Ramón “Moncho” Fleita: “Creo que la vida antes tenía menos preocupaciones”
Crespo.- Entre la pasión por las motos y los karts y la música, transcurre la vida pública de Ramón “Moncho” Fleita. Regenteó un circuito de karting en el complejo de La Toma Vieja, en Paraná, y también alquiló karts en el Parque del Lago, en Crespo. Durante una amena charla, repasó hechos de su vida y con un álbum de fotos recuperó recuerdos y personas con las que compartió escenarios y anécdotas de la vida.
– ¿Dónde estudió?
— Estudié en la Escuela 105.
– ¿Y después?
— En ese tiempo, fines de los años cincuenta, no existía la Escuela Técnica. Me tomaron a los 13 años en el Ejército, en el Taller de Reparaciones Crespo, el Arsenal. Había 200 empleados civiles. Me tomaron como aprendiz y fui a mecánica, a tornero. Estuve cinco años en el Ejército. No alcancé a hacer el servicio militar y se trasladó el Arsenal, lo llevaron a Boulogne y Villa Martelli, cuando se fueron casi todos los empleados civiles a Buenos Aires. Me llevaba un vecino, Moro, a Buenos Aires, yo ya tenía 19 años. Me iba de dragoneante, pero al final no se dio. Porque estuve cinco años en armería. Mecánica tenía cinco aprendices, pero eran muchos, porque debían trabajar para el Ejército. Entonces, me trasladaron de tornero–armero. Estuve tres años más con don Armando Tonutti, que era tornero.
Armero
– Entonces, también aprendió sobre armas.
— Sí, fui armero. Tuve un taller de pavonado de armas, es lo que hace quedar negra el arma. Es un producto que se hace con cianuro, salitre español y soda cáustica. Se hervía en un tacho y se metía el arma. Previamente se pulía el arma, con cepillo pinta, quedaba blanco, lo metías al pavón y salía negro (pavonado es un método para tratar el acero y crear una capa protectora delgada a su alrededor. Se utiliza con frecuencia en los cañones y otros componentes de las armas de fuego, N. de R.) Es carísimo, no hay más talleres de ese método, ahora se hace pavón al ácido. También lo aprendí en el Ejército. Y tuve la mala suerte que agarré una pistolita de antimonio, la metí en el pavón y explotó. No tenía las antiparras y me quemó los dos ojos con soda cáustica. Y mi viejo me tiró todo a la m… ‘Dejá de joder’, me dijo. Yo era menor todavía. Si no, tendría una armería. En vez de tener taller de motos, sería armero. Con Ricardo Hetze empecé en la mecánica de motos.
– Lo que para cualquiera sería hoy el secundario, para Ud. fue trabajar y aprender en el arsenal.
— Sí, yo no hice secundario. Terminé la escuela primaria, que antes llegaba hasta sexto grado (Eran 7 años porque tenía primer grado y primero superior N. deR). Estuve creo que un mes en la Escuela de Comercio, al principio. De ahí entré al arsenal y a trabajar en motos, porque era peoncito de Hetze. Y también músico.
– ¿Qué carrera hizo su padre en la Policía?
— Mi padre llegó a sargento primero y se retiró. Él era de María Grande, era clase 21. Tengo una foto de cuando se recibió de policía en la escuela de Concepción del Uruguay, a comienzos de los años cuarenta. Hizo la colimba en Uruguay, en Zapadores, y cuando salió de baja se metió en la Escuela de Policía.
Comienzos musicales
– ¿Cómo empezó con la música?
— Yo empecé con Los Provincianos. Era el ‘plomo’, como les llamábamos antes. Eran los utileros, acarreaba los instrumentos y el sonido, y por ahí tocaba medio clandestino.
– ¿Qué instrumento tocaba?
— Tocaba acordeón, pero tuve poca suerte con las manos, llenas de heridas por el trabajo. Entonces hice percusión, tocaba la batería.
– ¿Estudió música?
— Estudié acordeón con Osvaldo Chiappesoni. Fuimos alumnos de Osvaldo, Abel Sabotigh, Fernando Vianco y yo. Después armamos Los Tropicanos, entre los tres. Fue por el año 1968, yo tenía veinte años. Seguimos como diez años. Después, formamos “Cali y los Tropicanos”. Más tarde tuve un conjuntito con el ‘Chino’ Avero y Chiche Butazzoni. Se llamaba “Cereza” y luego el Chino le cambió el nombre al grupo, le puso “Siglo Veinte”.
