El Crypto Art crea un extraño mercado intangible que mueve millones
En Paralelo 32 hemos abordado algunos aspectos relacionados con las criptomonedas, gracias a la ayuda del contador y columnista de este semanario, Fabián Zorzábal. En esta ocasión, avanzaremos sobre el tema, involucrando, esta vez, al arte.
“¿Arte y criptomonedas? ¿Pero qué tiene que ver?”, podría preguntarse algún lector. La respuesta, sin embargo, es bastante evidente: el arte está dentro del mercado y las criptomonedas son unidades de intercambio y reservas de valor. El mercado, por su parte, es un proceso de interacción social donde individuos intercambian, voluntariamente, derechos de propiedad. La relación, entonces, es bastante clara.
Los cibernautas habrán notado que muchos influencers están vendiendo NFTs. Estos se llaman así por sus siglas en inglés non fungible token. Los NFTs son un tipo especial de token criptográfico que representa algo único. Traducido: son derechos de propiedad (en este caso activos digitales), protegidos con una blockchain (cadena de bloques).
A grandes rasgos, el blockchain es una base de datos descentralizada para comprobar transacciones y quién posee qué activo. Cuando alguien compra un Bitcoin, por ejemplo, queda registrado en la blockchain que determinada persona es propietaria de tal Bitcoin.
Regresemos a los NFTs. Estos son archivos digitales, pueden ser: gifs, imágenes, memes, etc. De lo anterior se sigue que ser el propietario de un NFT no te hace ser el único que lo tiene. ¿Todavía el tema es complicado de entender?
El artista digital Mike Winkelmann, más conocido en las redes como Beeple, ha explicado: “Vos podés sacarle una foto a La Gioconda y guardarla en tu celular, pero eso no significa que seas el propietario de La Gioconda”. Entonces, tener determinada imagen o gif no significa que seas su dueño. Pero tampoco ser el dueño del NFT significa que sos el único que lo tiene. Ahora bien, sólo si sos su dueño lo podés vender.
Más allá de lo que cada uno pueda llegar a pensar de esto, sea absurdo o no, la realidad indica que se trata de un negocio, en muchos casos, próspero. Esto es así porque la esencia de los NFT no está en la imagen en sí, sino en la narrativa construida a partir de éste.
Ya el filósofo Walter Benjamin, en su obra Estética de la imagen, se había referido a la obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica. “Incluso en la más perfecta de las reproducciones, ‘una’ cosa queda fuera de ella: el aquí y ahora de la obra de arte, su existencia única en el lugar donde se encuentra. Es a esta existencia única de la obra de arte y solo a ella a la que atañe la historia a la que ella ha estado sometida a lo largo de su permanencia”, escribió Benjamin.
Ahora bien, ese “aquí y ahora” que según el filósofo compone el concepto de la autenticidad de la obra, en los NFTs no es el mismo que en La Gioconda. Dicho de otra forma, “el aura” de los NFTs es la narrativa que se construye en torno a ellos. Cuanto más se reproduce un NFT, más valor tiene.
Hay memes antiguos que recién ahora se están vendiendo y que, ya creados, recién ahora son NFTs, pues antes sólo eran memes. También, hay obras nuevas ya pensadas desde su génesis como NFTs, que se venden a cientos de miles, incluso millones de dólares.
¿Cómo se entiende todo esto? El que compra un NFT no compra la obra material, sobre todo porque esa obra materialmente no existe. Tampoco puede pedir a aquellos que tienen ese archivo que lo eliminen. ¿Qué compra, entonces? Compra su narrativa. Y el valor de ésta aumenta con base en cuánta gente más le da valor. Extrañamente, es una obra que cuantos más la tengan, cuantos menos escasa sea (por lo menos en apariencia), más valor tendrá.
En febrero de este año, el famoso influencer Logan Paul sacó a la venta tres mil NFTs. Los vendió casi todos y reunió más de cinco millones de dólares. ¿Cómo logró esto? Gracias a la historia que Paul creó alrededor de lo que estaba vendiendo y a la gran comunidad que lo sigue. Todo esto dio origen al concepto de Crypto Art. La pregunta es si la definición es apropiada, pues algunos podrían llamarlo, simplemente, mercado.