Historias de vidas que nos definen
“El bronce no aplaude, los reconocimientos deben ser en vida”
Un relato que habla del agradecimiento de un inquieto adolescente, ex alumno del Instituto John Fitzgeral Kennedy, Luis Rutilio Oviedo, a su ex rectora Necha Navoni de Ramos • El pedido para que la declaren Ciudadana Ilustre.
“Vos sos esa dulce canción de la edad... de la edad que ya se fue, por eso vine otra vez para darte la lección,,,: que cuanto me has enseñado lo llevo en el corazón...”
Versos aquellos que engalanan el popular poema lunfardo del cantautor Héctor Gagliardi y que bien hacen espejo en nuestra historia de vida, atravesada e interpelada por el reconocimiento y aprecio de un alumno a su profesora.
Todo comenzó allá por la década del ochenta, cuando Luis Rutilio Oviedo recorría desde su ser adolescente intrépido, perspicaz y sagaz, las aulas del Instituto John Fitzgerald Kennedy, establecimiento que pertenecía a la Abadía del Niño Dios, definido por una pequeña población escolar, lo que lo difería de los demás.
Paredes de San Benito, aquellas que contuvieron muchas generaciones de adolescentes guiados por un importate staff docente, entre los que se encontraba la primero profesora y luego rectora por casi cuatro décadas, Manuela Navoni de Ramos (Necha), quien impregnó con tanto cariño, contención y respeto el transitar de muchos jóvenes, que al día de hoy, algunos de ellos como Rutilio, tal como ella le llamaba, trabaja para que su nombre sea reconocido en vida.