La manganeta de algunos bancos

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Al amigo de un primo del vecino de aquí a la vuelta, el Banco ICBC le financió parcialmente la compra de un vehículo, por un acuerdo de la concesionaria con esta entidad bancaria. Antes de considerar el préstamo, cuando la agencia le suministró al banco los datos del comprador para la averiguación de antecedentes registrales, el ICBC ya le mandó dos plásticos (“productos”, le llaman), uno de crédito y otro de débito, que no había pedido. No los activó.

En otras oportunidades ya había recibido “productos” de otros bancos, pero al no activarlos nunca le debitaron el costo mensual del servicio, pero los chinos del ICBC (Industrial and Comercial Bank of China) no son tan lerdos.

Pagó la primera cuota del préstamo y a los pocos días se la reclamaron como impaga. Cuando pudo aclarar la situación a través de un 0800 creado para clientes muy relajados que pueden esperar, le dijeron que su depósito no fue tomado por el banco porque le faltan 322,31 pesos. Indagó más y le explicaron que el banco le envió “productos” por los que deberá pagar 266,38 pesos mensuales más IVA. Cuando depositó la diferencia había transcurrido un mes, el banco finalmente lo aceptó y le debitó intereses por el mes en mora, por el total.

¡No digan que la viveza es criolla!, más bien parece que tiene una historia milenaria.

Otra “agachada criolla” (si decimos china es discriminación) es que el cliente no avanza mucho con el 0800 si no tiene la “Clave Hola”. ¿Y cuál es la única forma de obtenerla? ¡Activar la tarjeta de débito en un cajero automático!

Cumple ese paso con la esperanza de comunicarse mejor, pero cae en otra decepción; entre sus opciones y sub opciones numéricas, en el 0800 no hay una que exprese: “Si quiere rechazar las tarjetas que le enviamos inconsultamente y con costo, marque…”

En este caso el hombre tuvo suerte y una voz del call center le explicó que para devolverlas deberá concurrir personalmente a una sucursal. La más cercana le queda a 110 kilómetros.

Para entonces ya llevaba tres meses pagando productos recibidos ‘de prepo’ y sin aviso de su costo. Decidió pedir la mañana en su lugar de trabajo y programó para el lunes 6 su viaje a la sucursal Paraná en procura de arreglar el asunto. Llegó el día y marchó, calculando en el camino cuántos millones sumaría el banco si lograra enchufarles los plásticos no solicitados a muchos miles de potenciales clientes.

Cuando había recorrido los primeros kilómetros, la radio lo enteró que justo en esa fecha se celebraba el día del empleado bancario. Cerrado.

Pensó en presentarse a Defensa del Consumidor, pero le pareció egoísta buscar su reivindicación individual, cuando en realidad lo que corresponde hacer es prohibirles a los bancos estas maniobras deshonestas.

 

(Por Luis Jacobi)

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