– ¿Cuándo llega el grupo “Géminis”?
— “Géminis” vino por el final de los ochenta. Seguí hasta hace pocos años. Sigue vigente el grupo, todavía.
– ¿Cuándo dejó las actuaciones?
— Dejé por el 2014. Seguí tocando con un conjuntito de Merou, música alemana. Pero no me da el físico, porque tengo una prótesis en la rodilla, me cuesta hacer la percusión con el pie. Me reemplazó ‘Banana’ Schimpf.
– ¿Hicieron alguna grabación?
— Con un estudio de Córdoba, sello Marfil de San Francisco. Siempre hicimos música moderna comercial, de Los Iracundos, Los Ángeles Negros, Los Moros. No cuarteto, ni folklore ni música alemana. Era la música romántica de los años setenta.
– ¿Tocaron con algún grupo famoso de la época?
— Tocamos con “La Joven Guardia” en Lucas González, con “Los Moros”. Estuvimos con “Los Iracundos” en una misma noche. Estuvimos con Sandro, en un baile en el Club Universitario de Paraná, en el año ochenta y algo. ¡Qué espectáculo era ese tipo! Nosotros éramos una lagrimita, poníamos cuatro baflecitos. Vino Sandro, empapeló todo el club, hasta la cancha de fútbol tenía bafles. ¡Un sonido! La primera vez que escuchamos semejante sonido. Yo estaba sentado ahí cerquita y Sandro cantando al lado. Es una satisfacción de mi vida haber estado con él.
– ¿Había una gran diferencia con los músicos consagrados a nivel nacional?
— Había una diferencia muy grande porque eran artistas profesionales y con un buen sonido. Ellos eran artistas durante toda la semana. Nosotros éramos una orquesta de sábado y domingo. Éramos músicos de bailes populares.
– ¿Le tocó actuar con Palito Ortega?
— Sí, también con Palito. Lo traía a Paraná a Palito un tal Cerutti, presidente del Club Peñarol. Nos llevaba todos los años a Palito Ortega y a Géminis. Nos quería mucho. Era para una fecha de aniversario del club o para los carnavales. El primer Géminis lo comencé con Ricardo Hetze, estuvo también Héctor López, que después se fue con Los Wendler, como cantor también estuvo Melo y Luis Fenoglio (acordeonista).
– ¿Hasta donde llegaron lo más lejos con Géminis?
— Hasta Córdoba. Y en Entre Ríos, toda la provincia. Fuimos a la Fiesta del Citrus en Concordia cuando era presidente Carlos Menem. Estuvimos en el Club Libertad, ‘El Lobo de Concordia’ le dicen. En ese escenario actuamos estando el presidente de la República.
Ganar dinero
– ¿Juntaban buena plata con Géminis?
— Sí. Con la música yo hice mi casa de dos pisos. Yo vivo al lado, en la casa paterna. Hice una casa con la música. Los carnavales eran siete noches. Con Osvaldo Chiappesoni hice buena plata también. Con “Osvaldo y sus Estrellas” toqué siete años. Cuando me llamó Osvaldo, desarmamos el Grupo Cali. Después hicimos Géminis. Con Géminis éramos cinco para repartir todos iguales. Se pagaban los gastos, el viaje y las reparaciones de la camioneta en la que viajábamos, que era de Zapata y mía. Con Osvaldo, yo era su empleado. Se cobraba bien, ahora no pasa nada. Los que tienen años en la música, en algunos lugares cobran bien.
– ¿Les tocaba ir de un lugar a otro en una noche?
— Sí, era habitual. Se empezó casi a lo último a hacer actuaciones por hora. En la zona nuestra. Por ejemplo, ir a Diamante y luego a Paraná. En un radio de treinta o cuarenta kilómetros. No hacíamos como Los Palmeras que viajaban como mil kilómetros. Pero ellos tenían dobles instrumentos. Actuaban en Crespo, en una fiesta de la cerveza, por ejemplo. Y esa misma noche tocaban después en Concordia. Se iban en vehículo pero ya tenían armada la orquesta cuando llegaban a Concordia, por decirte. Los números caros tenían doble equipo, doble instrumentos.
Taller y karting
– Paralelo a la música estaba el taller de motos.
