Política
La falsedad de los eternos mitos (re)fundacionales
En el horizonte de 2025, el Gobierno Nacional ha proclamado con pompa y circunstancia el "Año de la Reconstrucción de la Nación Argentina". Este título, cargado de solemnidad, evoca el eco retórico de otros momentos fundacionales de nuestra historia. Sin embargo, al escarbar bajo su superficie, emerge un intrincado tejido de falsedades, repeticiones y simulacros que subyacen en los eternos mitos fundacionales que en diferentes etapas históricas se insiste en intentar perpetrar.
La narrativa fundacional es una herramienta diseñada para estabilizar un poder que, en su esencia, es siempre precario y efímero. No resulta casual que Milei, en su frenética apuesta por refundar la Argentina, recurra a la estrategia de la tabula rasa: destruir para construir, borrar para crear. Pero en su afán de demolición, olvida —o decide ignorar— que el suelo lleno de escombros rara vez se convierte en un cimiento sólido. La estabilidad no surge de una página completamente en blanco, sino de saber construir sobre lo que aún es valioso.
El mito de la reconstrucción, tal como lo presenta este gobierno, se erige sobre una paradoja insalvable. Reconstruir implica, por definición, un retorno a lo que alguna vez fue, una restauración de un supuesto equilibrio perdido. Pero, ¿cuándo existió esa Argentina ideal que hoy se busca reconstruir? ¿En la Argentina de la Generación del 80, con su orden conservador y su promesa de progreso a costa de la exclusión? ¿En la autarquía de la primera parte del siglo XX, marcada por el infame pacto Roca-Runciman que consolidó la dependencia económica y el sometimiento a intereses extranjeros? ¿En el desarrollismo tambaleante de los años 60? ¿O acaso en la década menemista, esa ilusión neoliberal que hoy algunos parecen emular con un guiño cínico? El mito se sostiene porque no exige verificación: es un acto de fe.
Milei, con su estilo enérgico e inflamado, pretende encarnar al gran arquitecto de esta reconstrucción. Sin embargo, sus discursos reflejan una contradicción importante: la reconstrucción que propone no parece ser un proyecto colectivo, sino más bien una apuesta individualista que reduce al Estado a un facilitador de relaciones entre individuos. En su afán por destruir los "mitos" del pasado, Milei genera un nuevo mito fundacional, el del mercado como salvador, un Leviatán invisible pero omnipresente que promete libertad mientras se alimenta de desigualdad.
La historia argentina —como tantas otras— está marcada por fundaciones y refundaciones que intentan borrar las cicatrices del pasado mientras se nutren de ellas. La proclamación de 2025 como el "Año de la Reconstrucción" no escapa a esta lógica de memoria selectiva. En el relato oficial, el sufrimiento de las mayorías se maquilla como sacrificio necesario, mientras los éxitos, siempre postergados, se usan para justificar las miserias del presente.
Lecciones valiosas pueden extraerse de otros intentos de refundación. Desde la restauración borbónica en Europa tras el colapso napoleónico hasta el ascenso de Mussolini en Italia o procesos de supuesta modernización en América Latina, como la "Revolución Libertadora" en Argentina, estas refundaciones suelen oscilar entre el autoritarismo y un progreso fugaz. Sin embargo, la Argentina ha sabido construir legados democráticos que trascienden los mitos refundacionales: ejemplos como la Asignación Universal por Hijo y el Juicio a las Juntas, un gran logro colectivo que marcó un hito en la lucha por los derechos humanos, demuestran la capacidad del Estado para implementar políticas inclusivas y sostenibles. Estos logros, que Milei ignora o desestima, evidencian que el avance no requiere de mitos vacíos, sino de continuidad y visión estratégica.
En este contexto, es fundamental reconocer lo que está bien hecho y continuarlo, adaptándolo si es necesario a nuevas realidades. Entre los logros más recientes, el gasoducto desarrollado por el gobierno anterior se erige como un ejemplo tangible de política de Estado bien concebida. Argentina ha experimentado un superávit energético en 2024 gracias a la reversión del Gasoducto Norte y a la puesta en funcionamiento de la Planta Compresora Salliqueló. Estas obras han permitido abastecer con gas de Vaca Muerta a siete provincias del norte del país y ahorrar divisas. En 2024, Argentina alcanzó niveles récord de producción de petróleo y gas, con un superávit energético de USD 2.758 millones. Este logro evidencia que los proyectos estratégicos bien ejecutados pueden traducirse en beneficios concretos para el país, y descartar estos avances en nombre de una refundación total sería tanto miope como destructivo.
Reivindicar la continuidad de las políticas de Estado, como lo ha hecho Brasil, por ejemplo, en su política exterior a través de la tradición diplomática de Itamaraty, es entender que un país no se construye yendo de una banquina a la otra, oscilando entre extremos, a golpes de decisión apresurada y sin rumbo fijo. Los brasileños, a través de su política exterior, han demostrado que ciertos principios y aspectos fundamentales, como la no injerencia, el rechazo a las alineaciones automáticas y excluyentes, y el valor del multilateralismo, han sido observados y preservados incluso por administraciones tan disímiles como las de Bolsonaro y Lula.
Mientras tanto, el "Año de la Reconstrucción" avanzará entre proclamaciones grandilocuentes y realidades desoladoras. Tal vez la verdadera reconstrucción no sea la que Milei proclama desde el atril, sino la que se forja en los márgenes: en los gestos cotidianos de quienes resisten las imposiciones del poder y, en silencio, construyen un futuro menos mitológico y más humano.