Lo de antes no fue mejor pero más barato
** Cuando el globo que nos soporta parece estar dando sus penúltimos estertores, como queriendo sacudirse de encima a los humanos –que vendríamos a ser los virus que afectan su cuerpo y lo hace reaccionar levantando fiebre– perdemos hasta las ganas de hablar sobre el tema. No es una negación de la realidad sino puras ganas de evadirnos un rato conversando con don Leoncio, en cuya voz yacen las realidades más sentidas de la segunda mitad del siglo pasado.
** –M. Gusto en saludarlo don Leoncio; ¿anda bien?
_L. Y…andar todavía ando, pero con el encierro, cada vez más parecido a carne picada de oferta; pura grasa y nervio.
–M. No se haga tanta mala sangre por lo que pasa, o en todo caso hablemos de eso para hacer catarsis.
_L. ¿Catarsis? ¿Eso es un laxante?
–M. Para serle franco; no; pero es muy parecido. Es liberarse, eliminar, purgar, recuerdos que nos alteran el estado de ánimo o el sistema nervioso.
_L. Para eso no me necesita a mí, con un tecito de ortiga y si quiere hacerlo más rápido unas hojas de ombú…
–M. Es que no estamos hablando de cuestiones fisiológicas sino psicológicas, don Leoncio, ¿se entiende?
** _L. Pero mire que los recuerdos son lindos, solo hay que saber elegirlos. A mí de vez en cuando me gusta volcarme hacia adentro como pozo viejo, pensando en los viejos tiempos.
–M. No todos los recuerdos son agradables, quisiéramos que algunos fueran diferentes. Mire lo que pasa en estos días cuando entre el ‘covi’ y otras pestes que trae el desgaste de andar caminos, se nos van yendo conocidos, amigos, familiares, en fin, personas a las que quisiéramos darles un adiós presencial, pero hay que velarlos con distanciamiento durante un rato y si te he visto no me acuerdo.
Velatorios exprés
** _L. A mí también me pasa, pero eso no se arregla con purgantes. Cuando el alma de un ser de mi aprecio se escapa desde el llano hacia la cumbre de las águilas, no queda allí más que el cuero, pero hemos crecido sabiendo que presentarnos ante el cuerpo mortuorio como le dicen en las funerarias; guardar silencio, abrazar a la familia, nos ayudaba a recordar para siempre el día de la partida… Eso ya no se puede hacer. Hoy se muere casi a escondidas, como con vergüenza de morir.
** –M. Posta. A lo largo de la vida vamos formando parte de una tribu y el que muere merece que toda esa tribu lo acompañe hasta su última morada, pero eso ya no ocurre; el protocolo no lo permite y nuestro miedo al contagio, tampoco.
_L. De todo culpamos al protocolo, pero le voy a decir más; los velatorios ya venían cayendo en desuso; la pandemia aceleró el proceso.
Me acuerdo que llegábamos a los velorios con la gorra en la mano y cara de no somos nada. Saludábamos, guardábamos un minuto de silencio y después echábamos una mirada alrededor rastreando a algún conocido, amigo, y sobre todo algún pariente que no veíamos desde hace mucho. ¡Y paaara qué! Ahí empezaba el rumoreo que al rato ya era bullicio. Todo eso fue cambiando. Yo le hablo de hace mucho tiempo; de cuando los almaceneros llevaban un lápiz calzado sobre la oreja derecha y si estaba sobre la izquierda sabías que era zurdo.
No estamos solos
** –M. Sip, la muerte es un misterio y también la vida, que por ahí nos hace sentir esa realidad de estar solitos en el universo. Cuando se les pregunta a los investigadores del espacio extraterrestre, responden que se han hallado signos de vida en una luna de Júpiter y que también en Venus hay pruebas de vida. ¡Ah, qué bien, ya me parecía que semejante universo no puede haber sido creado solo para que vivamos nosotros! ¿Qué hallaron? ¿restos de polietileno, palitos de helados, latitas vacías de picadillo en alguna playa solitaria? No, no, no; hallamos una ameba primitiva sumamente interesante.
** ¡Fantástico! No estamos solos en el universo, somos nosotros y unas amebas muy amistosas. Capturaron algunas para traer a nuestro planeta y no opusieron resistencia alguna. Seguramente están allí desde hace millones de años y no lo sabíamos. ¿Cómo fue que aquellos protozoos de Venus no evolucionaron en medusas, moluscos, reptiles, simios… perfeccionándose hasta convertirse en Laurita Fernández o Facundo Manes, como nos cuentan que sucedió en la Tierra.
_L. ¿Qué no hay otros? ¿Y qué me dice de las luces malas modernas que llaman Orni?
–M. Ovni, don Leoncio.
_L Como sea, yo vi uno muy veloz y mire que tienen que haber evolucionado desde entonces. Han pasado años. Le hablo de cuando la única bicicleta que había en la casa era la de nuestro padre y tanto gurises como gurisas nos metíamos por debajo del caño para alcanzar los pedales y marchar.
–M. ¿Estamos hablando de qué año exactamente?
_L. ¡Uuuuhh!, no sabría decirle, yo le hablo de cuando el Whatsapp era una esquelita que le mandábamos con algún hermanito extorsionador a la chica con la que andábamos chuscos.
–M. Muy divertido. La esquelita evolucionó a Whatsapp y las luces malas a ovnis, pero le voy a decir algo más; como ahora se sabe que viajar en el tiempo es posible, hay una nueva teoría centrada en que esos viajeros en ovnis podrían ser descendientes de nosotros que vienen del futuro, por eso no toman contacto con nosotros, para no interferir en la historia. Los que defienden esa teoría no les llaman extraterrestres sino “extratempestrails”, lo dice un libro de un tal Michael P. Masters, ‘Objetos voladores identificados’.
Ganas de hacerles dedo
_L. ¡Qué lo parió! Habría que ver dónde tienen las paradas.
–M. No lo entiendo don Leoncio.
_L. Yo les haría dedo para irme un tiempito más atrás, cuando mis padres vivían y no necesitábamos nada más que a ellos para ser felices.
–M. No creo que aquella vida haya sido mejor de la que nos ha dado el tiempo de la adultez.
_L. Puede que no, pero la plata alcanzaba, y cuando no había, igual nos arreglábamos. La ropa se cosía en casa, el color de moda era el que mamá elegía en la retacería y los botones y otras pavadas se compraban en una mercería.
** –M. No se me ponga nostálgico don Leoncio, que si al presente lo coloreamos un poco también se pone lindo. Dicen que dentro de un tiempito estaremos vacunados y seguiremos embarbijados pero contentos.
_L. Parece que ya están vacunando acá en el pueblo pero sin mucho control, porque vas a un lugar y te la dan y vas a otro y te manotean y te la dan.
–M. Pero no don Leoncio, no repita eso, ¿dónde lo escuchó? _L. Lo escuché a mi vecino en el patio que hablaba con la mujer: Fui al chino a comprar cuatro cositas y me vacunaron, fui a pagar la tasa municipal y me re vacunaron, cargué nafta en la estación de servicio y me recontra vacunaron de nuevo…