manimal, el Cóndor, o los ya para ese entonces clásicos: familia Ingalls, Bonanza o Camino al Cielo. Ustedes añadan los que quieran, siéntanse libres de escribirnos al WhatsApp.
Digamos que la mayoría de esos enlatados (como aquella programación que se lanza al mercado seriada en capítulos, episodios, temporadas, etc.) estaban llenos de estereotipos, buenos contra malos, la injusticia y el héroe, el gordo y el flaco, la fea y las lindas, los pobres y los ricos, etc. Dualidades que garpaban y lo siguen haciendo, quizás con más efectos, otros abordajes como la cuestión del género, más sexistas, pero hay que decir que tanto aquellos como estos fueron y son estructurantes de conductas.
Por estos días, donde asistimos a una generación que ve en la virtualidad un espejo de la realidad, la cuestión es más compleja de analizar por lo diversa y ecléctica que resulta. Digamos por lo pronto que el que apuesta fuerte a ese cambio es Mark Zuckerberg mientras evita el colapso de Facebook cambiándole el nombre a Meta (Metaverso), porque el cuerpo como tal no importa, la realidad virtual prescinde de ello pudiendo hacernos confundir lo real, más de lo que ya lo hacen las redes sociales y los contenidos segmentados por gustos y preferencias que consumimos on line.
Si de segmentar hablamos
Mirar dibujos era otro desafío, porque hasta que a Big Channel o Magic Kids se les ocurrió pasarlos todito el día, la felicidad del niño promedio era esporádica y con un horario lógico. Hoy los niños se duermen mirando un maratón (varios capítulos continuados) del mismo personaje; o se despiertan en medio de la noche porque se acostumbran a que esa línea entre el sueño y la vigilia, tiene los días contados. No hay noche ni día, todo está permitido, nosotros lo permitimos. La publicidad, ¡feliz de la vida!
De igual modo, Imaginémonos lo fantástico que debió ser para esos niños de mediados de los ’90 tener ‘sobredosis de tv’. No me digan que no dio un poquito de envidia.
Sí, a ustedes que esperaban a las 11:00 para mirar el viejo Batman en blanco y negro, un capítulo de 15 minutos antes del noticiero; o He Man alzando su espada contra Esqueletor, y después… Tito y Pelusa, que eran dos rosarinos simpáticos, payasos por elección, buscando ganarse el mango.
Para las 17:00, había revancha, entre la merienda obligada y la tarea, teníamos otra media hora de programación con los canales 3 y 5 de Rosario; sumándole por allí el 9 de Paraná, que aprovechaba a meter algún número local, ‘para competir en la franja horaria’. Mientras tanto, vos y yo… tratando de ver Thundercats, o Shera. Claro, después venía la catarata de contenidos para adultos.
La cosa fue cambiando con la llegada del Video Cable Comunicación Victoria (VCCV), donde las películas que pasaban eran tan buenas como alquilar una videocasetera y tres tanques de Hollywood en el Videoclub. Por eso una lluvia en la pantalla no lo iba a impedir. ¡Sí picarona!, vos también te colgaste del cable, o lo garpaste a medias con el vecino, tal vez lo seguís haciendo. Aunque si vamos a los bifes, hoy el cable se vea mal a pesar de pagarlo, pero ese es otro tema.
Digamos que la tele, con el añadido del cable, fueron entretenimientos que nos reunían frente a ‘la caja boba’ para compartir una tarde, noche, o siesta, pero cuyo gancho —si se puede llamar así— era esa dosis de contenido acotado, finito, que se pasaba y si no lo veías te lo perdías. Incluso Victoria TeVe empezó distribuyendo una revista para estar al día con los estrenos del mes, y saber con antelación qué títulos podían ofrecer esa tarde-noche pochoclera en casa.
DirecTV se ha llevado las palmas en permitir grabar sin videocasetera, ¡qué viejo estoy! Para mostrar que el futuro no dependía de una programación, sino de lo que a vos te interesa y en el momento que quieras. Hoy, sin embargo, debe competir con otro tipo de espectadores que ya no son los de la televisión propiamente.
