Orlando Britos y Roberto Romani le dan nombre a dos salas de una biblioteca
(Luis Jacobi – Paralelo 32).– La comuna de aldea Spatzenkutter, en el Departamento Diamante, sumó otro hito histórico desde su fundación a esta parte, creando una biblioteca pública que lleva el nombre de la gran escritora latinoamericana Gabriela Mistral, cuya imagen, recreada por una artista local, presidirá esta casa que alberga los libros y convoca a niños, jóvenes y adultos, cuyas paredes fueron levantadas hace mucho más de un siglo por las esforzadas manos de una familia inmigrante; por ‘los abuelos dormidos’ como los evoca Romani. Estará a cargo de la biblioteca comunal la profesora de literatura Karina Godoy Re.
El acto inaugural tuvo la emoción y el acento de la Banda de Música de la Policía de Entre Ríos, pero la tarde-noche depararía otras emociones. Allí se encontraba, entre los presentes, el historiador Orlando Britos, quien hizo aportes al mojón inicial donando libros de su autoría y una importante cantidad de libros en idioma alemán, que terceras personas confiaron en sus manos para distribuirlos en las aldeas de la vasta región de asentamiento de Alemanes del Volga, y varias otras. El escritor crespense se sorprendió al escuchar el anuncio de que la sala de libros perpetuaría su nombre, y la sala de lectura el nombre del poeta y compositor entrerriano Roberto Romani, ausente con aviso, aunque presente a través de la voz del pretigioso locutor y conductor de espectáculos Pablo Markosich, quien al hacer uso de la palabra conmovió con sentidos versos de Romani. También habló en el acto el director de Cultura de la Comuna, Prof. Fabián Deiloff, de ímproba labor en ese lugar donde los recursos son limitados pero esa carencia se suple con creatividad.
No importa cuán pequeña pueda ser una comunidad, una aldea, una villa, lo importante es lo que se proponen sus líderes que esa localidad sea, es cómo la sueñan y cuánto esfuerzo hacen por alcanzar el sueño. Y el actual presidente comunal, Juan Lell, ha puesto muy alto en la perspectiva de sus sueños y propósitos a esta aldea rural, donde se vive, se sufre, se ama, se lucha y se sueña como en las grandes urbes o quizás con más pasión, porque todo lo que está alrededor parece propio y en cada rostro hay un hermano. Basta hablar con Lell para contagiarse de su pasión por este, su lugar en el mundo.
El nombre de Orlando Britos ha sido perpetuado –merecidamente- en el lugar donde sin dudas más lo hubiese querido, entre libros, y aún antes de llegarle ese reconocimiento en su propia aldea, junto a otro entrerriano de gran notoriedad como Roberto Romani, sembrador de versos y amistad. Y el valor de este hecho se ensancha por cuanto ambos son testigos de ese homenaje.