Sobre el Titanic estaba prohibido preguntar
** En cosa de tres meses se cumplirán 110 años del hundimiento del Titanic, barco que no fue el más moderno ni el más veloz como lo ponderaron los ingleses. Tenía solo 20 embarcaciones salvavidas, entre botes (14), dos chinchorros y cuatro botes plegables, para sus 2.223 pasajeros.
Pasó a la fama por haber causado la mayor cantidad de muertes en el mar en tiempos de paz. Sin embargo su tragedia y sus contrastes lo convirtieron en leyenda; un emblema al que no pocas veces recurrimos para decir que estamos bien pero vamos re mal, de parranda sobre una embarcación que va de proa hacia el iceberg.
** Además, si Di Caprio y Kate Winslet realmente hubiesen vivido su apasionada historia sobre el barco, no les alcanzaban los días porque el Titanic no navegó más de cuatro.
Pero no hablaremos de historias sabidas sino de un hecho muy curioso en torno a ésta catástrofe que aún se recuerda. Se trata de Morgan Robertson, hijo de un viejo lobo de mar que lo introdujo en el mundo de la navegación siendo niño, llegando a ser primer oficial, hasta que decidió ser escritor; es decir, que laburen los demás. Viviendo en Nueva York, escribió historias marinas y publicó su trabajo en revistas populares que garpaban poco.
** Sus escasos libros fueron del montón, hasta que el paso del tiempo fue revelando que dos de ellos bien podían haber sido ofrecidos como profecías. Uno es el libro ‘The Wreck of the Titan’ (El naufragio del Titán), en el que se cuenta la historia de un transatlántico, el más grande y lujoso de la época, que se hunde después de chocar un iceberg en el Atlántico Norte en su viaje inaugural entre Nueva York y Southampton. El Titán de Robertson tenía solo 24 botes salvavidas que apenas tenían cabida para menos de la mitad de las 2.500 personas, pasajeros y tripulación, que viajaban a bordo, entre las que se encontraban algunas grandes fortunas del planeta y una importante representación de lo más selecto de la alta sociedad inglesa y estadounidense.
¿Leyó la noticia 14 años antes?
** Todo aquello parecería un guión nada original sobre el hundimiento del Titanic, si no fuera que Robertson escribió The Wreck of the Titan en 1898, es decir 14 años antes del 15 de abril de 1912, fecha en que el Titanic, el transatlántico más grande y lujoso de la época, se hundiera en su viaje inaugural entre Nueva York y Southampton tras haber chocado contra un iceberg en el Atlántico Norte. Por supuesto que también había algunas diferencias entre el Titán y el Titanic, como sus medidas y, mientras que en el primero sobrevivieron solo 13 personas, en el segundo se salvaron 711. El barco real navegaba de Southampton a Nueva York, mientras que el literario lo hacía en sentido inverso.
** Desconfiado como todo periodista que se debe más al escepticismo que a la fácil aceptación de las versiones, pensé que quizás Robertson tenía datos porque al escribir su novela el Titanic se hallaba en construcción. Pero no fue así. El inicio de su construcción tiene fecha 31 de marzo de 1909 y el libro se editó en 1898.
** A veces la Providencia nos avisa, como en este caso, pero habría que ser muy místico para prestarle atención. Otras veces nos avisa la ciencia y deberíamos estar más atentos, otras las evidencias y es lo mismo. Pero… mientras sobre el Titanic todo va tan bien y nos convencieron de que es indestructible, no queremos oír pálidas y mucho menos voces apocalípticas en ese mundo ideal donde bebemos, bailamos y estamos a salvo…
** Si alguien apareciera en cubierta para advertirnos que dos tercios de los pasajeros no regresarán a casa y el otro tercio lo pasará muy mal, saldríamos en manada a silenciarlo, o aplastarlo como cucaracha, como quien enfrenta a un enemigo peligroso bajo cargos tales como egoísta, envidioso, tarado, zurdo de mierda, maldito gorila, presuntuoso, macaneador, odiador, conspiranoico, defensor de vaya a saber qué intereses, que me quiere sacar de mi zona de confort.
Las manadas como brazo ejecutor
** Sucede que hay una nueva estrategia muy exitosa, probablemente recomendada por todos los asesores de líderes políticos y corporaciones mundiales cegadas por la ambición de poder. Consiste, ya no en captar simples seguidores para un rebaño propio, sino en liderar manadas. Ambas son manipulables, pero el rebaño es pacífico y la manada se emparenta más con el concepto de “masas” en el sentido que la definió el sociólogo Le Bon: «Una agrupación humana pensante, con los rasgos de pérdida de control racional, mayor sugestionabilidad, contagio emocional, imitación, sentimiento de omnipotencia y anonimato para el individuo». El ser humano no es el mismo cuando razona independientemente, a cuando se monta en la emoción grupal.
** Las nuevas estrategias de manipulación de masas consisten en crear un peligro de muerte y meter miedo. Se amenaza con el peligro y los líderes manipulan con la promesa de protección, ofreciéndose como el único que puede cuidarte de resultar herido o muerto. Sin él todo sería un caos. Es similar al burdo “te quebramos una pierna y te regalamos las muletas para que estés agradecido con nosotros”. Lo de la manada es algo más grande, más sofisticado, más planificado y sin límites de perversidad.
** Nada nuevo. Cuando Bertrand Russel murió en 1970 ya había dicho que “El miedo colectivo estimula el instinto de manada y tiende a producir ferocidad hacia aquellos que no son considerados miembros de la manada”. Son los pasajeros del Titanic que se sienten protegidos por esa gigante y supuestamente indestructible mole de acero y quieren despellejar al que dice “hay un gran icebeg más adelante”.
Etiquetando
** Lo vemos actualmente. Quien tan solo quiera saber todo lo que se ignora sobre las llamadas vacunas contra covid, será encasillado, vilipendiado, etiquetado y puesto a la merced de quienes de buena fe confían que la vacuna es la salvación y poco les importa lo demás. Lo hace el miedo al covid. A éstos hay que respetarlos y pedirles que respeten a los que desean saber. El respeto debe ser mutuo. Nadie es mi enemigo porque desconfía de las vacunas y del gobierno mundial, y nadie es mi enemigo porque sigue fielmente el esquema de vacunación cada cuatro o seis meses. No necesitamos grietas nuevas.
** Finalmente, quizás sea necesario aclarar que, quien esto escribe, ya tiene en sus venas dos dosis de Astra Zeneca, igual que toda su familia. Algunos ya van por la tercera y recibieron en principio la Sputnik, de la que hoy se habla mal en casi todo el mundo (demasiado tarde). Si alguien desea etiquetarnos, por favor imprima: Resignado pro vacuna.