Pobre rating, pobres enlatados, todos han pasado por esa picadora de carne de la segmentación de las audiencias. Sin embargo, algunos aprovechan para hacer contenidos copados que involucren a padres y niños, un caso testigo es la película Metegol, que no por ser nacional y con animación, deja de ser un buen producto para ambos. Seguro hay más ejemplos.
Aguante El Chavo
Cierta vez anduvieron por la ciudad dos mexicanos, venían a la Agrupación Cultural para hacer una obra de clown (payasos) y los entrevistamos. Casi por descarte intentamos parecer cercanos ponderando al Chavo y la vecindad, pero de cuajo nos arrancaron que ese producto, de entretenimiento trasnacional, era una manera de aceptar que nada cambia. Y ahí pusimos freno y oreja porque justamente, uno de los reyes del enlatado (seguido de cerca por El Zorro y Los tres chiflados) no hacía otra cosa que mostrar la imposibilidad del alterar ese orden o status quo, y que al prestarnos a consumir dábamos como una suerte de complicidad, de aceptación.
Pero… ¡¿Si me reía un montón?!, dirá más de uno, aunque ese no sea un contraargumento de nada. Solemos quedar entrampados en más de un Tik Tok porque nos divierte, ¿y saben qué?: esa plataforma predetermina que los videos tengan una duración tal que el cerebro no llegue a alertarnos de quitarlos. En otras palabras: los videos que consumimos hoy son breves por una razón, está estudiado por la neurociencia que esos segundos enlatados, seriados y listos para que pierdas horas en la comodidad de tu lugar. Son muy pocas las personas con capacidad de reaccionar ante el absurdo, y cuando más gurí seas, menos defensas.
En definitiva, los vemos porque duran poco, porque el contenido es lo de menos, y si es humor, sale con fritas. No nos defendemos ante el humor.
Salgamos de acá porque nos estamos metiendo con la generación que no nos lee. Así de corta. Quizás por eso hoy existan iniciativas desde el Estado, como el programa ALEER, que intenta recuperar esa ‘arcaica’ forma de aprender y enseñar.
Yo iba a mirar una serie por la noche, pero ¿saben qué? estuvimos horas buscando y nos inclinamos por las sugerencias de Netflix, ¡mmmm! ¡O lo más visto en tu país! Vos crees que elegís, pero en realidad tomás lo que te ofrecen, y de eso lo que te sugieren. Ergo, no elegís.
No quiero cerrar este apartado, cuasi ensayo, sin mencionar al Club 700, una suerte de iglesia de los yankees, con todo lo que ello implica: traje, corbata, sonrisas colinos, ¡y mucho testimonio! donde seguramente nadie estudió a la potencial audiencia para que ese producto terminara cambiando algún alma. Lo que sí generó seguro fue el cambio de canal. Pero bueno, no hay producto que funcione si no se adapta a su contexto. Por eso Netflix, por ejemplo, tiene un tipo de contenido para Latinoamérica y otro para EEUU; más allá que hoy Youtube (el enlatador por antonomasia) te tire mil contenidos en español —de España— esto no quiere decir que el algoritmo no vea que estás en Victoria, la Roma Entrerriana. Esto quiere decir que abunda contenido de ese origen y que los que más suben, ganan. Vos seguí hablando en gallego que vamos bárbaro, ¡joder!
Pensemos por un momento que si hay un contenido de valor, no tiene nada de malo que sea trasfronteras, lo que perjudica nuestra creatividad es que solamente consumamos eso que nos dicen que son lo bueno. Cuánto cine europeo nos hemos perdido por culpa de Hollywood. Ni hablar del cine nacional, algunos chicos ven hoy Esperando la Carroza y todavía la disfrutan, ¡pues claro, si es genial! Hoy hay miles de millones de chicos haciendo contenido para subir a sus redes, porque la lógica del enlatamiento los lleva a pensar que si estás, existís. Copiamos un molde que nos asegura vistas, likes, en fin…el mundo funciona para algunos si nosotros le damos lo nuestro a cambio de hacernos un lugar en esa serie de cajas que se escrolean o se pasan hasta que alguien diga: ¡Esto!