Por Pedro Crespi (*)
La “grieta” entre diferentes sectores sociales pareciera instalarse con fuerza en varios países de América Latina. Y las Redes Sociales son, en ocasiones, un escenario de ello. Basta observar de manera rápida las férreas posturas que se asumen por ejemplo en cuestiones políticas, económicas y sociales y que, en general, implican de manera directa descalificar a quienes piensan distinto. Así, el clima social para el diálogo se erosiona y ganan voltaje los índices de crispación.
Esta realidad también ocurre en las familias, que constituyen el primer ámbito fundamental para cada persona y donde ésta aprende a relacionarse con sus semejantes a través de sus vínculos con los diferentes miembros: padres, abuelos, hermanos, tíos, primos y seres queridos y cercanos.
Un ejemplo de cómo la “grieta” está, muchas veces, en las propias casas puede observarse en los grupos de WhatsApp. El ícono verde circular con el teléfono en blanco dentro de aquél se convirtió, para numerosas familias, en el lugar predilecto para “hablar” de todo lo que se debe hablar pero que, en rigor, no se habla y solo se difunde: reclamos por falta de colaboración con las actividades del hogar, recriminaciones por escasas ayudas con un familiar enfermo y enojos por la asunción de determinadas posturas políticas o religiosas, entre otras situaciones.
Está claro que todas esas cuestiones hacen a la realidad familiar. Que tienen relación con la cotidianeidad de la convivencia. Y que también un grupo de WhatsApp, como tantas otras aplicaciones o herramientas tecnológicas, puede ser una importante ayuda para la organización familiar y mantenerse conectados; pero el inconveniente radica cuando el escenario de las conversaciones es siempre virtual y se deja de lado la riqueza de los gestos que transforman las conversaciones en diálogos: detenerse frente al otro, mirarlo, escucharlo y “sentirlo”. ¡Cuántas veces los gestos y la puesta en práctica de ellos permiten crear un clima de amor y adecuado para hablar los temas más difíciles!
En tiempos en que las Redes Sociales ofrecen variadas opciones para poner en contacto a millones de personas en todo el planeta pero que, a su vez, también pueden ser causa de aislamiento (cuando el uso es desmedido), las familias pueden ser un antídoto estupendo para recuperar y desarrollar la capacidad de encontrarse cara a cara, disfrutarse, percibirse y reconocerse a través del afecto de quienes viven alrededor. Ocurre que para eso, es cierto, hay que tener el coraje de comprometerse y estar abierto –algo que las Redes Sociales diluyen con el simple envío de mensajes a la distancia y donde el espacio y tiempo no confluyen-. Convivir tiene sus dificultades. Pero apostar por la unidad, aún en la debilidad -¡y qué don aún mayor!-, da saldo positivo siempre. Como dice el Papa, “la unidad prevalece sobre el conflicto”.
“Se esté como se esté” en casa, Misericordia
La “grieta” familiar, que repercute en lo social, pone de manifiesto la importancia que tiene la familia para el tejido social. Por eso, se esté en casa en la situación que se esté, es importante dar espacio a la Misericordia de Jesús. Y aquí es muy bello pensar que el primer milagro que hizo el Señor fue en una situación familiar, cuando en las Bodas de Caná, acabado el vino, convirtió el agua en un vino de excelente calidad y así salvó la fiesta de esa familia que daba sus pasos fundacionales. Sí, es Él quien tiene el poder de terminar con las grietas y así “salvar” a las familias de los dolores que generan los desencuentros.
En este sentido, para crecer en el desarrollo de una adecuada y sana cultura de diálogo familiar, el Papa Francisco nos recuerda que hay tres palabras sencillas pero esenciales que la sociedad actual debe recuperar: permiso, gracias y perdón. “Permiso”, para entrar con delicadeza y sin atropellos en la vida de quienes comparten el hogar; “gracias”, para recuperar el sentido de la gratuidad y del valor de lo que se es capaz de hacer por el otro solo por amor; y “perdón” para detener el crecimiento de las grietas del dolor que generan las ofensas y, así, ensancharlas pronto con un abrazo, una mirada, un gesto o una palabra que lleven consigo el calor que transforman una casa en un hogar.
(*) Periodista. Posgraduado en Conducción de Recursos Humanos. Director de ONG (amplia experiencia en gerenciamiento y desarrollo de Programas de Responsabilidad Social y gestión de comunicaciones externas e internas).