Bárbara Godoy nos cuenta cómo es vivir en Turquía, el país más laico del mundo islámico
La abogada Bárbara Godoy vive actualmente en Turquía, en la ciudad mediterránea de Antalya, una urbe de alrededor de un millón de habitantes. Está casada con un turco y tienen un hijo. Esta crespense que trabajó en el Poder Judicial entrerriano, desde hace dos años vive en el país euroasiático. De vuelta en nuestro país para visitar a la familia, dialogó con Paralelo 32 sobre su experiencia y su vida en Turquía, un país poco habitual para que un crespense piense como destino personal.
– Turquía es un país muy laico.
— Turquía es una república laica. Si bien la población es musulmana, la religión está separada del Estado. En Antalya hay muchas iglesias católicas ortodoxas porque hay muchos rusos viviendo; también hay muchas iglesias católicas apostólicas romanas porque muchas personas de Alemania y de Inglaterra que, cuando se jubilan, se van a vivir a esa zona, por el mar, por el clima, espectaculares. Ellos mismos decidieron fundar iglesias. Yo iba a una iglesia, la de San Nicolás, a la que van muchos alemanes.
El trabajo
– ¿Qué está haciendo en Antalya?
— Mi marido es de Estambul, la mamá es de Bosnia y se fue a Turquía de grande. El papá es oriundo de Serbia, pero ambos se consideran muy turcos. Los turcos son muy nacionalistas. Cuando llegué fue un gran desafío porque el idioma es muy distinto y muy difícil de aprender para nosotros. Es un idioma aglutinante, con muchos prefijos y sufijos, y no te da tiempo para pensar cuando hablás. Estudié turco, si bien conocí mucha gente que habla inglés, uno debe aprender el idioma del lugar. Estuvimos unos meses en Estambul y después, cuando nos fuimos a Antalya, con mi hijo un poco más grande, empecé a trabajar en una universidad para dar clases de español. También me dediqué a lo comercial, contacté empresas de mármol y porcelanatos, que hay mucho, para vender acá. Ahora, estoy tratando de contactar con empresas de acá para hacer el intercambio.
– ¿Y va a dejar la abogacía?
— Podría trabajar para alguna consultora internacional como abogada. Me gustaría hacer la reválida del título, pero más adelante. Ahora, mi hijo es chico y la reválida requiere mucho estudio. El gran desafío es el idioma, si bien dan materias en inglés, hay materias que tengo que rendir en turco y con un lenguaje jurídico más técnico.
– En su vida cotidiana, no tiene que usar velo que le cubra la cara.
— No, no. Visto igual que acá. Es más, tengo muchas amigas musulmanas que se visten como yo, no usan velo y van a la playa en bikini. Como en todas las religiones, hay personas más abiertas y otras más conservadoras, que viven más al este. Yo lo respeto también, porque es decisión de cada uno. En Estambul uno se encuentra con mujeres que se cubren, y vienen de países árabes. Estambul es en el Medio Oriente como Nueva York en Occidente, una ciudad muy cosmopolita, muy grande. Es una ciudad donde se vende alcohol (prohibido en los países islámicos más estrictos, N. de R.). Se usa mucho como lugar de vacaciones para los países árabes.
– Si se mira un mapa, Antalya está cerca de las fronteras con Siria, con Irak, también en la zona de conflicto con la minoría kurda de Turquía. Pero ustedes no viven esa realidad conflictiva, la leen por los diarios.
— No la vivimos. Para ver el conflicto uno tiene que ir a la frontera. Turquía es el país que más refugiados sirios acogió, tiene una enorme cantidad de refugiados, han ayudado muchísimo. Hay muchos campamentos bien puestos, con casas, supermercados, para que se pueda vivir bien ahí. El conflicto interno con los kurdos está más calmado, pero cuando me hablan de eso como si yo estuviera en Argentina, no veo nada. Lo mismo en Estambul, uno no se entera de esos conflictos.
Vida cotidiana
– ¿Cómo es su día cotidiano?
— Antes de venir a Crespo estaba dando clases en la universidad y por este problema del coronavirus fueron clases on line. En un tiempo iba a la facultad y desde ahí transmitía mis clases tres horas al día. Mi hijo iba al jardín. Me hice de un grupo de amigas de Polonia, casadas con turcos, y tratamos siempre de ir a la playa a la tarde. La verdad que las playas son increíbles, el mar es cálido. Hay playas de arena, playas de piedra, lo que uno quiera.
– Para ubicarnos. Acá son muy solicitadas las playas de Brasil. Camboriú, Torre. ¿En la comparación ganan las playas turcas?
— Sí, sí. Hay playas muy exóticas, por ejemplo, en medio de montañas, mar de color turquesa. En Antalya la temperatura del mar es cálida, más cálida que en Río de Janeiro o Salvador de Bahía, por ejemplo. Más al norte, por el Egeo frente a Grecia, el mar es templado y a los turcos les gusta más. En el Egeo hay mucho turismo interno. Está Bodrum, donde van actores famosos de las telenovelas. Ese sería mi día a día.
