El hombre que hace rosarios
Victoria.- Desde los 13 años hace rosarios y los regala a quienes necesitan esperanza, no lleva la cuenta pero sabe que hoy están en cientos de hogares de esta ciudad, del país y del mundo, porque hasta el Padre Ignacio recibió uno que llevó a su madre a Sri Lanka (Asia), ella vivía al sur, y por alguna cuestión que no logra explicar decidió cambiarse al norte. Tiempo después un tsunami asolaría ese lado de la isla y ella milagrosamente se salvaría.
“Se los doy a quienes están atravesando un difícil momento, como un obsequio para llevar un mensaje de fe”, manifiesta Roberto Botto a Paralelo 32. Reconoce que tuvo esa idea en oportunidad de estar viendo una película sobre la vida de la Virgen de Fátima, donde la protagonista decía, ‘recen el rosario para que el mundo se salve’, y fue entonces cuando una pregunta le vino en mente ¿recen, pero con qué rosarios? Y la respuesta estuvo allí, él los haría y se los entregaría a tantos como sea posible: “para mí el rosario es la Virgen misma, Dios tiene miles de maneras de llegar al hombre y la Virgen también, ésta es una de ellas”.
Botto fue un empleado municipal muy conocido, referente de la planta potabilizadora de agua durante décadas, pero en 2013 con 63 años se acogió a los beneficios de la jubilación, lejos de mirar ese pasado reciente con melancolía, el entrevistado lo toma como una etapa más de su vida, “El 1º de mayo de ese año dije basta, justamente el Día del Trabajador, luego de treinta años de aporte. No me costó y aparte le di lugar a alguien más”
Cuando se le consulta si le gustaba lo que hacía, responde enfáticamente: “Amé lo que hacía y lo sigo queriendo, pero hasta lo que uno ama debe saber cuándo cumple una etapa”.
Y como buen hacedor, ocupa el tiempo en un sinnúmero de actividades que lo llevan a construir muebles para su hermosa casa, cuidar del jardín no menos bello junto a su esposa Emma, y por supuesto, hacer rosarios. “Hoy hizo bastante calor acá en la galería, así que le pedí a la Virgencita que me disculpe”, dice mientras advierte que hubo momentos en que dejó de hacerlos, “cuando me fui al servicio militar y cuando me casé, después siempre he retomado la labor, uno no sabe quién va a golpear a la puerta, o cuándo alguien va a necesitar uno”.
Botto es un hombre de fe, la abrazó desde joven y si bien no llegó al sacerdocio conoce lo que es ser seminarista aunque no lo ponga de relieve en esta entrevista que nuestro semanario le realizó en su casa.
Materiales
Alambre y una pinza especial que usan los artesanos, cadenitas, cuentitas de cristal, conseguía las medallitas y los crucifijos; luego también utilizó durante años las semillas de Acacia, y más recientemente con las semillas que le llaman ‘lágrimas de la Virgen’, “la verdad es que no sé cómo, pero tengo una planta en el fondo de casa, sembré más y así logro cosechar en verano para secar y repetir el proceso de perforación y seguidamente unirlas con un hilo resistente (como el que aparece en la imagen que ilustra la nota)”.
Una anécdota
Roberto habrá tenido unos 3 o 4 años y en su casa ya rezaban el rosario, “mis padres nos hacían arrodillar y con mis seis hermanos y mi madre nos hincábamos, salvo que estuviera un perrito chico que teníamos, porque me distraía y nos reprendían a todos, pero desde ese entonces ya rezaba y lo sigo haciendo”.
Incluso cada vez que arma uno lo va rezando por la persona a donde la Vrgen irá, “pasa que a veces me piden y no tengo, y entonces me dispongo a hacerlo. No sé cómo ‘marchan’ pero lo hacen, siempre hay alguien que necesita”.
Un total de 59 cuentas componen un Rosario, entre Padre Nuestros, diez Ave María (Misterio) y Glorias, esta práctica puede significar un punto de inflexión para el que ‘golpea las puertas del cielo’, Don Botto hizo algo que puede parecer una acción simple, pero recibir de regalo uno de sus rosarios es tan inesperado como aleccionador: “abra las manos y reciba a la Virgen”, dice mientras posa uno de ellos sobres las manos de este cronista. Sin dudas, algo inexplicable ocurre allí, inesperado, un gesto de amor al prójimo dirán los cristianos. Eso mismo deben sentir tantas otras personas que acceden a este hermoso regalo.
Cuando todavía no sabíamos la forma en que esos rosarios llegaban a la gente, arriesgamos una pregunta que pudo sonar atrevida:
— ¿Usted los vende o cómo hace para que lleguen a la gente?
— “No, yo no los vendo, se los hago a la Virgen… y ella va donde quiere. Eso es lo que yo siento. Y siempre aparece alguien que por alguna circunstancia de la vida se siente en problemas, necesita ayuda, o una palabra de aliento. Entonces le acerco un rosario, que es un medio para llegar a ella”.
Bautismos, catequesis, comuniones, los que integran los cursillos de cristiandad o renovación carismática, “les he dado a muchos de ellos, porque creo que es el camino más lindo y seguro para llegar a la fe”.