Como sapos en la olla
** A todo se acostumbra el ser humano menos a no comer. En esto nos parecemos a los animales y lo confirmó aquel gitano que quiso acostumbrar a su burro a no comer y le fue restando ración poco a poco, día a día, y justo cuando lo logró… ¡va el burro y se muere! De la misma forma murió aquel sapo al que lo echaron en agua fría y se la fueron calentando muy lentamente. Al principio estaba chocho el batracio y no tenía razones para saltar de olla, y cuando llegó al hervor ya no pudo.
** Así nos van acorralando en muchos aspectos. Andamos todos pendientes de un aparatito –el celu- que nos va condicionando poco a poco, que paso a paso se irá transformando hasta ser nuestro dinero, documento, seguro social… todo, todo, todo, pero ya no de plástico ni cuarzo sino como un tatuaje en la mano o la frente. Te dirán que lo hacen por vos, para que nadie te meta un tiro para robártelo.
** En otro nivel, mucho menos sutil y más doméstico, están ahora entibiándose en un frasco los asalariados, y ni te cuento de los jubilados, que reciben algún mendrugo extra cuando están cobrando la mínima, pero nunca se lo incorporan al salario. Y se van acostumbrando a esa hojita de lechuga frente a la tortuga. Es el mecanismo del ‘te estoy quitando el pan pero mirá quién te ayuda… el mismo que te niega lo que es tuyo pero te tira un centro para que lo aplaudas como si fuera el carnicero de la cuadra que te regala dos bifes de nalga.
** No es fácil entender las cocciones lentas de todo tipo a las que estamos sometidos. Crece el crimen organizado, pero ¡tranqui que acá todavía no llega! Educación a pique ¿y a mi qué, si no soy estudiante? Te sacan el morfi verseándote que te da larga vida ayunar tres días a la semana. Vamos disolviendo la república porque el poder debe ser uno solo… Es falso, no es lo que me indican los eslóganes masivos con los que me informo…
La inflación y la hinchazón
** –M. Gusto en saludarlo en esta tórrida mañana don Leoncio. Acabo de hacer una pausa para informarme, ¿ha visto la inflación?
_L. Supe conocer a la Encarnación, de la que se hablaba mucho en mi pago, y mal, y a mi comadre Anunciación, pero ¿Inflación… Inflación…?, déjeme pensar…
— Bueno, si vamos a arrancar con el chiste fácil, le aclaro que esto que está pasando es muy serio, igual que la sequía.
_ ¡También, su manera de preguntar y hacerlo a boca de jarro…! Usted dice que aquello está pasando, como si lo viera pasar por allá y usted está acá. Pero nos está pasando a nosotros por sobre el cuero, ¿me entiende? Mesmo, el gobierno dice que no es inflación sino hinchazón, por lo que sospecha del mercadito de mi barrio. No sé qué decirle, vea, mire, por eso jué que me acordé de esa muchacha soltera y fiestera; la Encarnación; porque cada vez que andaba con panza y le preguntaban si está encinta, ella contestaba como Fernández, que era hinchazón nomás, que la doña Soñez la curandera –que en paz descanse- ya le dijo que tomando té de paico se le iba a pasar en nueve meses. Siiii, sí, la encarnaban medio seguido a la Encarnación y resulta que…
** — ¡¡Pare, pare!! Discúlpeme la interrupción pero cuando usted pone la mirada lejos como rumiando recuerdos, se pone peligroso. Yo solo hablaba de actualidad, de, por ejemplo, una sequía como no se recuerda otra en la historia. Hace tiempo que se habla de que es una sequía provocada por los amos del mundo que todo lo pueden y ahora se dio de repente, igual que la plandemia, tan bien planificada y que costó vidas, tristeza y dolor.
Había sido ‘diái’ para los negocios
** –L. Mire, vea, de la sequía podemos hablar después. Yo venía de tomarme unos mates ricos demá’ y charlar un rato de zonceras y usted me sale con todo esto. Si le gusta saber, a mí me está yendo bien graciadió, pero me duele la otra gente.
_M. Sé que dejó los salames y quesos hasta que vengan “la fresca”, como me ha dicho. Para mí que vive de rentas.
— No señor. Cuando quise poner unos pesitos en el banco, que no sé ni por dónde se dentra, el cura me dijo que era mejor negocio comprar azúcar y guardarlo. Después, principiando el año pasado planté cebolla y la pegué, porque para diciembre había aumentado como cinco veces su precio (466,7% según Indec). La zúcar que compré a 100 estaba a 320 (221% según Indec) en el chino y salí a vender… en fin, con otras me clavé. Nadie quiere perder plata dejándola en los bancos y a mí me ven y ni entrar me dejan ahí.
** — ¿Con cuáles se clavó, si se puede saber?
_ Me falló el pálpito con la yerba, que es mi debilidá. Apilé yerba en el galponcito del fondo y pensé: dejala ahí Leoncio que va a sacar crías. Pero no aumentó casi nada y las que sacaron crías fueron las ratas. Me habían dicho que no mascaban yerba pero el cartón les gusta mucho demá.
— Me hace reír don Leoncio, menos mal que la pegó con lo demás. Me alegro por usted, y si no me apura… déjeme ver… la yerba aumentó el año pasado 70,5%, unos treinta puntos por debajo de la inflación.
La gran sequía
** –M. ¿A su edad, recuerda alguna sequía parecida?
_L. Mi padre me contaba de una sequía brava allá por los años 40. Escaseó la comida pero nunca faltó, porque en esos tiempos con dos batatas y un poco de sal las patronas le hacían una fiesta. Se hacían quintas y se regaba a pozo, cuando no bajaba la napa y se secaba. Si estaría todo seco y muerto que las perdices venían al patio y se entregaban mansitas, porque ya no era vida, además mi viejo iba hasta el tajamar y cazaba algunos pescados a garrotazos y con eso se vivía.
** — ¿Cómo que a garrotazos?
_ ¿Y no le dije que había sequía? Dientudos, bagres, moncholos y viejas del agua andaban levantando ‘polvadera’ por el lecho del tajamar…
— Si, conozco esa humorada, muy divertida, pero igual le di el pié por entender que evadirnos de estos temas bolaceando puede ser más apropiado para nuestra salud, así que le agradezco el humor don Leoncio. A veces es mejor no hablar de lo que no podemos resolver. Como dijo algún otro sabio; si el problema tiene solución ¿para qué preocuparse?, y si no tiene solución ¿para qué preocuparse?
** — No arrugue. No se me duerma en el agua tibia mangrullero. Me han dicho que el burro y el sapo se dejaron matar así para que sus cachorros vieran la trampa y no cayeran en ella. Piense en los que no tenemos fuerza para saltar fuera de la olla y esperamos que alguien nos tire una soga o por lo menos nos mantenga despiertos.