Sociedad
La burocracia no nació mala; la hicieron
Una vicegobernadora de Entre Ríos, primera mujer que ocupó ese cargo en la historia institucional de esta provincia, me confió cierta vez su indignación frente al firme y determinante “eso no se puede hacer”, sostenido con rigor prusiano ante las nuevas autoridades políticas por algunos funcionarios de carrera, de los que al parecer se sienten cómodos completando siempre los mismos formularios durante décadas.
El “eso no se puede” va muy bien cuando se trata de custodiar el cumplimiento de una ley, pero no como simple factor de poder para el que desea defender la comodidad de su rutina. La vicegobernadora ya había tenido este tipo de experiencias como ministra de Desarrollo Social, donde libró pequeñas batallas para lograr más agilidad en los trámites y su adaptación a las nuevas realidades.
Burocracia no es una mala palabra; refiere al ordenamiento administrativo sin el cual nadie podría gobernar, pero la burocracia ineficaz e ineficiente es el problema y demanda la pronta modernización del sistema operativo. A veces mejorarlo solo requiere de una Resolución modificatoria de otra que alguna vez fue ideal, pero hoy es un ruleman oxidado que dificulta el rápido desempeño de la máquina gubernamental. Por cierto, el Estado tampoco cumple con algunas leyes de su propio cuño, pero no es culpa de la burocracia sino de los que tienen la obligación de cumplir sus normativas o corregirlas cuando hace falta.
Los estados provinciales, municipales y cuánto más en el Estado nacional, representan un entramado kafkiano, en algunos casos impidiendo y en otros de retrasando y ‘encarajinando’. En Vialidad provincial, por ejemplo, hubo que rescatar recientemente 50 máquinas viales abandonadas, quizás con algún desperfecto, que fueron reparadas por la nueva gestión y puestas a trabajar. ¿Fue por desidia o por un papeleo oficial que nunca se pudo completar?
Entre otros desaguisados, podemos citar los certificados de obra pública que figuraban como pagados en Vialidad y Tesorería no los había pagado (deuda encubierta). Además, fueron halladas por las nuevas autoridades centenares de carpetas en un armario, con solicitudes de productores que fueron sistemáticamente guardadas (pisadas) mientras seguramente los solicitantes esperaban respuesta. Son apenas botones de muestra.
Trámites de rutina nos llevaron esta semana a trajinar tres oficinas de la Secretaría de Trabajo y Seguridad Social de la provincia, en Paraná, dos de ellas ubicadas en viejos inmuebles alquilados sin funcionalidad alguna y hasta podría decirse inapropiadas para esa función. Es probable que algunos ni siquiera dispusieran de sanitarios para el público.
Ver una escalera por la que se sube a un primer piso desde un espacio oscuro y ocupado por motocicletas, sin un letrero que indicara por dónde acceder a ella, nos recordó una inspección que hizo personal de provincia años atrás en Paralelo 32 Crespo, a poco de haber inaugurado nuestro nuevo edificio. Se ingresa al mismo por un espacio amplio y bien iluminado, con una ancha escalera en el interior, que conduce al primer piso, visible desde cualquier parte donde uno se halle, pintada de blanco y con pasamanos de acero inoxidable (detalles para entender de qué estamos hablando). En ese punto se nos intimó a colocar un letrero muy obvio (Escalera) para señalar que allí estaba el primer escalón de acceso al primer piso.
Desde estas inspecciones se verifican también las certificaciones de los matafuegos y su correcta ubicación en lugares bien visibles, lo cual es sin dudas positivo, sin embargo, no los hemos observado en dependencias de la mencionada Secretaría.
Valga decir que la atención de su personal es muy buena y suple contratiempos, inconvenientes y traspapelados de expedientes, pero queda en evidencia que el mismo Estado que exige el cumplimiento de las normas de seguridad e higiene establecidas, así como accesibilidad para personas con movilidad reducida, no resistirían una inspección en algunas de sus dependencias. Además, la tan mentada ‘despapelización’ nunca sucedió y la modernización aguarda exhausta su turno en un torrente de promesas reiteradamente incumplidas.