Victoria.- Las redes sociales sirvieron para masificar la búsqueda de Micaela García. Sus amigas publicaban constantemente información para que todos en el país supieran quién era Micaela. Sin embargo, el lado negativo de las redes no tardó en mostrarse. A nivel local la paranoia se desató cuando comenzaron los comentarios que aseguraban haber visto al asesino y violador Sebastián Wagner. Pero, ¿por qué mucha gente inventó estos rumores o se hizo eco de ellos sin el menor atisbo de rigurosidad al comprobar la información? ¿Por qué tomar como escenario las redes sociales y no hacer la denuncia en la policía? Para responder esta pregunta consultamos a la reconocida psicoóloga Stella Cístola.
_¿Qué sucede con las personas y las redes sociales?
—Las redes sociales han descubierto una conducta nueva en el ser humano, que tiene que ver con que ha caído el límite de lo privado, ya que pasó a ser público. En la constitución del ser humano hay tres círculos: el íntimo, el privado y el social. El íntimo pocas veces se da a compartir, ni siquiera con la pareja porque es propio. El privado se comparte con seres queridos o la primera línea de fuerza. El social es, por ejemplo, esta entrevista. Con la aparición de las redes sociales el límite de lo privado a lo social se perforó. Entonces, dentro de las cuestiones privadas nosotros tenemos fantasías, pulsiones, ideas y sentimientos. Nosotros sabemos que todo eso no pertenece a la esfera social, pero las redes facilitan que así sea. Entonces, a partir de eso comenzamos a construir una realidad paralela. Todo lo virtual termina siendo una realidad paralela, que como no cuenta con sus propios códigos los toma de la realidad, pero desvirtuados por los filtros que ya no están.
Cístola explica, además, que otro factor a tener en cuenta en las redes es el deseo de protagonismo. “En el afán de protagonismo se agujereó el cómo lograr la autoestima. Hay personas que suben 10 selfies (autofotos, N.d.R.) por semana. ¿Qué es lo que buscan con esa auto-imagen proyectada ahí? El «me gusta»”, dice. Asimismo, la psicóloga cuenta que muchas veces se busca la aceptación del otro a través de los pulgares arriba. “Todo eso hace que cualquiera publique cualquier cosa sin medir”, concluye.
_¿Se dan cuenta del daño que hacen las personas que publican noticias falsas como las que se leyeron respecto al caso de Micaela García?
—No. No porque es compulsivo. La empatía queda en segundo lugar porque lo que importa es el protagonismo. No obstante, tampoco es cuestión de demonizar las redes sociales. En el caso de Micaela García han hecho que se visibilice todo y que, de pronto, todos sintamos que le podemos decir a la justicia: «basta». Los medios de comunicación, de alguna manera, fueron detrás de lo que las redes dijeron.
_¿Qué opina de que las pericias psicológicas no sean vinculantes para el juez?
—Hay cosas que modificar. Así como decimos que no puede ser que un violador esté con condicional, pero eso lo decimos nosotros los psicólogos. Escuché en un panel que se hablaba de que si se les aumentaban los años de pena a los violadores «su potencia sexual se va perdiendo». Esas personas no tienen idea de lo que es un violador, ¡la potencia sexual no importa! Por eso no sirve la castración química. Porque lo que realmente quiere el violador es un abuso de poder, es mancillar y cosificar a la víctima. El placer sexual va de la mano con ese placer, lo que el violador busca es el sometimiento.
Por otro lado, la profesional explica que Rossi, el juez que dejó en libertad a Wagner, es la punta del iceberg en el asunto. “No hay que dejar las cosas puestas en Rossi. ¿Cuántos jueces garantistas tenemos dando vuelta? ¿Cuántos violadores tenemos dando vuelta?”, dice.
Según datos a los que Paralelo 32 pudo acceder, aproximadamente un 30 por ciento de la población carcelaria local está compuesta por violadores. En base a este número le preguntamos a Cístola si la cultura machista incide en la cantidad de violadores. “El violador es alguien que tiene una estructura armada en torno a la cuestión del poder. No es lo mismo alguien que viole porque fue violado, que alguien que por celotipia (un ser enfermo por los celos) termina violando compulsivamente. Son distintos escenarios. Lo que importa es que el que ya ha empezado a hacer ese uso de poder para humillar y someter al otro es una pulsión difícilmente cambiable porque se trata de una mirada del mundo”, explica. Finalmente, agrega que los violadores no sienten culpa, por lo que no tienen la barrera de la censura en su accionar.