El vino tinto como remedio natural
El vino ha contado siempre con un significado especial para el hombre. Se lo ha asociado con el placer, con la salud y con lo sobrenatural. “El vino nos confortará y sostendrá a través de las pruebas y dificultades de esta tierra”, le dijo su padre a Noé. Guiado por estas palabras, Noé comenzó a cultivar uvas tan pronto como abandonó el arca. Según la creencia, Jesús había convertido el agua en vino. Desde la Antigüedad, se ha utilizado también para tratar diversas afecciones. Con frecuencia, se agregaban hierbas medicinales al vino para luego ser ingerido de esa manera. Esta práctica poseía un doble propósito. El alcohol del vino conservaba las hierbas y, además, le otorgaba al remedio un sabor más agradable. Hipócrito recomendó su utilización para una gran cantidad de casos: como tónico, sedante y somnífero, como desinfectante, para aliviar el dolor, los dolores de cabeza, la indigestión y para problemas cardiovasculares. Durante las últimas décadas, las investigaciones han confirmado los beneficios del vino para el corazón. Diversos estudios han demostrado una incidencia significativamente menor de enfermedades cardiovasculares entre los habitantes de los países del Mediterráneo que entre los habitantes de Europa central y del norte. Esta diferencia se ha atribuido al consumo periódico de vino tinto, como es la costumbre en las regiones del Mediterráneo. Sin embargo, el vino contiene alcohol y parece existir un límite mínimo entre las cantidades de alcohol saludables y no saludables en la dieta.
La eficacia del vino
Se han identificado más de mil sustancias químicas diferentes en diversos vinos. Cada uno es único, de acuerdo con las uvas utilizadas, la región donde fueron cultivadas y las condiciones climáticas específicas que se presentan en cada estación en particular. Las cantidades determinadas de estas sustancias y su combinación le otorgan un sabor, un color y un aroma característicos. Cada litro contiene alrededor de 100 cm3 de alcohol, además de glucosa, minerales,