Cada sábado, alumnos de diferentes escuelas recorren la ciudad vendiendo números para el chancho móvil
Crespo- La popular costumbre de subir un chancho asado a un móvil y pasearlo por la ciudad ofreciendo, al mismo tiempo, boletos numerados de una rifa, tiene sus años, pero en el último tiempo ha recobrado vida más que nunca en Crespo. Con algunos cambios, es cierto, en la modalidad. Pero con el mismo fin de siempre: recaudar dinero.
La idea a nivel nacional surgió, seguramente como tantas otras, a partir de la necesidad de conseguir plata para mejorar las instalaciones de un club, equipar hospitales o cuarteles de bomberos. No es fácil vender una rifa, eso está claro. Son muchas las que se ofrecen cada semana, el bolsillo aguanta poco y ese ‘poco’ es cuidadoso a la hora de elegir qué comprar y qué no. Pero en Crespo, en el último tiempo, son las escuelas las que tomaron la ‘posta’.
Los chicos asumen el rol de vendedores y de asar el chancho móvil y ayudarlos con la logística general que conlleva una venta de estas características, se encarga Oscar Zaragoza, reconocido locutor que además mucho sabe de cuestiones culturales, por ejemplo esta de disfrutar una rica comida y, a la vez, saber que se está colaborando.
Ganan todos
Todos se benefician, los chicos recaudando dinero, los grandes colaborando y con la expectativa, por qué no, de ser los acreedores de la delicia culinaria. Los sorteos se hacen generalmente en vivo y en televisión, en el programa Tendencia Positiva, los sábados a la mañana. Luego los chicos viralizan el nombre de los ganadores en sus redes, algo que manejan ‘al dedillo’.
“El primer chancho móvil en el que participé fue el 7 de mayo de 1996. Lo recuerdo bien por qué es el día en que nació mi hijo Franco. Mi señora dio a luz, entré a ver el bebé (en el hospital no dejaban entrar al padre al parto), estuve un ratito más y salí con mi 4L a encontrarme con los papás y chicos de IMEFAA que estaban prontos para salir desde la casa de familia de Orlando Fail, en Avenida Independencia. Se me vienen a la memoria algunos papás que estaban con sus hijos: Lucho Eurich, el bicicletero Delgado, Abel García, también sus esposas, claro, y todo un grupo de gente que iba ofreciendo números, mientras en un acoplado se iba asando el cerdo. Era un domingo por la mañana. Los chicos cada tanto paraban y bailaban, a manera de regalo, alguna danza folclórica”, recordó Zaragoza a Paralelo 32.
“No sé cuántos hicimos por entonces, ni cuánto tiempo pasó hasta que volvimos con “el chancho móvil”. Recuerdo sí, que ya por este tiempo yo salía con mi vehículo, los altoparlantes, y un acoplado que me prestaba Celso Fontana, al que le poníamos una chapa separando el piso con ladrillos, para no quemar con las brasas, y cada dos o tres cuadras paraba y controlaba cómo iba la cocción. Hacía la publicidad y era el asador. Salíamos a las 9 de casa, para las 12 estaba listo. ¿Sabés lo que llamaba a los vecinos la publicidad y el olorcito que salía de la parrilla?, Cuando llegábamos frente a las casas nos estaban esperando para comprar, otros venían de seis o siete cuadras por que se escuchaba el audio y sentían el olor”, comentó a manera de anécdota.
Cambios
“Sin embargo -explicó Oscar- una ordenanza municipal prohibió la modalidad del chancho móvil ‘por cuestiones de higiene’, según dicen. Así que hubo que rearmar la propuesta, hacerlo pero sin sacar a pasear al animal. A principios de 2020 hicimos un par con las chicas de rugby de Cultural, les fue bien, pero vino la pandemia. El año pasado volvimos con ellas, y la mamá de una, que estaba en 6to. del I.C.C. y jugaba este deporte, propuso en el grupo de trabajo, para recaudar fondos, hacer un chancho móvil. Para esto ya ofrecíamos no sólo el servicio de sonido sino también la cocción en horno del lechón. Y a partir de ahí esta moda, que espero continúe por mucho tiempo”, dice quién es puntal fundamental en cada movida sabatina.
Explicó que “El año pasado, según palabras de una mamá, los chicos pudieron pagar su recepción y les quedó dinero para repartir entre ellos. Imagino que no fue sólo el chancho móvil, o sí, no sé. Les queda una muy buena diferencia, sus costos son el lechón y mi servicio. Y es una actividad de pocas horas. Con un mínimo sacrificio, ya que a mí me llevan el lechón la noche previa, yo me encargo de salar y condimentar, como si fuera para mi familia o amigos, y lo dejo tapado hasta el otro día. La cita es habitualmente a las 9, así que unos minutos antes se pone en el horno, más o menos en dos horas y media está listo y ahí es el turno de las papas y batatas. Ahora no sólo va el cerdo,y se le han sumado filsen, ensaladas, incluso hasta vino, pan y postre en algunos casos”.
Crespo solidaria
Zaragoza reconoce a nuestro cronista que “Es increíble ver cómo la gente nos está esperando cada sábado en la puerta de su casa con el dinero para comprar 1, 2 o 3 números, y cuando no pasamos, por qué solemos variar un poco el recorrido, dicen: “Pero el sábado no pasaste, los estuve esperando y no llegaron. Lo que les pido siempre es salir con buena onda, explicándoles a los chicos que se van a encontrar con lugares que quizás no conozcan, con realidades posiblemente diferentes a la de ellos, pero que lo importante es que disfruten la actividad, que sepan que es buena gente la que los está esperando”. “Es movilizador ver vecinos humildes acercarse para colaborar con su sueño de la recepción con $100 o $200, quizás los últimos que le quedan; con el deseo de ganar el premio, pero con las ganas de ayudar con lo que tienen. A esto no lo hago sólo. Andrea, mi señora, está a la par. Es la que se queda cuidando el horneado y cortando papas y batatas cada sábado. Como todo, lo hacemos en equipo. Y la misión se termina cuando llegamos a la casa del ganador o ganadora”, dijo.