El «último primer día», la nueva moda entre los estudiantes secundarios
Victoria.- La nuevísima moda de festejar el último primer día nació y se difundió a todo el país gracias al poder de las redes sociales, como tantos movimientos y convocatorias del presente. No tiene reglas fijas, se pueden hacer reuniones del más variado tipo. Es casi una cacofonía, un tropezón en la lectura de un aviso ininteligible que nos obliga a revisar la frase, ¡no! Nos animaríamos a catalogarlo como una suerte de moda que, como lo reconocen los mismos directores departamentales de escuelas, se traslada a cada rincón de la provincia y del país.
Más allá de que indique un cambio cultural o una moda pasajera, está claro que no representa un logro en sí mismo, más bien determina un comportamiento que se replica contestatario, motivo de encuentro y, ciertas veces, de ruidoso desborde.
El video de una adolescente agitando una bandera de espaldas al tránsito, y en medio de una calle céntrica de nuestra ciudad, cobró viralidad en las redes, no solamente por esta actitud, sino que tras algunos instantes sería embestida por una camioneta.
En otro lugar de Victoria, frente a una escuela, alumnos de otra institución secundaria intentaron malograr los festejos de otro grupo que seguía este ritual de la noche previa a clases, pero no generaba ningún incidente por sí mismo. Paralelo 32 pudo saber que dos jóvenes, ajenos a esa celebración, bajaron de una moto y agredieron a golpes de puño a otro. La cuestión no llegó a mayores porque sus propios compañeros los separaron.
Es clara la intencionalidad de algunos por hacer de esta previa noche un acontecimiento en sí mismo, para nada educativo, e injustificable, ya que no es la promoción de un trayecto de la escolaridad, no es la coronación al esfuerzo de años de estudio en la universidad, ni el trabajo que tanto se edificó para obtener el premio de ciencias. Asimismo, algunos de los jóvenes consultados expresan que siguen esta tendencia porque el resto lo hace como una bienvenida a la ‘promo’. Otros lo hacen porque podría (podría, claro) ser el último año antes de ingresar a una etapa de mayores responsabilidades y sacrificios, ya sea que decidan continuar con los estudios superiores o trabajar.
Así las cosas, sería un error de interpretación pensar que las celebraciones son sinónimo de violencia o excesos. Si todos los jóvenes que celebraron el último primer día de clases hubieran provocado disturbios, la ciudad habría sido un caos. En este sentido, no hay que invisibilizar a un gran número de chicos que festejó sin mayores problemas.
Desde la esfera oficial, Gustavo Broin, director departamental de escuelas, señaló: “Este tipo de situaciones no las podemos silenciar ni dejarlas de tratar, pero es preciso aclarar que es la ‘previa’, una instancia donde la familia no puede sentirse ajena a las responsabilidades que le competen”. Asimismo, opinó que sería absurdo llegar al punto de tener que exigir a los tutores que acompañen a los alumnos el primer día. En base a lo anterior, dijo: “No es una medida que me gustaría tomar”.
Incluso, Broin sostuvo que las familias tienen la responsabilidad de cuidar que los estudiantes lleguen en óptimas condiciones a sus escuelas. Aún así, no se desligó del tema y se mantuvo al tanto de lo que sucedía. Por nuestra parte, podemos informar que al menos en una escuela, los directivos les reconocieron a sus alumnos de último año el correcto comportamiento, esto nos lleva a pensar que otros grupos, quizá, no siguieron esta línea.
Frases como: “Van todos, es así, no hay mucha ciencia”; “es el último año con el grupo, somos la promo. Después cada uno hace la suya”; “en la facultad las cosas cambian, tenemos que disfrutar de nuestro último año juntos”, identifican a esta generación de jóvenes que no es equiparable, ni siquiera, con los últimos diez años. Nuevas formas de relacionarse, de concebir la realidad y su valoración no pueden ponerse bajo la lupa de un lente viejo. Esta manifestación tan naturalizada por esta generación obliga a conceptualizar otros abordajes, quizá a modo de pregunta, ya que, tanto la superficialidad como el vértigo con que pasan estos cambios en las conductas juveniles, no dan tiempo para el análisis y las teorizaciones.