— Sí, de lunes a viernes el taller, y el fin de semana la música. Con los karts comencé cuando estaba ya con pocos bailes. (muestra una foto) Fabricamos veinte karts con ‘Turulo’ Muñoz. Él tenía dobladora de caños, yo soldadura y torno. Era una fabriquita para explotarlos con el alquiler. Llegué a tener veinte, pero llevaba al circuito de la Toma Vieja doce, porque no entraban todos. También en el Parque del Lago. Estuve desde el 90 al 2000, diez años justo en el Parque del Lago y también en el Kartódromo “Moncho” en la Toma Vieja, de Paraná.
– ¿Qué cobraba?
— Por dar diez vueltas cobraba 2 o 4 pesos, no se cobraba mucho. Pero llegué a hacer muy buena plata en La Toma Vieja. Cuando estuvo la Aerosilla SA, dueños de la aerosilla de Carlos Paz, alquilaron el predio. Eran macanudos conmigo, no me cobraban nada, ni una sisa. Lo que pasa es que les llevaba 300 o 400 personas por día. Venían de Santa Fe un montón. Empecé en 1992, cuando murieron mi padre y Carlos ‘Cataco’ Zapata.
– ¿Fueron muy amigos con Zapata?
— Desde los 14 años, comenzamos juntos. Comenzamos con Sabotigh en Los Tropicanos y al poco tiempo se incorporó Zapata. Otro que empezó fue el vidriero Carlos Gareis, estuvo poco tiempo en el grupo, pero no tengo ninguna foto con él.
– ¿Otro rubro donde trabajó?
— Tuve la estación de servicios YPF, cuando estaba en San Martín e Independencia, era YPF de Zapata y Fleita. Tenía la ‘viserita’ vieja. Estaba al lado del local de repuestos de Schimansky, que sigue en esa esquina. Nos fuimos cuando comenzó el furor por las reformas de estaciones de servicio.
La playa y los carnavales
– ¿Qué anécdota recuerda que le haya marcado?
— Anécdotas lindas se producían cuando nos íbamos a los bailes de carnaval por quince días. Con Osvaldo, parábamos en la playa de Rosario del Tala. De ahí salíamos a actuar en los alrededores: Maciá, Mansilla, Sola, XX de Septiembre, Nogoyá. Hasta Nogoyá nos íbamos y después volvíamos a la playa y al campamento.
– ¿Se quedaban en la playa?
— Exactamente. Nos quedábamos en la playa, en carpas y a la noche nos poníamos el traje de la orquesta y salíamos a tocar en los bailes.
– ¿Eran solteros todavía?
— Yo ya estaba casado, me casé a los 23 años. Ya tenía las dos primeras hijas cuando nos íbamos en vacaciones a la playa y después a tocar en los bailes por la noche.
– En los últimos años, hacia el final de su trabajo con la música, esas movidas ya no las hacían. Ahora, el carnaval se organiza de otra manera.
— No se hacía más así. Otras anécdotas se relacionaban con las motos, que me gustaban de alma.
– ¿Corrió carreras de motos?
— Sí, cuando tenía 22 o 23 años. Acá corríamos en Crespo, se hacía un circuito dentro del parque de la avicultura, cuando estaba al lado de la Escuela de Comercio. En el barrio San Isidro había una pista de carreras. La moto era mi locura. Los premios eran un trofeíto. Nosotros competíamos por el gusto a las motos. Después no corrí más; siempre fui gordo y ya no servía para correr karting tampoco, por mi peso. Ahí me avivé y comencé con el negocio de los alquileres de karting.
Bailes populares
– ¿Qué pasó con los bailes populares?
— Pero los bailes populares no van más. En el campo casi no se hacen. Una escuelita organiza algún baile porque van los padres y familiares de los chicos que concurren a esa escuela. Antes hacíamos bailes en pista Chemes, 1.200 personas metíamos. No sé de dónde salían.
– Los bailes empezaron a escasear en los ochenta.
— Se fueron terminando porque empezaron a estar de moda las confiterías. Cuando empezaron las confiterías murió todo. Hasta la juventud del campo va a las confiterías.
– A los grupos como Géminis no los afectó internet con las descargas gratis de música.
— No. Con los años que acumulamos teníamos mucha clientela, muchos clubes. De tanta cantidad de años que estuvimos en la música, una vez por mes al menos, teníamos actuación. A Concordia fuimos seis años consecutivos con la Fiesta del Citrus. Teníamos nuestra clientela, pero ya a lo último nos afectó más.
– ¿Había cambiado el público?
