Esta nueva casa. Mudanza Nº 2021
** Aquí estamos, como quien pone los pies dentro de la nueva casa deshabitada y sin muebles. Suenan las primeras palabras y nada se interpone, el eco es tan libre como el albedrío. Los días subsiguientes completarán la escena. Las horas y los meses irán trayendo sus muebles, cortinas, alfombras, almohadas, cuadros, ollas, espejos, el primer aroma de frutas; las sillas con sus voces conocidas y sus silencios de ausencia; los retratos, algunos para recordarnos quienes fuimos y otros empecinados en sostener la presencia de los que ya perdieron la palabra y el obsequio del beso.
** La nueva casa siempre será una incógnita, como lo es el próximo día, próxima hora, próximo minuto. Siempre habrá un minuto anterior a la tragedia, el alegrón, la abulia, al abrazo de una presencia amada. Se ha dicho y se repite que lo único real es el presente; el pasado ya fue y el futuro no existe. ¿Qué es el mañana sino apenas un puñado de sueños o buenas intenciones. ¿Qué es, sino un espacio de tiempo que necesita de la esperanza como el vegetal necesita del agua a sus pies?
** La pregunta más frecuente por estos días al encontrarnos con conocidos y amigos ha sido: ¿cómo lo ves al 2021? Lo único real es que el pretérito (el mañana) no existe todavía y en consecuencia no deberíamos tener razones para ponernos ansiosos. San Agustín trató de responder sobre estas complejidades.
El pasado ya no existe y el futuro tampoco, aunque más adelante parece contradecirse: “Si el futuro no existe aún, ¿dónde lo han visto los que predijeron el futuro? No es posible ver lo que no existe. Y los que narran el pasado no contarían cosas verídicas si no lo vieran con la imaginación. Si el pasado no existiera, sería totalmente imposible verlo. Luego existe el futuro y el pasado”, están en algún lugar, pero allí donde se encuentran, son el presente.
** Complicadito, por algo el obispo de Hipona escribió más adelante: “¿Qué es el tiempo? Si nadie me lo pregunta lo sé, si trato de explicarlo a quien me lo pregunta no lo sé”.
¿A quién no le pasa lo mismo, no?
En busca de un año usado
** En qué estaría pensando don Leoncio en su tránsito desparejo por las baldosas de calle Soledad esquina Melancolía. Dobló en la convergencia de ambas ‘arterias’, así llamadas porque circula por ellas la sangre caliente de los madrugadores que esperan la ayuda de Dios, y de los trasnochadores que no tienen perdón de Dios. Enfiló hacia nosotros con ostensible sed de conversación ocasional.
** — M. ¡Feliz Año Nuevo don Leoncio! ¿Ha salido de compras?
_L. Y si, salí por alguna provista. Calandria que no sale del nido, el bicherío no la va a buscar para entregarse en sacrificio.
— M. ¿Busca algo en especial? ¿Algún obsequio para la patrona?
_L. Hoy se me ha venido curioso demás, pero le voy a decir, en una de esas me puede ayudar. Ando buscando un año usado.
— M. ¿¡Un año usado!?
_L. Mesmo. No quiero saber nada con los años nuevos, que últimamente vienen con cada sorpresa que a uno lo dejan medio ‘estropiau’. Prefiero un año usado, que uno ya sabe cómo es y qué mañas tiene porque ya lo vivió. No precisa ser tan nuevo, si me consigue el año 93 ó 94 podemos hablar.
** — M. ¡No vaya a creer, mire. Eso tiene sus riesgos! Conocí a una artista bohemia que abominaba de todo lo nuevo y no quería correr riesgos de nada. Cuando llegaba el año nuevo huía y se procuraba algún año viejo. Casada con otro bohemio alcohólico que vivía a costilla de ella; en dos mil cinco ya estaba divorciada y se sentía muy liberada con eso, pero consiguió en una feria de usados el año 97, justo el año cuando se había casado…
** –M …Era el único año disponible porque salen mucho, cada vez más. Crece el mercado de los que le temen a los años próximos. La audaz mujer arrancó bien, pero al llegar el 25 de abril se tuvo que casar a la misma hora y el mismo lugar con aquel holgazán vividor, porque nada se puede modificar. Quien vuelve al pasado lo vive como un presente repetido (como dijo o quiso decir San Agustín). Es aburridísimo y se sufre más, porque uno ya sabe que se está equivocando de nuevo pero no puede recular, porque uno está repitiendo el año. Eso de ir por un año usado es como comprar un billete de lotería que ya sorteó; resulta mucho más estimulante comprar uno próximo a jugar, aunque las chances sean igual de lejanas.
Una fija llamada esperanza
** — M. ¿Abriga alguna esperanza para el próximo año por vivir, don Leoncio?
_ L. Con estos calores de fin de año, cualquier cosa que se abrigue se pudre.
— M. ¡Veníamos bien…!, usted ya sabe a qué me refiero, ¿cuál es su relación con la Esperanza?
_ L. Linda muchacha..
— M. ¡Es una muy buena metáfora para definirla, siga, siga..!
_ L. …Para qué le voy a mentir, nunca me dio bola, después se casó con un amigo y ya sabe cómo son estas cosas; las esposas de los amigos tienen bigotes…
** — M. Sosiegue don Leoncio, lo veo un poco alterado hoy, esquivando el bulto para no decir si tiene esperanzas para el porvenir.
_ L. Ah, quería saber eso. ¿Y qué entiende usted por esperanza?
–M. Según el diccionario que se mire, es la confianza de lograr una cosa o de que se realice algo que uno desea.
_ L. ¿Había sido eso? Me recuerda mi corto tiempo de bolichero de campaña. Yo era muy joven. Se le fiaba a alguien de confianza, con la esperanza de que le pagara cuando cobrase algún conchabo. Ahí fue cuando perdí y la rearmé varias veces a la esperanza, pero un día no la pude hallar más. ¿Y usted en qué ha puesto su esperanza, si se puede saber?
–M. En que nuestro país volverá a ser próspero como cuando usted tenía boliche en su juventud.
_L. Eso tiene otro nombre de mujer, creo que le llaman Utopía.
Caminemos hacia el horizonte
** Según una definición que se puede encontrar en textos de psicología, ‘la esperanza es un estado de ánimo que surge cuando se presenta como alcanzable lo que se desea’. Ahí está el punto. Me da como que esperar algo que no vemos alcanzable ya no calificaría como esperanza sino como sueño, o quizás utopía como califica don Leoncio, lo cual también es bueno porque la utopía moviliza; aunque es un horizonte que se aleja en la medida que caminamos hacia él, nos hace caminar.
** Como sea y con lo que tengamos cada uno en su mochila, caminemos hacia el destino incierto del nuevo año, la nueva casa, donde uno sabe de dónde parte pero no como será cuando llegue. Si así no fuera, si todo fuera tan previsible, la vida carecería de su mayor atractivo; la aventura de vivir.
** La esperanza es el agua fresca en el inescrutable desierto. El nudo de la cuestión es dónde o en quién pondremos nuestra esperanza. En qué esperaremos y de quién esperaremos, ¿de otros?, ¿de nosotros mismos?, ¿de Dios que es quien dispone lo que el hombre se propone?, o pondremos el pie de arranque sobre la endeble base de aquellas palabras con las que se auto estimulaban nuestros viejos: “La esperanza es lo último que se pierde”. Si les pedías que te lo explicaran, no sabían hacerlo, pero si no se lo preguntabas sabían por qué tenían esperanzas.
** Deseamos a nuestros lectores, Salud, Amor, Vida.