La odisea de recorrer Victoria en silla de ruedas
Victoria.- La accesibilidad de personas con algún tipo de discapacidad en su movilidad tiene un sinnúmero de legislaciones que avalan su importancia y necesidad, tanto en el plano internacional, como su correlato normativa nacional, provincial y ordenanza en el caso de la ciudad. Pero la letra no alcanza para hacer efectiva la materialización de una preocupación que es una deuda vigente en lo urbano, arquitectónico, reformas, transporte, etc.
Se ha debatido largos capítulos sobre la importancia de aclarar que ese alguien limitado, por la razón que sea en su motricidad, es una persona antes que nada. Fue necesario ponerlo por escrito para que se resalte su condición de igualdad frente a la ley, así de claro, por si a los que no ven más allá de su agenda de votantes y/o serviles aplaudidores de ocasión les quedaba alguna duda.
No vamos a aburrir aquí con números de leyes ni decretos o resoluciones, pero tenemos una ordenanza que no se cumple, sí hemos avanzado en rampas y pasos sobreelevados en distintos puntos de la ciudad, mejor o peor terminados, pero el tema no es la obra en sí, quien la hace o la termina, sino lo que posibilita o imposibilita. Hasta ha pasado que un constructor hizo a medias, cobró y no terminó estos accesos en el radio céntrico. Sí, el mismo que supo ser referente de arquitectura zonal, en fin.
Pensemos que hay más de 10 edificios públicos que no tienen forma de ofrecer una alternativa de acceso a esa población disminuida en su movilidad, o con serios inconvenientes de traslado por sus propios medios.
Los bancos han hecho lugar a esa cuestión, y algunos locales comerciales han hecho el esfuerzo, vale mencionarlo, con las limitantes arquitectónicas de rigor.
Sin embargo, hay emplazamientos emblemáticos como la Municipalidad, cuyas sucesivas gestiones todavía no resuelve si pone un ascensor, autoelevador, o deja todo como está porque nadie protesta. Aclaremos dijo Lemos, porque el tema de un ascensor al Concejo Deliberante es tan viejo como el traslado de ese ámbito deliberativo a la Liga de Fútbol. A no hacerse los sotas.
Pero vamos a un ejemplo que nadie puede obviar, las veredas: ¿En cuántas calles se han plantado más postes y carteles de los que soportaba esa angosta sobreelevación que está pensada exclusivamente para los peatones? Basta con mirar el perímetro de la escuela Nº 43 Provincia de Buenos Aires, que por Junín y llegando a la confluencia con San Martín, obliga a contorsionarse para poder sortear un camino que teóricamente es para cualquier vecino. ¿Cómo hace alguien con una silla de ruedas para ir por ese lugar, puntualmente? Bueno, la respuesta es: por la calle, porque del otro margen, la disparidad entre las alturas de las veredas lo hace un desafío imposible.
Lo vemos en consultorios de profesionales o en oficinas de atención al público como el caso de Bromatología, que está emplazada en la confluencia de dos arterias muy importantes como son bulevar Belgrano y Avda. Centenario. Que alguien me explique cómo hace un hombre o mujer con artrosis de rodilla (tan común después de los 50 años) para hacer alguna consulta en esa larga escalinata y de mínimo apoyo casi para un pie cenicientico.
Incluso en el céntrico acceso al edificio de la justicia su rampa es ampliamente criticada, porque la inclinación es muy abrupta. Y la frutilla del postre, la oficina de Discapacidad, ¡sí!…allí también hay inconvenientes para poder ingresar cómodamente con una silla de ruedas.
¿Entonces? Si no empezamos por promover ese tipo de igualdad, no nos rasguemos las vestiduras con el idioma inclusivo y otras tantas inclusiones de moda, que poco tienen que ver con la realidad de ese que vive la discriminación en su cotidianeidad, cuando concurre a un bar y quiere pasar al baño, o compartir la barra con amigos; ir al gimnasio; al club; natatorio o la cancha; nada está pensado para que las personas con discapacidad lleguen por sus propios medios al mismo ámbito que el resto.
El caso del Mercado Municipal es otro, o el Museo, la biblioteca, el cine, la playa, y así podemos seguir por un rato. Entendemos que las limitantes de construcción y preservación de determinadas fachadas obliga a costosos proyectos y diseños, pero cuando alguien interviene un lugar desde cero, o hace una gran reforma para atender al público, ¿No hay nadie que le diga, o lo obligue a dejar proyectado ese ítem?
Las rampas para los garajes de autos son como el segundo plato de este festín de imponderables, sí, porque aquel/ella que decide mejorar el acceso de su vehículo a un techo, gasta en su vereda para que tenga el remate de frente que siempre soñó, resulta que hace una rampa con un grado de pendiente que agradecen los Skateboarding. Sí no se ría ‘Don… este hombre’, no exagero, incluso algunos se quejan porque los escrachamos con mensajes cuando pudiendo hacer algo accesible al común de los mortales, les importó tres pepinos el otro, como si ellos algún día no podrían tener alguna limitante de este tipo.
Ya en esta hoja hemos hablado de otro imponderable con los barrios que desde el estado provincial se proyectan, y que pueden contemplar alguna calle interior con piso de hormigón, y hasta destinar algunas casas a personas con discapacidad, pero saben qué: en el caso de Festram, la casa para discapacitados estaba en una de las pendientes más altas, y la diferencia entre la vereda y la propiedad era tal, que ni la ayuda de los vecinos alcanzaba para que esa familia pudiera ingresar, así que ‘eche mano a los pocos pesos que tenga’ y los damnificados se hicieron su propia rampa, larga como la espera para que les dieran una solución.
Otros barrios directamente se entregaron sin asfalto ni calles, con la promesa intacta de ¡pronto será!, y vino la lluvia y arrasó con todo. En el 136 viviendas, por ejemplo, se fueron quedando con parte de los pasillos, para poner el garaje, ampliar la pieza, hacer el quincho, pero bueno, le dejaron lugar para que la gente pueda pasar, por ahora.
Que quede claro, no estamos exagerando, esto ocurre hoy, y seguirá ocurriendo a menos que se controle de otra manera obras nuevas (los bolsones de arena y piedra en medio de la vereda, que nos estábamos olvidando), obras finalizadas; y todo emprendimiento o edificio que atienda al público, debería hacer lugar a quienes tienen una limitación en su motricidad. Así avanzaremos en el mejor de los sentidos de igualdad, con un criterio que abra puertas a todos, y no siga poniendo escalones o barreras a la circulación.