— Sí, para la diversión era mucho mejor el público anterior. Últimamente, no les caía la música. Antes se llamaba música de jazz característico. Lo de característico no va más, era el foxtrot, el baión, el paso doble. Ya no lo sabían bailar los jóvenes. Debíamos dejar ese ramo. Era teclados con música moderna, Los Iracundos y demás. La mujer estaba más interesada en el baile. El varón era más vago, no te salía a bailar. En los últimos bailes, no salía nadie a bailar. Te quedabas molesto, yo empecé a ‘enfriarme’. La gente grande dejó de ir. Había muchas peleas, se armaban unas grescas. Tuve una historia en Diamante, donde mataron un marinero que bajó de un barco. De noche se iban a los bailes. A un marinero lo agarraron a la salida del baile porque sacó una chica a bailar. Lo agarraron y le partieron la cabeza. Yo me venía ‘enfriando’ con los bailes y eso me terminó de enfriar más todavía. Esa fue la situación más triste que vimos en un baile con Géminis.
Quién es
Ramón Elías “Moncho” Fleita tiene 68 años. Nació en 1948 en Crespo y vivió toda su vida en la casa familiar de calle Roque Sáenz Peña. Es hijo único de Elías Fleita, que fue policía, y de Rosa Deracco. Está casado con Stella Maris Ecclesia; tiene tres hijas: María Alejandra, María Soledad y Valería Inés; y cinco nietos, dos de María Soledad y tres de Valeria. Está jubilado. Formó parte de varios grupos musicales: Los Tropicanos, Grupo Cali, Cereza, Géminis y Osvaldo y sus Estrellas.
Otra juventud
– ¿Era una juventud despreocupada la que vivió en los años sesenta y setenta?
— Creo que era una cosa muy distinta a lo que se vive hoy.
– Sus hijas vivieron ya con más preocupaciones.
— Creo que sí. Es otra la forma de vida hoy. Antes no había tantas preocupaciones. Yo era único hijo, no tuve hermanos. Mis padres vivieron hasta que yo era grande. Y viviendo siempre con ellos, y me casé y me fui a vivir al lado en un terreno de mi padre.
– La gente mayor no recuerda situaciones negativas, podía faltar plata pero no faltaba optimismo hacia el futuro.
— Si. Mi padre era de familia muy humilde. Era policía y tenía un sueldito de hambre. Yo empecé a trabajar a los nueve años, agarraba gallinas en lo de Kaehler. Hoy está la cooperativa. Me acuerdo de una encuesta que hizo Enzo Mildenberger, que en paz descanse. En la manzana de La agrícola Regional sobre calle Rivadavia, donde se hicieron los silos. Era una manzana de la quinta de don Pancho, el portugués. Nadie sabía cuál es era el apellido de don Pancho, el portugués. Para mí, el apellido era Gonçalvez. Mi vida era buscar verduras ahí, porque don Pancho era el verdulero del pueblo.
– En esos tiempos no había grandes preocupaciones a pesar de las carencias.
— No se movía mucho por ambición. Uno trabajaba de chico y llevaba la plata a los viejos. Yo no le pedí nunca a mi viejo. Cuando era gurí le daba la plata. ‘¿Cuánto cobraste?’ me preguntaban. ‘Tomá, mami’ y le daba todo. Era otra mentalidad, vivíamos contentos. Teníamos otra cabeza. No había tanta ‘joda’ tampoco. Encima yo era hijo de milico, no podía andar ‘de loco’. No era ejemplo para mi padre que el hijo anduviera por ahí más allá de las 9 de la noche cuando era chico.
Carreras de bicicletas
Comienzos de los años setenta. “Se hacían carreras de bicicletas con base en bar Stieben, se corría en torno a la Escuela de Comercio. Estan en la foto ‘Cataco’ Zapata, Ricardo ‘Gordo’ Eichhorn, ‘Mishka’ Paul, Mario Paúl, ‘Nuchi’ Jacob y yo. Corríamos como 20 ciclistas. Otros que participaban eran Arturo Heinze, Héctor ‘El Gordo’ Brauer, el ‘Negro’ Pastre. Recuerdo que para esa ocasión estaban también, pero no salieron en la foto, Otto Schira, el ‘Gringo’ Aguilar, ‘Lalo’ Izaguirre. Todos los sábados era tradicional ir al bar de Gadea (San Martín e Independencia) a ‘vermusear’. Si estaba lleno, íbamos a lo del ‘Gordo’ Stieben (Moreno y Libertad – ahora H. Seri).