La rebelión de los zancudos
Están de nuevo, o tal vez nunca se fueron. ¿Son una plaga o hay que considerarlos parte de la escena estival?
Mientras escribimos estas líneas se puede escuchar esa melodía inconfundible a la vez que estridente. Primero se insinúa, luego se amplía ganando en regularidad hasta tornarse molesta. Esa constancia bien puede detenerse en un chancletazo, zapatillazo u ojotazo preciso, quirúrgico, pero ¡nadie enfrenta la muerte sin pelear! Y estos oscuros personajes tienen la habilidad de escabullirse por los pasillos, encontrar intersticios húmedos y poco explorados donde deslizar ese llamado tan primitivo como eficaz.
Así las cosas, se replican en decenas con socios de toccata y fuga, donde al igual que ese sonido de marcada reverberancia a partir del órgano, tiene en la anatomía de estos zancudos una caja donde expandir sus decibeles hasta una incomodante exasperación.
Evitan la luz diurna, pero la nocturna y artificial parece atraerlos, quizás porque a la cita también concurren otros bichos de turno, ansiosos de inundar la velada con molestos vuelos rasantes. No hay alambrina mosquitera que los pare, ellos ¡los grillos! y sus socios noctámbulos, verán la forma de entrar y quedarse.
Dependerá del fanatismo del dueño/a de casa por el silencio, la persistencia del sonido o el laissez faire (dejar hacer o dejar pasar) del sueño. Lo cierto es que al otro día son pocos los que salen a la caza de los sobrevivientes más allá de la edificación.
Hay que reconocer que algunos buscan en el patio esos huecos tan profundos como curiosamente similares a los de un hormiguero, y les vierten jabón del lavarropas o directamente algún veneno para cobrarse las malas horas de descanso. Las ‘víctimas’ esperan agazapadas y seguramente atentas a estos movimientos, porque si la jornada se los permite harán su arremetida por otra chance, y están dispuestas a evitar mascotas o cuánto obstáculo se presente por la gloria de cantar bajo cuatro paredes.
A más de uno le habrá pasado mover una prenda o calzado y encontrarse con un grillo que estaba en tiempo de descanso. Rabia, miedo, o el sentimiento que aflore primero hará que aquella persona suelte de sus manos lo que hasta hace unos instantes era un objeto confiable y cercano. Ahora ha sido poseído por ese zancudo oscuro y atrevido que se esconde de quien sabe puede ser su captor, el cual promete no dejar testigos.
¡Aguarden! ahí pasa uno de ellos, sigiloso, impertinente, buscando meterse en la corredera de la puerta balcón, lo veo y se detiene, está a tiro de pisarlo pero descubro mi pie desnudo ante el calor de la tarde, él parece saberse salvado por la situación pero noooo, lo piso igual.
¡Crash! hace ese impacto de toda mi humanidad sobre su endeble cuerpo, corsario pelea por seguir, aunque perdió su pata trasera y parte del cuerpo muestra evidencias de colapso, sin embargo intenta seguir.
Allá voy de nuevo, ¡A por él! —Dirían los gallegos en más de una película traducida de Rocky a ese idioma— la segunda afrenta es más cruda, casi con la agudeza de un sicario, giro el talón sobre los restos del zancudo.
Ahora hay que limpiar la escena, si no, la cadena de problemas sumará hormigas…en fin, no son las 7 plagas que le mandaron a Nerón, pero ¡qué manera de salir bichos!
¿Será ‘la’ calor? ¿El cambio climático? No sé, alguien vamos a encontrar para echarle la culpa antes que se termine la semana.
Reflexión
En estos tiempos que nos tocan en suerte, la paciencia no es fácil de asumir. Aprender a soltar, dejar ser, y toda la filosofía oriental no aplica una ‘mierrr’….cuando aparecen los grillos en medio de la noche, sobrevuelan la habitación y se posan sobre la almohada.
¿Qué quiere éste? ¿Buscará afecto? Además entró justo cuando la serie estaba en la mejor parte, capítulo 8 y contando.
Habrá que poner pausa nomás, o entregarse a la difícil tarea de aceptar a Don Grillo en nuestros aposentos, cerca de allí; en el baño; la cocina; o donde le plazca; ellos saben que podemos ganar batallas pero la guerra, al parecer, durará años.