Ya hay quienes pelean por pequeños volúmenes de basura
Una historia cargada de contracultura, donde el lenguaje que impera es la violencia.
Victoria.- El basural a cielo abierto ubicado a escasos 7 kilómetros de la ciudad de Victoria (ER), sigue generando controversias e inconvenientes para el estado municipal. Ahora un grupo de personas de Rosario, que se alojarían en el barrio La Ponderosa, intentó apropiarse de los residuos de la recolección, violentando al personal que intentaba ingresar con los camiones compactadores al predio mencionado. Una especie de mafia de la basura que se instaló para apropiarse de un negocio que juega en parte por las monedas de los metales que se pueden extraer.
Según denunció el Secretario de Gobierno, Pedro Mansilla, ante la justicia local en el día de ayer, “en el sector de propiedad privada municipal donde funciona el Basural a cielo abierto, hay una invasión no autoriza de personas ajenas al lugar, que de forma violenta impiden el ingreso para efectuar la descarga de los camiones y/o personas empleadas de nuestro Municipio”.
Mansilla, que está además interinamente a cargo de la Secretaría de Producción y Ambiente, solicitó que se tomen medidas a fin de lograr que esas personas depongan en forma pacífica su actitud y se retiren del lugar.
También hizo saber que por medio de un acto administrativo se cerró el predio por el término de cinco días, y permanecerá con custodia policial durante las 24 horas. Asimismo, se irá permitiendo el ingreso progresivo del personal acreditado por la Municipalidad, a fin de evitar cualquier ingreso ajeno al autorizado.
Esta ciudad, más allá de su potencial paisajístico, socio cultural y productivo, su índice de delitos prácticamente nulo y la rapidez de la policía para resolver cuando sucede alguno de menor cuantía, está mostrando signos de un cambio poco alentador, que sin embargo no serán difíciles de controlar si la justicia actúa.
Este hecho se manifiesta en cierto tipo de culturas emergentes que eligen salir de su realidad para impregnar la nuestra de su cotidianeidad marginal. No buscan empezar de nuevo, emprender o buscar una salida laboral segura, fueron corridas del plano económicamente activo en su lugar de origen y esa situación se volvió parte de su normalidad. Cuando arriban a estas latitudes, al parecer intentan reproducir las lógicas de violencia con las que se manejan en la gran urbe, imponiendo su visión en lugares alejados de la concentración urbana.
Construyen allí asentamientos precarios, muchas veces de la mano de punteros o ‘referentes’ de tal o cual espacio, que los usan y los alientan. Lejos de criticar la inmigración como tal —porque sería ilógico en una tierra que es crisol de razas— lo que se da es un arribo cuasi ilegal, abusivo, que pretende la toma de tierras y conquista de espacios. Ahora además, van al apriete patoteril de aquellos que nada tienen que perder, y menos aún están en condiciones de ofrecer, no quieren sumar al lugar que llegaron, buscan su parte, y lo hacen a costa de doblegar al otro. Está en nosotros, y en nadie más, permitirlo o detenerlo.