¿Yo señor? ¡No señor!
** Desde su adolescencia Sam Walton ya demostró ser el vaquero más rápido del condado de Oklahoma. Nacido en 1918, al crecer, durante la Gran Depresión, hizo numerosas tareas para ayudar económicamente a su familia, desde ordeñar las vacas del viejo Walton y repartir la leche, hasta vender periódicos, mientras estudiaba en el secundario. En la universidad se graduó en economía y durante ese tiempo también se las rebuscó con varios trabajos, entre ellos laburar de mozo a cambio del enyante diario.
** Posteriormente comenzó su trayectoria empresarial instalando un comercio en local alquilado, con un ahorro que hizo en su corta carrera militar y 20 lucas verdes que le prestó el suegro. Como al más ligero se le puede escapar la tortuga, olvidó incluir en el contrato una cláusula para la renovación del alquiler o una ampliación del plazo. El bribón Harry (apodado El Sucio), dueño del inmueble, vio el negocio, y cuando venció el contrato, a los cinco años, no cedió a los ruegos de Sam, quien tuvo que desalojar.
** Lejos de culpar a Harry por tener que desmantelar su negocio en el lugar donde había logrado una gran clientela, Sam dijo ‘mala mía’. No perdió energías en rencores. Asumir el error sin culpar a otros por su torpe omisión, le permitió capitalizarlo para nuevas estrategias. Emigró a Bentovlle (Arkansas) y comenzar de nuevo, esta vez leyó bien el contrato y además eligió un nuevo nombre para su empresa: Wal-Mart. ¿Te suena?
** Walton murió un soleado domingo de abril de 1992 en Little Rock, Arkansas, a los 74 años. La noticia de su muerte fue transmitida por satélite a las 1.960 sucursales de Walmart, siendo leída por los 380.000 empleados que por entonces ya tenía su compañía. Cuando La Parca tocó a su puerta, la chamuyó para llevarse consigo aunque más no fuera una sucursal, Ella le respondió: solo tienes derecho a un calzoncillo.
La culpa es de alguien más
** No agregaremos esto como una recomendación o una monserga con el dedo índice en ristre o señalando a alguien, mucho menos a Fabiola, sino como una reflexión propia. Estudiosos del tema, como el doctor López Rosetti o Manes, nos han advertido muchas veces sobre el alto nivel de intolerancia que tiene el ser humano para admitir sus errores. ¿Por qué? Porque lo heredamos de la cruza de los neandertales con el homo sapiens, según hallazgos antropológicos recientes. Va quedando en claro que, lejos de admitir que somos una manga de arrogantes, vanidosos, que no quieren humillarse a decir “mala mía” ante una brutal metida de pata, están los neurocientíficos para darnos la salida: La culpa es de Adán o de Pedro Picapiedras, está en nuestros genes más primitivos, en el núcleo del cerebro, del tamaño de una nuez en el centro de nuestros sesos.
** Por si faltaba algo, la Universidad de Vanderbilt (Tennessee) señala a los neandertales como responsables, nada menos que de la predisposición a las adicciones y las alergias, y como si esto fuera poco, de sufrir depresión. ¡Aleluya! Nuestros hijos alérgicos ya no podrán culparnos de haberles trasmitido ese trastorno, ni nosotros a nuestros padres. La depre, las alergias y hasta el gusto por la cerveza nos viene de los neander y los sapiens. ¿Me siguen?
** En 2010 se demostró que neandertales y sapiens se relacionaron y tuvieron descendencia mixta hace unos 50 mil años. Todos los humanos euroasiáticos actuales tienen trazas de neandertales en su ADN. Y de allí hicieron la lectura los científicos, llegando a esta conclusión, descubriendo además que viene de tan lejos esta tendencia a achacarles a otros la culpa de nuestros yerros, cuando no podemos tirar la pelota a la tribuna ni hacernos los bolangas como si nada pasó. Es después de todo un alivio a nuestra conciencia ¿no?
Patearla pa’trás
** Nuestro país está en el tercer subsuelo, solo aliviado por algunos miles de millones de dólares que ingresan por una soja a casi 600 dólares en Chicago (el doble de lo que cotizó en los últimos años), de lo que el productor recibe un poco más de 300 dólares para hacerse cargo de todos los costos. Y estimulado actualmente por una gran emisión de moneda que nos pone plata en los bolsillos que de todos modos no alcanza y tendremos que pagar (si, porque la emisión de plata se paga) más adelante.
** Hace una década que Argentina no genera trabajo genuino (privado) y para mantener a raya el índice de desempleo se crea o inventa empleo público, que creció exponencialmente en ese tiempo. Alfonsín culpó a los milicos, Menem a Alfonsín, De la Rúa a Menem, Duhalde -autor del golpe civil- culpó a De la Rúa (que gobernó solo 2 años tras 10 de Menem), Néstor no pudo culpar a Duhalde porque fue quien le facilitó la presidencia entonces siguió pegando sobre De la Rúa, Cristina no pudo culpar a su esposo y culpó a De la Rúa, Macri culpó a Cristina y el actual gobierno –por unanimidad- lleva dos años culpando a Macri.
** El negacionismo es un deporte nacional irritante, que acobarda a los argentinos porque se subestima su inteligencia. ¿No hay quien asuma su responsabilidad por el extenso tobogán de la debacle? Se necesitan cien lucas para no ser pobre, pero no es solo una cuestión de ceros, sino que muy, pero muy pocos, ganan cien mil. No se trata solo de quitarle un cero a la moneda e imprimir nuevos billetes con el rostro de Néstor que culpó a De la Rúa, o de Maradona, que tampoco es culpable por sus adicciones ni sus desenfrenos, sino su entorno. ¡Traigan a un Neandertal para que muera en la horca!
¿Y por casa cómo andamos?
** Al periodismo lo comprenden las generales de la ley. Podríamos hablar de la gráfica, de la radio, de la televisión. En esta última, la pantalla está partida al medio. De un lado se pasan el día culpando a Macri, del otro lado hacen lo propio con el peronismo. Se trata de echar culpas, lo cual no quita que muchas de estas afirmaciones no puedan ser fehacientemente comprobadas. El caso es que nadie admite culpas propias.
** A quienes gobiernan en el momento, en cualquier momento de la historia, hay que señalarles sus errores y denunciar sus trapisondas. Vale que lo desmientan siempre y cuando puedan probar lo que dicen, pero no culpar o descalificar al periodista por hacer su trabajo. ** Nos faltó decir bastante, pero se nos acabó el espacio culpa de quien inventó el formato tabloide a fines del siglo XIX.