Decires del inicio de clases y el ánimo del binomio docentes-alumnos del que siempre hay tela para cortar
Por Nicolás Rochi (Paralelo 32)
Victoria.- Algunas escuelas, a través de sus preceptores, están enviando información a sus alumnos sobre cómo iniciará el año 2021. La presencialidad burbuja parece ocupar el centro de la escena, y está dada por horarios acotados y grupos pequeños. De esa manera se evita una posible propagación en caso de un contagio por Covid 19, ya sea de alumnos, docentes o personal administrativo que cubra esa franja de dictado de clases.
Mientras esas directivas ya se llevan adelante en instituciones de nivel secundario como la Escuela Técnica Pedro Radío, no hay mayores detalles de cómo será el cursado en el nivel primario. Es más, la semana pasada hubo algunos reclamos por falta de vacantes en los ingresos a los jardines.
En el caso del nivel terciario, se trabaja con menos presión de los padres, pero hemos podido saber que las quejas de falta de un entorno virtual educativo acorde, generó demoras y contratiempos en varias carreras de nuestra ciudad. Entre ellas, varias materias de las que se dictan en el Gaspar Benavento.
De igual modo, sería injusto poner en escena a estas instituciones que pusieron en juego sus limitados recursos, y no considerar que la mayoría de los docentes tuvo inconvenientes porque se puso como norma la virtualidad pero no se les aseguró conectividad ni tecnología. “Se me rompió el teléfono, y hasta que pude comprar otro, hice malabares con los trabajos y las consultas de los chicos”, nos dijo una docente que se desempeña tanto en el nivel secundario como superior.
Y sí, un celular más o menos ‘bueno’ no baja de los 30 mil pesos, y en muchos casos, el crédito viene con recargo, o hay que añadir el costo de la conectividad. Nadie habla del tema. Incluso el referente por Entre Ríos, Juan Muga, hace poco dijo a este medio que se evaluaba la posibilidad de un convenio empresas-GGE para que la brecha tecnológica no se agudice, pero las buenas intenciones de Muga no alcanzaron para que esta cuestión se resuelva.
Hoy, a semanas de iniciar el año 2021, todo sigue más o menos igual. Por eso hay chicos que sin tapujo se despachan con: “Si me preguntás qué aprendí el año pasado, diría que poco o nada”. Y la culpa no es del docente, o de los padres que jugaron el rol de asesor pedagógico en tiempo de descuento. Nada fue normal, ni siquiera esa frase poco feliz de ‘Nueva Normalidad’, que tanto se repite y poco se debate.
El clima de festividad carnavalera no nos deja ver otra de las burbujas, y es que Entre Ríos—por no decir nuestro país— está en medio de una tormenta de incertidumbres, y cuesta ver futuro, pensarlo aunque más no sea al momento de pararse frente a un aula, o un monitor. Aquellas palabras de ‘yo sé que es difícil, pero están haciendo un gran esfuerzo’, tienen olor rancio, y la desconexión no la hacen solamente los gremios como protesta, la hace el propio alumno, harto de tanta web, red social, mensaje, y tareas que caen como una catarata de conceptos vacíos, y que convengamos, no se puso blanco sobre negro para decir: ‘es hora de enseñar algo valioso’. Sí se acotó en cantidad, pero ¿se dio calidad de contenidos para una generación que no ve en la escuela el centro del conocimiento, ni mucho menos?
Por lo menos el presidente del CGE vino una vez a la ciudad, en enero, cosa de no tener mucho para decir, o para hacer. Sí Martín Müller ese mismo que a mitad del año pasado, en vez de dar un mensaje alentador a quienes hacían ese esfuerzo del que hablamos, usó la palabra ‘fracaso’ cuando reunió a los referentes departamentales para ver ‘cómo seguir’. Quizás se le escapó o lo traicionó el subconsciente, pero lo dijo, y muchos lo recuerdan. Y los que no, aquí estamos nosotros.
La docencia hace tiempo no se ejerce por vocación, no porque haya malos docentes que renieguen de su condición, sino porque el laburo no sobra, y alguien tiene que decirlo: conviene trabajar de esto, así como también de policía, o empleado de la Municipalidad. El Estado te asegura lo que el ámbito privado no puede, porque no puede.
El pibe, la chica/x/o lo sabe, sabe que su profesor está poco incentivado, y que no es valorado por la sociedad, y menos por ese Estado que lo expone y si se equivoca, lo condena. Ahora, cuando todos piden la presencialidad, y la consiguen porque se volvió un bastión político, ahí están de nuevo ellos: docentes y alumnos, en medio de los discursos que ponderan y condenan. Sí, nos encanta la grieta, y los algoritmos lo saben.
No vamos a hablar de meritocracia porque se ofenden los que quieren la igualdad de oportunidades, como si estas dos cuestiones no tuvieran conexión alguna. Es así, mientras abajo nos peleamos por tal o cual palabra, el presidente de los argentinos, manda a estudiar al que le dice algo que lo incomoda. La pregunta ¿Dónde? ¿Con qué recursos? ¿Virtual o presencial? ¿Con hijos o sin ellos?, y miles de etcéteras.
La diversidad también es esto, el no poder acceder a la educación mínima…iba a decir vital y móvil, pero pobres viejos, ya demasiado se los cachetea, porque la abuela/o también está ahí, viendo crecer a una generación a la que ama, pero no puede ayudarla como quisiera.
En medio estamos la mayoría de nosotros, intentando torcer el brazo de la mala racha, esperando una vacuna que ahora sí, y antes no sé, que cruza la calle del default, como si fuera Abbey Road, pero no es más que una despintada senda peatonal.
Otro año está a punto de empezar, para educarse, porque el otro ya arrancó hace rato, y bien gracias. ¡Qué capacidad de sufrimiento tenemos! ¿No?, dejamos de soñar con la esperanza del ‘sí se puede’ y despertamos en la realidad del ‘no se pudo ni se está pudiendo’.
Creo que sonó el timbre, pero de casa, porque el otro… el de la escuela, se rompió y para arreglarlo hay que esperar.