- “Sin novedad en el frente” - 25 marzo 2023
- Cuando los enemigos somos nosotros - 13 marzo 2023
- Cuando los problemas acechan - 10 marzo 2023
Aquellos que desean ignorar la historia están condenados a repetirla. En realidad, la conocida frase es “Quien no conoce su historia está condenado a repetirla”, pero en este caso preferí modificarla porque no es lo mismo “no conocer” que “ignorarla” deliberadamente. Nosotros vivimos en un período inflacionario muy importante (¿creo que ya lo habrá notado no?) pero aún hoy en día existen personas que dicen que eso es por la avaricia de los empresarios, por el efecto de la guerra, por la suba del petróleo y cualquier cosa que se les ocurra, menos decir que es por mala gestión y la impresión desmedida de dinero. Dado que estas personas cumplen a la perfección con la frase que escribí al inicio, es que quiero presentar una breve historia de como un grupo de personas (más razonables que los mencionados, claro) intentaron ganar una guerra haciendo justamente eso, usando la maquinita para hacer muchos billetes.
Esto ocurrió allá por 1942 y se la llamó “operación Bernhard”, porque su ideólogo fue Bernhard Krüger, del ejército alemán, en plena Segunda Guerra Mundial. La idea era desestabilizar al Reino Unido financieramente. Los alemanes, que sabían muy bien lo que hacían por la terrible experiencia que habían tenido en 1923 con la inflación, decidieron falsificar libras esterlinas, es decir la moneda del Reino Unido (el enemigo). Lo hicieron casi a la perfección (utilizando falsificadores prisioneros de los campos de concentración) y esos billetes eran casi indetectables. Con este dinero falsificado querían lograr dos objetivos; por un lado, dar esos billetes a los espías que estaban tras las líneas enemigas para que vivieran con el mismo y compraran todo lo que necesitaban, y segundo, incorporarlos al circuito oficial para que ese dinero circulara libremente.
Los billetes que se hicieron llegaron a representar un 15% del total de libras esterlinas que había impreso el Banco de Inglaterra, es decir que era una cantidad enorme y por supuesto que ellos sabían que un exceso de dinero produciría inflación y toda la economía británica se derrumbaría por la pérdida de confiabilidad de esa moneda.
La maniobra fue detectada por los ingleses, pero se les presentaba una paradoja dado que, si confesaban la existencia de esas monedas falsificadas, todo el sistema financiero se podía derrumbar, por lo que se decidió dejarlo circular y en un momento del futuro reemplazar todos los billetes en existencia por unos nuevos y de esa manera eliminar el problema. Por supuesto, Alemania perdió la guerra poco después y el inconveniente fue superado. Ahora hagamos un análisis crítico. Los alemanes sabían que si inundaban de billetes una economía eso produciría inflación, produciendo un descontento e incluso llevando a hundirse a la moneda de un país. Es decir, fue un acto intencional de guerra. ¿Y en Argentina? No, acá no necesitamos de un enemigo externo, solo ponemos a funcionar la impresora y que luego todo se solucione como por arte de magia. Pero… por supuesto, para algunos la inflación no tiene nada que ver con emitir dinero en exceso y sin respaldo.