Obra pública
La generación que camina por la calle
A fuerza de veredas irregulares, rotas, con rampas fuera del reglamento, árboles mal podados, bolsas de material para la construcción, y un sinnúmero de imponderables que nadie controla y serían imposibles de enumerar, nos hemos acostumbrado a caminar por la calle.
Nos parece una obviedad que una señora con su hijo pequeño vaya caminando por avenida Esteban Lonné en plena noche sobre el hormigón, y es que no tiene donde subir para evitar esa situación, las pocas veredas existentes son un adorno de las últimas casas que se terminaron, pero en general la barranca sigue muriendo al ras del cordón cuneta, y salvo que alguien esté entrenando para una carrera de trail, difícilmente se le ocurra ir por allí. Además, la vegetación reinante de otros tramos impide por completo ascender, incluso por momentos parece ganarle terreno a la misma calle.
Otro lugar de la ciudad, pensado en principio como una cancha de fútbol, donde sí se hizo una vereda y colocó árboles es la del Centro de Empleados de Comercio, lamentablemente está tan mal podada que las personas pasan agachadas por esos casi 50 metros en los que de seguir erguidos se darían con el pecho en la frondosidad de las ramas y hojas de estos ejemplares. La pregunta es ¿lo saben e igual lo siguen podando así? Porque es evidente que alguien mantiene a raya esos árboles.
Las plazas no están exentas de veredas en malas condiciones, allí se levantan las baldosas o directamente faltan porque hasta parece un lujo tener baldosas sanas. Las que poseen árboles alrededor suelen sucumbir a las raíces, porque paradójicamente se plantaron cerca de las veredas, incluso en la escuela de Comercio (hoy Elsa Capatto) intentaron contener un añoso ejemplar con un cantero sobre la vereda, hecho que no solamente fue imposible, sino que partió también este camino mejorado. Además de la comunidad educativa, los vecinos del lugar la usan igual, para caminar o correr, pero es otro lugar donde no se priorizó este espacio de tránsito.
La vereda queda para el popó de los perros, para debatir temas que en la calle son riesgosos, porque no nos olvidemos que los autos y motos todavía tienen que circular por allí. Así que es común ver viejas edificaciones con altas veredas donde suelen estar algún que otro osado, intentando caminar por allí, o se subió accidentalmente, casi involuntariamente.
Hacemos barrios nuevos, donde tranquilamente podríamos planificarlas, pero algunas se inauguran sin calles asfaltadas, y menos aun, sin veredas. Alguien las hará, y si no es así, hagan como todo el mundo: caminen por la calle.
La peatonalización del centro es un claro ejemplo que no queremos veredas, porque lo más práctico y económico es cortar la calle con cinta y que ‘todos caminen por ella’, total, es lo que hacemos en esta ciudad colonial, donde apenas entra un arbolito flaco y débil, siempre y cuando no impida colocar allí postes de luz, teléfono, televisión y cuánto cable necesite sostenerse para el tendido aéreo.
Sin dudas es una exageración decir que somos la generación que camina por las calles, pero si no ordenamos y urbanizamos adecuadamente nuestros espacios, destacando los que son peatonales de los que implican la circulación de vehículos a motor, bicicletas (sendas especiales para éstas), y demás, cada día seguiremos encontrándonos cientos de victorienses caminando por el oscuro asfalto, o en el mejor de los casos, por el blanco hormigón. Lo vemos en las calles de salida e ingreso a la ciudad, Yrigoyen, Piaggio, 25 de Mayo, y así podríamos seguir hasta gran parte de la cuadrícula. Reflexionemos un instante sobre este tema, porque también cuando hablamos de educación vial y turismo, necesitamos ponerlo sobre la mesa.