Malestar en María Luisa por la tala de árboles
La manzana ubicada en el corazón del pueblo, donde se encuentra la Parroquia Santa Ana, la casa parroquial, un salón de usos múltiples, y un amplio espacio verde para recreación, supo contar con una tupida arboleda que además de ser parte de la historia e identidad del lugar, era un pulmón verde para esparcimiento en los fines de semana.
Por estos días los vecinos de María Luisa manifestaron su descontento con la decisión de quitar los árboles del lugar. “Es un arrebato a la historia viva de todos los aldeanos”, manifestó Iván Taylor, en un extenso posteo en su cuenta en Facebook donde dice que:
“Hace un tiempo pasé con mis hijos por ahí. Me preguntaron por qué esos árboles tenían barba. Les dije que eran árboles viejos, les conté la historia de los días en que jugamos a las escondidas entre ellos, de los partidos de fútbol “gol-gana” por todas las finales del mundo, en que esos árboles sirvieron de límite imaginario de la cancha. Les dije que después pusieron un tejido y arcos amarillos y que íbamos siempre a jugar. Que fueron testigos de la infancia de varias generaciones, del paseo de los visitantes, del trajín de todos los días también.
Cuando me preguntaron por qué la canchita no estaba más, por qué no había gurises jugando, no quise decirles que la única razón era que la risa de tantos chicos juntos le habrá molestado a alguien y que por eso también sacaron los juegos del otro sector de la plaza de la Iglesia, frente a la escuela. Así de a poco, le fueron quitando la vida al corazón de la aldea, desde el cual en algún tiempo se escuchaba música por altoparlante, bullicio de hamacas alegres, reuniones de jóvenes “en lo del cura”.
Los recuerdos son mojón que señala aquellos lugares de los cuales venimos. Por tanto, son una parte central de la identidad de un lugar y de la gente que vive en él. Cuando vi esta foto me quedé en silencio, como si el rayo de Cortázar me hubiera dado en el pecho, pero no de amor, sino de espanto (más borgeano, si se quiere).
Desconozco las razones pero me cuesta pensar que haya una que explique este arrebato a la historia viva de todos los aldeanos que han hecho, sin mediar consulta, sin escuchar propuestas de la gente.
Y tampoco sabré qué decirles a mis hijos cuando en la próxima caminata los árboles no estén y yo sienta la vergüenza ajena de reconocer que algunas personas son capaces de arrogarse el derecho de todos de elegir cómo queremos que sea nuestro pueblo”.
Por su parte Federico Plassy Leonhart mostró cómo lucía el espacio público previo a la extracción de los árboles, y como quedó con las especies cortadas en trozos en el suelo; expresando que:
“No suelo hacer este tipo de publicaciones, pero hoy siento la necesidad de expresar esta tristeza. Estas fotos muestran el antes y el después de la plaza parroquial de Aldea María Luisa. Sus árboles históricos desaparecerán para dar lugar a un lugar desolado y desprovisto de toda identidad para los que sienten la aldea como propia, como así también para todos aquellos que saben ver las riquezas “de la casa común”, como afirma el Papa Francisco. Para dar solución a potenciales peligros la decisión es cortar todos los pinos. El mismo criterio podría aplicarse a un sinfín de árboles, y no por eso se nos ocurre tomar tan drásticas determinaciones. Este tipo de proeza nos costará a todos varios cientos de miles de pesos (lo averigüé). Quizás algunos digan que se pueden plantar nuevos, si, pero ya no será lo mismo, ya no será la característica del pueblo, será como un pueblo más. Los que están en contacto con la gente, los que conversan con los vecinos, los que escuchan a los visitantes, saben del gran valor de las cosas del pueblo. Los que no salen de su casa y viven para si mismos no les interesa nada”.