– Está castigada a ir a la playa por la tarde después del zoom con los alumnos. (risas)
— Sí (risas). Después, hay que decir que allá no hubo cierre total por la pandemia. Siguieron abiertos los cafés y restaurantes. Se cumplen mucho los protocolos, con barbijo y alcohol. Pero no fue tan dura la cuarentena. Cuando aumentaron mucho los casos, hicieron cuarentena obligatoria durante los fines de semana, pero en la semana nunca hubo. Esa medida redujo bastante los contagios porque en fin de semana es cuando la gente más sale y se concentra. Ahora, con la segunda ola de coronavirus, volvieron a subir los números luego de una baja de contagios. Volvieron a hacer obligatoria la cuarentena los fines de semana. Así lo van manejando. Ahora también están aplicando las vacunas.
Más desarrollo
– En la situación general, al comparar Turquía con Argentina, ¿quién está más desarrollada? ¿Qué pasa allá con la inflación, con las clases medias?
— Turquía está más desarrollada, según lo que puedo ver. En materia de rutas, ir a cualquier lado, norte o sur, la infraestructura está muy buena. El servicio de salud es muy bueno, han modernizado sus hospitales. Vi construcciones y pregunté si eran clínicas privadas u hospitales. Y son hospitales públicos, me llamó mucho la atención. Hubo inflación, pero no veo villas miseria. Por ejemplo, en Estambul, una ciudad enorme, la población de menores recursos vive más humildemente, pero no se ve hacinamiento.
– No hay una villa 31.
— No, no. En eso me gusta Turquía, porque no se ve tanta diferencia. Acá tenés una villa al lado de Puerto Madero. Allá eso no se ve.
– Y las zonas rurales, ¿hay gran diferencia con las ciudades?
— Las personas del área rural son las más conservadoras y las que más apoyan al gobierno actual, de carácter conservador. La república de Turquía se fundó en 1923, no tiene ni cien años. Ellos vienen del Imperio Otomano, pero la república moderna es de 1923. El fundador es Kemal Ataturk, es sagrado, tanto que es delito hablar mal de él. Es más, el día que se conmemora su muerte todos los años, a la hora del fallecimiento se hace un minuto de silencio. Si uno va en auto, debe parar, ponerse al lado del auto y hacer un minuto de silencio.
– Todo el país se para.
— Todo el país se para. Es emocionante ver eso, él fundó la república laica. Hubo muchas normas que fueron revolucionarias en ese momento. El voto femenino, por ejemplo, se logró allá antes que en Argentina. Se prohibió usar el velo en el trabajo. Quiso modernizar a Turquía. El presidente actual, Recep Erdogan, es más conservador y la población rural lo apoyaba. No sé ahora, porque hubo un poco de inflación.
– Pero Erdogan no tocó los fundamentos del Estado turco.
— No, nadie los puede tocar porque perdería el apoyo social. Ataturk es sagrado en Turquía. Cuando se intenta comenzar a hablar mal de él, la gente reacciona. Cuando el Imperio Otomano cayó, muchos países europeos querían tomar y desguazar el territorio. Ataturk unió a los turcos en su lucha por conservar el país.
Quién es
María Bárbara Godoy, de 39 años, es abogada y trabajó en el Poder Judicial entrerriano.
Está casada con Özcan Yakar, economista relacionado con la industria petrolera. Tienen un hijo, Burak. Se conocieron en un viaje que ella hizo a Nueva York. En 2019 se fueron a vivir a Turquía.
La entrevistada es hija de Alfonso Godoy y Marta Goette, un matrimonio de Crespo. Es la cuarta de cinco hermanos: Luz, Francisco, Juan y Mariana.
El mate y las comidas
– ¿Cómo hace con el mate?
— Tomo mate. Mis amigas conocieron el mate, gracias a mí todas toman mate. De acá voy a llevar más yerba. Se vende yerba mate en lugares que son comercios de dietética. Los sirios toman mate, llevaron la costumbre desde Argentina y de allí a otros países del Medio Oriente. La yerba no es de la misma calidad que acá, pero se puede tomar. El rotulado indica que es yerba argentina empacada en Siria. Es la mejor. Después, hay otras marcas que no son tan buenas y la materia prima la obtienen en Siria y Turquía donde están plantando yerba mate. Pero no es la misma calidad.
– Cuando uno va al extranjero por largas temporadas, dos temas son críticos: la salud, porque su cuerpo no tiene anticuerpos para enfermedades endémicas de otros países, y la comida. ¿Cómo se adaptó a esos temas?
— Por suerte, no me enfermé. En Turquía tienen más vacunas para hepatitis, lo sé por mi hijo. Acá aplican una, allá tres dosis a menores de un año. En general, es más o menos lo mismo. No hay nada endémico y diferente, gracias a Dios. Las comidas me encantan. Por ejemplo, para almorzar como bebida principal tienen un yogur con sal rebajado con agua, es muy fresco. Los chicos lo toman como si fuera una gaseosa. El yogur es originario de esa zona. La dieta es mediterránea, el desayuno es con aceitunas, tomates, pepinos, huevos, distintas clases de queso. Mi marido aprendió a hacer asado con mi papá. Tenemos una parrilla y está haciendo asado los domingos, para no extrañar tanto.