A veces el esfuerzo desinteresado no alcanza para cambiar actitudes de toda una sociedad
Victoria.- A metros de la planta de tratamiento de residuos está la Perrera Municipal, el lugar tiene cerco y candados pero ellas ingresan igual, no les molesta que las llamen ‘las locas de los perros’, su misión es asegurar que esos animales tengan agua y comida todos los días.
Por esta tarea Estela Calderón, Estela Piedrabuena y Olivia Zamarripa no cobran un centavo, al contrario, como Amigas de la Perrera (son nueve en total) dejan miles de pesos al año en tratamientos veterinarios, castraciones y cuanta asistencia puedan hacer. Así son ellas, intentan controlar algo que se salió de eje hace años, la tenencia responsable de mascotas.
Para solventar esta apuesta apelan a la solidaridad y cuando esto no alcanza, idean rifas, mandan a hacer almanaques o canastas navideñas, en fin, luchan contra una sociedad que no ataca la enfermedad sino el síntoma.
Hace aproximadamente un año Paralelo 32 daba a conocer un dato por demás aleccionador. En la ciudad había en tres de estos espacios (dos públicos y uno privado) un promedio de 500 perros. Hoy quizás esa cifra sea la misma, pero en la calle hay cientos más, en el basural también, en la costanera, en el centro, en los barrios, en la zona quintas, en donde la mano del hombre crea que es preciso soltar un animal a la buena de Dios.
En este momento en la Perrera hay un promedio entre 70 y 80 perros distribuidos en distintos caniles identificados con nombres que sirven para ir dando cuenta de los que son dados en adopción, “esa es otra tarea que nos insume tiempo pero que es fundamental para avanzar en la tenencia responsable, vamos a eventos, fiestas, estamos en las plazas y cuanta movida podamos generar nosotros para que estos perritos tengan un hogar”, nos dijo Zamarripa.
En tanto que Piedrabuena da cuenta que con la adopción (tanto de cachorros y adultos) se realiza un contrato de buen trato y seguimiento periódico, “En los últimos meses dimos en adopción alrededor de 50”.
Calderón precisó que hay una empleada municipal por la mañana, “pero los perros están acostumbrados a nosotras, hace seis años que venimos todos los días, sea Navidad o Año nuevo; ellos dependen de nosotros”.
En medio de la charla ‘Tirri’ se pone arisco e intercambia algún gruñido con los demás perros que no paran de saltarnos o colarse entre las piernas para que les demos un momento de atención, “no son malos, la mayoría castrados, no tienen pulgas ni garrapatas, pero lo que fundamentalmente necesitan es afecto”, insiste Piedrabuena, que los pone en su lugar con voz de mando.
Castraciones insuficientes
Calderón advierte que la partida que reciben de la Municipalidad se ha visto notablemente reducida, “y prueba de esto es que las vasijas están vacías y los perros siguen con hambre, si hubieran recibido la ración adecuada por la mañana (ellas vienen de 13 a 16) no debería ocurrir esto”.
A lo largo de la anterior gestión municipal se publicaba en la página web oficial y su sitio de Facebook que se destinaba un promedio de 30 mil pesos mensuales para la compra de alimentos, hecho que en un breve sondeo pudimos corroborar que persiste en la actualidad, pero las Amigas de la Perrera advierten que no les llega en esa proporción.
El punto flaco en aquel entonces eran las castraciones (una diez mensuales) y si bien en la actualidad se elevó el número, nuestras entrevistadas reconocen que es insuficiente, fundamentalmente porque el ciclo de parición del perro es cada seis meses, y con el porcentaje residual que queda sin intervenir quirúrgicamente deviene en un círculo vicioso. “Además nosotros conseguimos que los/as veterinarios/as les cobren una cifra ínfima, pero porque saben de lo que hacemos y lo que conlleva nuestra tarea, además de que el canil móvil de castración lo tuvimos que rescatar del abandono en que se encontraba”, insiste Calderón.
