El bienestar espiritual
El final de año es un momento de retrospectiva para evaluar lo que dejamos atrás, lo que hemos hecho, o tal vez, ¡lo que nos gustaría haber hecho!
Independientemente de la conclusión a la que lleguemos, esperamos con entusiasmo un nuevo año, lleno de retos y nuevas oportunidades; sabiendo que la búsqueda del sentido de la vida es la motivación fundamental de todo ser humano, y que cuando esta profunda necesidad no se satisface, la existencia se torna superficial o vacía; queremos compartirte este escrito de Alicia López Blanco autora de “Ser, hacer y trascender. Estrategias para alcanzar el bienestar”, para comenzar un nuevo año con inspiración y motivación, sin perder el entusiasmo con el paso de los días.
El bienestar espiritual refiere, específicamente, al hecho de encontrar satisfacción en los aspectos más sutiles y trascendentes de la existencia como son los sentimientos, los valores, los bienes que regocijan el alma, el arte, la naturaleza, los vínculos, el quehacer cotidiano, y los credos y las religiones para quienes adhieren a ellos. Es por esto que la espiritualidad no se aplica solo a un plano elevado de las cosas, sino que puede encontrar implicancias en todas las instancias de nuestra vida. Constituye un proceso de crecimiento personal que se relaciona con el significado que le atribuimos a nuestras elecciones y actos, y con las acciones que realizamos en pos de alcanzar lo que consideramos bueno para nosotros y nuestro entorno. Este tipo de bienestar colabora con la integración personal y la coherencia.
En la sociedad actual, los bienes espirituales no constituyen una prioridad. Cada vez más, vemos extender en el planeta el reino de la superficialidad, la inmediatez, el consumo, el materialismo, el éxito, la eficacia, la falta de comunicación genuina y la carencia de compromiso. También podemos observar que la mayoría de las personas no suele interrogarse acerca del por qué y para qué de la existencia, la vida y la muerte. Los planteos personales pasan más por los bienes materiales que se van a adquirir, o se adquirieron, que por el sentido de las cosas, de los actos; y más allá, por el efecto de sus consecuencias.
Vivimos en una cultura más ocupada en alentar el consumo para el logro de satisfacciones inmediatas que en transmitir la importancia de asumir responsabilidades, ser más conscientes de nosotros mismos, más honestos y capaces de arriesgarnos a un cambio, o proponernos alcanzar ideales de vida no relacionados con lo material.
Si aspiramos a vivir en una cultura de la paz, somos nosotros quienes necesitamos abocarnos a la tarea de transformar esta realidad pues, como afirmó Viktor Frankl —neurólogo y psiquiatra austríaco y referente del análisis existencial—, la búsqueda de sentido es la motivación fundamental de la vida de todo ser humano y cuando esta profunda necesidad no se satisface, la existencia se vuelve superficial o vacía. Él llamó a esta problemática neurosisnoógena o neurosis de falta de sentido de la vida, y al vacío existencial lo consideró como pobreza de espíritu.
La búsqueda de bienestar espiritual requiere esfuerzo, trabajo, dedicación, toma de conciencia y cambio. Da cuenta de un proceso, de una trayectoria, y especialmente, de una tarea que requiere la puesta en acto de la voluntad. Por lo tanto, se aprende, se enseña y se ejercita en el tiempo, al ir asumiendo las tareas que la vida nos asigna.