La experiencia de misionar durante un año en El Salvador
Nogoyá.- Hace un año dos jóvenes de esta ciudad partían a misionar con Puntos Corazón. Son pareja y a cada uno le tocó un lugar diferente: Juan Correa a la India, donde estará posiblemente hasta septiembre de este año, y Rosario Corrales a El Salvador, donde vivió un año.
Luego de un año misionando Rosario Corrales, “Charo”, a su regreso dialogó con Paralelo 32, con quien compartió parte de su experiencia: “Hace unos días que llegué a Nogoyá, estuve un año misionando en una colonia que se llama La Iberia y he vivido unos días maravillosos, donde además de dar he recibido muchísimo”, aseguró.
Durante la charla, Charo contó la esencia de Puntos Corazón: “Es una obra de compasión y consolación”, sostuvo y humildemente lanzó: “Nuestra misión no es nada extraordinario, sino que vamos a hacer cosas simples, ser una presencia entre los que más sufren, los niños y los ancianos”.
“El Salvador es un país muy pobre y uno de los más violentos por la existencia de pandillas. Hay muchos chicos solos que han quedado huérfanos, algunos viven con sus abuelos, tienen un lugar donde comer y dormir, pero viven en las calles y hay muchos padres que están presos y los niños a los 12 o 13 años corren el peligro de unirse a las pandillas”, cuenta la joven que con su vivencia ya puede dar cuentas de la difícil situación que atraviesa el país.
“Así se vive en este lugar, pero también tienen cosas muy lindas, porque a pesar de la pobreza y la violencia con la que viven, se las arreglan para no pasar hambre, son personas muy trabajadoras, son alegres y de mucha fe; esto es muy lindo.La gente inventa trabajo en donde no hay, sale a vender comida.Siempre están viendo qué pueden hacer”. Contó.
La nogoyaense conoció la obra de Puntos Corazón gracias a un sacerdote que hizo parte de su diaconado en Nogoyá y fue su maestro de catequesis en el Colegio San Francisco. “Él había realizado su primera misión en Perú y estaba por hacer otra, nos habló tan lindo de Puntos Corazón que te daban ganas de unirte, pero era chica y lo veía tan lejano, fuera de nuestro alcance, me parecía maravilloso, pero no me imaginaba dejar la familia, irme tanto tiempo”, rememora.
Y sigue: “Hace unos años Puntos Corazón volvió a mi vida, cuando estaba terminando mi tesis, mi novio, Juan Correa, sintió el llamado a misionar y me empujó un poco a hacerlo; me tomé un año para pensarlo y ver si era realmente algo que Dios me llamaba o eran cosas que solo pasaba en mi cabeza.En 2016 empecé mi formación que duró un año y en 2017 partí. Juan se fue a la India y todavía estará unos meses más”.
El viaje
“Ha sido todo un desafío, fue difícil dejar la familia, no fue fácil adaptarse porque la cultura es muy diferente, la gente es muy penosa, sensible, pero fuimos aprendiendo de ellos y también de la vida comunitaria porque viví en una casa con misioneros de Brasil, Francia, Estados Unidos, Alemania, Hungría; Polonia y esto tampoco es fácil.Uno descubre sus miserias y también sus virtudes, todos tenemos algo que aprender y algo que enseñar”, cuenta con gran madurez.
“Fueron días muy lindos, fuimos con la idea de brindar, pero también he recibido muchísimo, no me alcanzan los brazos para abrazar todo el amor que recibí este año, todo lo que aprendí y Dios me regaló, estoy muy feliz de haber vivido esta experiencia. Puntos Corazón es una escuela del amor”, sentenció.