Más adelante agrega, “Maiocco nos dijo que iba a trabajar en un programa integral de tenencia responsable, nos hizo presentar proyectos (él y los del FpV también) pero con el paso de los meses no sólo que no se nos tuvo en cuenta, sino que además nos cerraron la posibilidad de ingreso. Es algo inentendible, para ellos nosotras somos ‘las locas de los perros’”.
Bordeando el cerco perimetral de la planta de residuos hay un sector donde el cerco está roto, por allí se cuelan (se colaban porque tras nuestra visita se cerró con malla sima) los perros de lo que ellas llaman ‘el basural’, un espacio entre las cubiertas en desuso y la chatarra donde hay restos de árboles y en esas raíces otra serie de cachorros afloran con un simple chasquido de dedos.
Crear conciencia
Es evidente que hay personas que llegan al ‘basural’ para tirar perros y no residuos sólidos urbanos, los abandonan allí a morir, también los traen enfermos o con graves signos de maltrato. Una vez en el lugar, aparecen estas ‘locas’ entre las ramas, saltando cercos y recibiendo en más de una ocasión mordidas de aquellos que no saben del afecto de una mano extendida, los cuidan, los salvan, les dan un hogar, todo a cambio de nada.
— ¿Por qué lo hacen?
_Alguien tiene que hacerlo, nosotros en particular nos movilizamos hace seis años cuando aparecieron fotos de cómo estaba el lugar y el abandono a que era sometido. Desde entonces seguimos, si nos dan alimento lo distribuimos, cuando falta salimos a pedir, ponemos de nuestro bolsillo y molestamos para que esa situación cambie”, dijo una de las Estelas, mientras tanto la otra remarcó “Con esfuerzo logramos extender una precaria instalación de agua, hicimos puertas, plantamos árboles para darles sombra, armamos caniles con pallets y piletas de lona, y todo ese afecto que recibimos de los animales sirve para menguar las críticas y comentarios despectivos de un sector de la sociedad que no le interesa el tema, no quiere invertir o simplemente prefiere hacer la vista gorda”.
No hay posibilidad para la reproducción dentro de la perrera, si ingresara una perra alzada el resto la mataría, por eso esta labor del grupo es tan loable, “aunque parezca paradójico nosotros tendemos a que este espacio desaparezca”.
–Si las autoridades municipales saben que ustedes ingresan igual, ¿Por qué les cierran el ingreso?
_Preguntale a Larreguy (Defensa Civil Municipal- N.R.), no quiere atendernos, no nos contesta el teléfono.
–¿Pero cuando ustedes están acá, viene él u otra persona y les interrumpe la tarea?
_No viene nadie a la tarde. Además si fueran más inteligentes verían que les trabajamos gratis, atendemos los perros, y trataría de acompañar esta responsabilidad que asumimos pero la realidad es muy distinta.
Según describen las entrevistadas, los primeros candados los pusieron ellas porque en un momento anterior a este gobierno “se robaban todo, desde el alimento a cualquier otra cosa que dejáramos. Eso nos llevó a extremar las medidas y colocar candados que Larreguy sacó y colocó otros negándonos la llave desde principios de octubre”.
En esta tarea también se llevan perros pequeños que no resistirían una sola noche allí, Zamarripa tiene trece en su hogar, y allí cabe la pregunta de qué les dicen en sus familias. “Si no fuera por nuestras familias que nos entienden y acompañan, no podríamos hacer nada de esto”. Ello no quita que cada tanto se liguen algún comentario, “pero usamos el Facebook, etiquetamos a nuestros amigos, periodistas, conocidos y así vamos logrando un cambio, antes era peor”.
–¿Ustedes notan que hay menos perros en la calle?
_No, porque falta una campaña de concientización, hasta que se actúe en este sentido, seguiremos intentándolo.