La cuaresma de la cuarentena cuaternaria
** Un par de semanas atrás jugábamos en esta columna con la idea de viajeros del tiempo que nos visitan desde el futuro. Como por ahora todavía no es posible montarnos en una máquina para recorrer el pasado, a la generación Z nacida en el presente siglo –y también a los Millennials (18 a 35 años de edad)– tendremos que seguir contándoles en qué sociedad, cultura, tecnología, tradición, vivieron sus padres y abuelos en el siglo XIX de la era cuaternaria. A esto último también hay que aclararlo porque los Zetas creen que los viejos son de la era Mezozoica, por eso los llaman dinosaurios.
** No hay otro modo de llevarlos, por ejemplo, a ver cómo se vivía la Cuaresma allá por los años ‘50 y hasta parte de la década del ’70. Por supuesto que a muchos Zetas primero habría que explicarles qué es la Cuaresma y avisarles que ya comenzó, que además no la confundan con Cuarentena, aunque ambos tienen que ver con el místico número cuarenta. Y explicarles que ese modo devocional de vivirla no comenzó en el año 50 sino que venía de la Edad Media.
** Si cargásemos a esos chicos en una de esas máquinas misteriosas para transportarlos cinco décadas atrás y detenernos en Semana Santa, rebotarían contra las puertas de los boliches. ¡¡Oh re, se ve que acá también están con la pandemia!!, pensarían. Aquel mundo tan distinto al presente, con sus cuaresmas cristianas tan rígidas, tiene algún punto de coincidencia con el presente de pandemia que también impone normas restrictivas de todo tipo. Con boliches, cines, teatros, prostíbulos y casas de juego cerradas, y comiendo tan poca carne roja por razones de pizarra, nada nos cambiaría si se nos impidiera comerla todos los jueves y viernes por causa del coronavirus.
Los músicos corrían la liebre
** Durante toda la Cuarentena no había boliches, ni salones, ni pistas regadas y cerradas con bolsa, donde se hicieran bailes. Si mal no recuerdo –y aquí me hace falta Don Leoncio- los cines en las grandes ciudades, donde se encendían las pantallas todos los días, en Semana Santa no ponían en cartelera otra cosa que Los10 Mandamientos (1956), Ben Hur (1959), Barrabás (1961), La historia más grande jamás contada (1965). Las sandalias del pescador (1968), Jesús de Nazareth en 1977… y películas de romanos. A todas las conocemos porque se repetían una y otra vez en los cines a lo largo de los años. Hoy los mejores estrenos se usan y se tiran.
** –M. Gusto en saludarlo don Leoncio, le pido que me ayude con esto de memorizar algunos detalles que no se hallan en los libros, por eso queremos dejarlos escritos.
_L. ¿Anda medio flojo de memoria?
–M. Solo quiero preguntárselo a alguien que lo ha vivido.
_L. ¿Y dígame, usted viene del futuro?
–M. Sé lo que me está insinuando, pero tampoco vengo de un pasado tan lejano como usted cree.
_L. Usted no es tan tierno que se cuece en el primer hervor, pero vayamos al grano, ¿qué quiere saber?
–M. Todo sobre las cuaresmas de su tiempo.
** _L. Mire, vea, no le quiero vender el sapo, porque yo no era mucho de ir a misa y esas cosas, pero le puedo decir que los músicos corrían la liebre después de los carnavales porque en cuarentena tocar música y bailar era como comprarse un lote a perpetuidad en lo de Mandinga. Si hacías la fiesta de tu aniversario de bodas en plena cuaresma, el cura en vez de caer con el acetre para el agua bendita y el hisopo, te caía con la bombita de flit.
–M. ¡cuente, cuente…!
_L. Recuerdo que una vez vinimos al pueblo con el Gildo, a una matiné de cine un jueves santo, ya que en los galpones no se trabajaba y estábamos al cuete. Yo ya tenía como treinta años ¿No va a creer que pasaban una película de coboi? ¡No lo podíamos creer!
Aquel tío español
** –M. ¿Qué había de raro en esa peli de cowboys?
_L. Andaban a los tiros matando indios. Que hasta entonces en Semana Santa, principalmente jueves y viernes, solo se podían ver películas religiosas ¿vió?, en las radios había música sacra y se trasmitían las misas. Y le voy a decir que mi amigo Simón, de LT14 de Paraná, me asegura que eso duró en las radios estatales de AM hasta hace apenas diez años, aunque solamente los viernes santos y la música ya no era tan pesada.
** _L. Reirse a carcajadas era una ofensa a Dios. Eran cuarenta días sin fiestas, sin timba, sin carreras de caballos y sin un solo prostíbulo abierto.
–M. ¿Usted mismo comprobaba que todos estaban cerrados?
_L. No se me ponga picarón. Son cosas que las sabíamos todos, si le digo que había un dicho: “con más hambre que prostituta en Cuaresma”. No solo que las chicas no podían atender sino que los hombres sabían que eran días de guardar. ¡y ni le cuento la semana santa!, cuando ni malas palabras se podían decir; el que se reventaba un dedo con el martillo solo podía rezar un Ave María a los gritos, mire.
** _L. Me contaba mi tío Inocencio, español venido de Galicia en los años cincuenta, que en su pueblo, Malpica, durante toda la Semana Santa se bajaban las persianas, se cerraban las ventanas y solo se salía para las misas y procesiones, porque eran días de recogimiento, días que se pasaban en familia. “No servía de mucho porque nuestro padre igual no nos hablaba y tampoco se podía jugar juegos de mesa, pero coño, estabas en familia”, me dijo un día. Cuando le pregunté si tampoco comían carnes rojas no me supo decir, porque en Malpica no comían otra cosa que pescados y codornices todo el año, así que no tenían ni cómo hacer esa penitencia. Y le digo algo más, por contar chistes como éstos en Cuaresma uno podía ser excomulgado.
–M. Creo que en cuaresma y cualquier día del año.
Abstinencias varias
** _L. Acá tampoco se comía carne roja los jueves y viernes. Por ahí hacíamos una parrillada con achuras y nadie nos podía reprochar. Con un amigo, el polaco Bogdan, esperábamos esa fecha para hacer la penitencia con unos buenos sábalos a la parrilla y empanadas de armado, regadito con vino Franja Amarilla de bodegas Emilio Gaberione. Eso sí, ese día tomábamos menos. Había un respeto.
–M. Pero son días de ayuno y oración, y siempre lo fueron…
_L. Mire, el cura nos decía que había que abstenerse de la carne.
–M. Bueno, don Leoncio, no es que no se debe comer bife de nalga sino abstenerse de las nalgas. Era una forma de referirse a la carnalidad ¿entiende?, no tener relaciones carnales con la pareja o con quien fuera, por ejemplo con esas chicas que en cuarentena pasaban hambre.
** _L. Siempre lo sospeché, pero válgale Dios, igual quedamos libres de pecado con el polaco, que en paz descanse, porque vivíamos solos. Ahora el papa Francisco dice que en vez de comer pescado o verduras los viernes comamos lo que nos venga en ganas y a cambio hagamos actos caritativos.
–M. Sí, lo escuché.
_L. Ahí tiene, el polaco siempre quiso hacer caridad en cuaresma, dándoles de vivir a esas pobres chicas que se quedaban sin trabajo.