Las “pelopincho” invaden los patios de los que no se irán de vacaciones
Según estimaciones del Ministerio de Turismo de la Nación, por la pandemia del coronavirus solo viajará el 60% de quienes hubiesen armado las valijas sin el Covid-19. El resto se quedará en casa.
En ese paraíso «argento», que queda en las grandes urbes arriba (en la terraza) o en el fondo de casa, no hay protocolos. Ni barbijos. Ni miedo al contagio. Pero sí habrá agua. Las piletas de lona, que fueron furor en los 80 y los 90 —y marcaron la infancia de las y los millennials— están volviendo a muchas casas argentinas. Este verano será bien flashback vinílico.
Así como en nuestros recuerdos están esas piletas de lona (la marca Pelopincho las identifica desde que los hermanos Benvenutti la crearon en los 70), este verano, nuevos niños y niñas van a conocer un producto actualizado —ahora inoxidable, con kit de reparación, bomba, filtro, lavapies, cobertor y base—, pero muy vintage.
«Vos no podés apretar un botón y aumentar la cantidad de piletas que hacés. Nadie predijo la pandemia ni que así como se triplicó la demanda de bicicletas, también todos iban a querer una pileta. En una fábrica la producción se programa anualmente. Y un año de nuestra producción se consumió en 40 días«, dice Héctor Goette, el dueño de Pelopincho.
«Tenemos vendido el stock hasta el 28 de diciembre. La situación económica de los últimos dos años hizo que cayeran mucho las ventas, así que solo por ese remanente (las piletas que ya estaban en los negocios y no habían sido compradas), la gente va a poder tener la suya. Trabajamos al 100% de la capacidad posible. No van a faltar», detalla.
Una de las Pelopincho más vendida ronda los $28.000, es la de 4,45 por 2,25 metros y 0,80 cm de profundidad, y se puede pagar en 18 cuotas. Algo muy diferente a lo que pasaba en los 90, cuando eran casi un «objeto de lujo popular», sin financiación. Y un fetiche.